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Holaluz sufre un apagón

La comercializadora eléctrica, que sobredimensionó su plantilla esperando un alza de instalaciones que no se ha producido, despedirá a 200 empleados

Energías Renovables
Un ingeniero de Holaluz-Clidom coloca un panel solar en Madrid.Emilio Parra Doiztua (Bloomberg)
María Fernández

¿Qué les está ocurriendo a las empresas de instalación de paneles fotovoltaicos? El mercado anda muy revuelto, y la última prueba la ha dado la catalana Holaluz, con su anuncio de un ERE para 200 empleados (de una plantilla de 739) tras apuntarse unas pérdidas de 21 millones en el primer semestre del año. La empresa que preside Carlota Pi cae en Bolsa un 62% este año y ha visto cómo la demanda de sus paneles para residencial se desinfla después de un 2022 récord que llenó de optimismo al sector.

Lanzó las campanas al vuelo, quizá, demasiado pronto. Solarprofit, la sueca Svea Solar o la división de renovables de General Electric han despedido a cientos de trabajadores por el mismo motivo que Holaluz: no necesitan tantos instaladores porque la demanda ha perdido intensidad. Aparentemente, puede parecer un contrasentido: el mundo sucumbe a la crisis climática mientras los consumidores dan la espalda a conseguir la energía barata y limpia de sus propios tejados. Y, sobre todo, teniendo en cuenta que el precio de los paneles ha caído un 25% (o más) estos meses porque China ha inundado literalmente el mercado con sus productos. Pero por desgracia, nada es tan simple.

En España el año pasado se instalaron alrededor de 2.600 megavatios de potencia en paneles de autoconsumo, tanto industriales como para hogares. Este año, con suerte, serán 1.900 megavatios y el que viene, unos 1.500, en los cálculos que hace desde la asociación Anpier su presidente, Miguel Ángel Martínez Aroca. Han cambiado las circunstancias: las acaloradas discusiones ciudadanas por los altos precios de la luz han pasado a un segundo o tercer plano (el megavatio hora no bajaba hace justo un año de los 120 euros y el viernes pasado estaba a menos de la mitad) y ya no hay esa urgencia de conseguir energía para evitar el disgusto en la factura.

Carlota Pi, presidenta de Holaluz.
Carlota Pi, presidenta de Holaluz.Pablo Monge

Holaluz ingresó en el primer semestre de este año un 47% menos tras un invierno bastante cálido y después de renunciar a su negocio de gas en 2022 (como consecuencia, mandó a sus 70.000 clientes al mercado regulado). Por si fuera poco, una buena parte de sus ventas son financiadas, de modo que la subida de tipos ha penalizado a sus clientes y ha alargado el periodo de amortización de las instalaciones. A eso se ha sumado otra variable, según aprecian los expertos del sector consultados: las grandes eléctricas se han querido sumar a la fiesta del mercado con ofertas muy agresivas para captar clientes con precios fijos. Y, por debajo, un ejército de instaladores independientes se han puesto a montar equipos a diestro y siniestro, aunque no conectan las viviendas a la red de proximidad, no facilitan la creación de comunidades energéticas y raramente ayudan a los clientes con los trámites.

“En 2022 vivimos un pico por motores coyunturales y muy potentes: los altísimos precios de la electricidad y los programas de ayudas del Gobierno vía fondos Next Generation”, abunda desde Unef José Donoso, su director. “Los precios de la energía siguen altos, pero la percepción ciudadana sobre ellos ha cambiado. Ha habido problemas de gestión de las ayudas, con una tramitación compleja que ha producido que se vaya con retraso en los cobros”.

Holaluz, que ha retrasado hasta 2025 la llegada al punto de equilibrio en sus cuentas, espera terminar el año con las mismas instalaciones que consiguió en 2022 pero sin esos 200 empleados. Desde GVC Gaesco hacen un análisis positivo del movimiento: “La empresa deberá demostrar que llega a las 600 instalaciones al mes y que ha ajustado la estructura para no generar pérdidas con ese nivel de actividad. Pensamos que incluso debería ajustarlas a menos instalaciones, ya que crecer en ese sector está siendo complicado”.

No hay cruz sin cara, y para 2024 la compañía que prometió revolucionar el mercado fotovoltaico tiene varias cosas a su favor. Su negocio de distribución eléctrica, la otra pata de la compañía, aporta el margen de beneficio (siete millones en el semestre) que hasta ahora les ha permitido amortiguar las pérdidas en solar (-12 millones), gracias a la buena acogida de su “tarifa justa”, una propuesta comercial que les ha permitido bajar los costes de su servicio y mejorar la rentabilidad por cada cliente.

Holaluz tiene unos 325.000 contratos (12.500 son de instalaciones solares), y asegura que el 75% de clientes con paneles han ahorrado más del 70% en la factura. La compañía ha reducido el coste de conseguir clientes un 44%: en vez de competir solo en el mundo digital han abierto otras vías de captación, como presentaciones comerciales, que les están dando buenos resultados. Y con el nivel de ventas actual mantienen sus inversiones.

Nueva coyuntura

Si levantan la vista, los instaladores de paneles tienen, sobre el papel, un futuro tan brillante como el astro rey: el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima habla de multiplicar por 10 la instalación solar en España de aquí a 2030. La electrificación de la movilidad aumentará, tarde o temprano, la demanda en las viviendas para cargar los coches, y la penetración de las baterías (Holaluz instala equipos de Tesla) ayudará a redistribuir a lo largo del día la energía captada. Además, asoman ya nuevas tecnologías, como las celdas de perovskita, que prometen mayor eficiencia de conversión de la luz en energía que las actuales de silicio, lo que abaratará más las instalaciones.

Sin embargo, a largo plazo todo va a depender, resume Martínez Aroca, de cómo evolucione el precio de la energía en el mercado mayorista: “Si sigue alto, los particulares y las empresas seguirán quitándole consumo a la red general. Si se contiene, el autoconsumo seguirá en línea decreciente pese a que su instalación sea más barata”. También hay elementos que pertenecen al ámbito de la política que podrían perjudicar o impulsar a Holaluz. La gran mayoría de los clientes trabajan fuera de casa cuando sus paneles están al máximo rendimiento, en esas horas que coinciden con la llamada campana solar. Si hay ayudas a la instalación de baterías o exenciones fiscales, les costará menos dar el salto. En cambio, si el país en su conjunto asume el compromiso de abrazar las energías renovables, será más difícil que los ciudadanos quieran individualizar sus instalaciones.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.
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