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La ‘boutique’ de oncología de precisión

Pangaea impulsa su crecimiento a través de pequeñas adquisiciones en la sanidad privada

Consejero delegado de Panagaea Oncology Javier Rivela, en la sede de la empresa en Barcelona.
Consejero delegado de Panagaea Oncology Javier Rivela, en la sede de la empresa en Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI
Dani Cordero

La secuenciación del genoma humano en 2003 abrió un amplio abanico de oportunidades para la investigación médica. También para Pangaea Oncology, una compañía que trabaja desde el hospital Dexeus de Barcelona con el reto de convertirse en una pequeña empresa de oncología de precisión. Aprovecha fármacos más personalizados y menos tóxicos atendiendo a los perfiles genéticos de cada paciente. La sociedad nació en 2007, empezó a operar dos años después y saltó al BME Growth en 2019, donde cuenta con una capitalización bursátil de unos 60 millones de euros, aunque su pretensión no es la de ser una empresa gigantesca, según explica su consejero delegado, Javier Rivela: “Esta empresa no tiene una vocación de coger un gran tamaño, nos gustaría ser considerados como la boutique de oncología de precisión, ser una empresa de nicho con alta excelencia médico-científica, con contratos de muy alto valor añadido y proponiendo nuevas formas de tratamiento”.

Pero lo cierto es que el pasado año efectuó una ampliación de capital de 12 millones de euros con la intención de hacer adquisiciones. En mayo compró IOB, empresa fundada por los prestigiosos Josep Baselga (fallecido) y Josep Tabernero, especializada en oncología médica y hematología, y en julio pasado adquirió también International Oncology Bureau y el 75% de Pectus Respiratory Health.

Su actividad la rigen sus dos áreas de especialización. “Teníamos que ser una start-up de investigación, pero como esta compañía la lideran médicos de altísima excelencia, en su día Dexeus nos albergó para constituirnos aquí”, explica Rivela desde unos bajos del hospital barcelonés, “y llevar la oncología médica del hospital”. Así que se encargan de la actividad asistencial de los hospitales privados con los que están concertados en Barcelona y asumen el tráfico de pacientes desde que entran en el centro: visitas, diagnóstico, actividad quirúrgica y ensayos clínicos. Pero las máquinas que funcionan en esas instalaciones tienen también otro uso dirigido a la industria farmacéutica, con el objetivo de mejorar los medicamentos de tratamiento del cáncer y otras líneas que permiten descubrir quiénes son los grandes respondedores a moléculas que están en desarrollo en función de cada perfil genético.

Por ejemplo, trabajan con la biopsia líquida, que Rivela considera uno de los puntos fuertes de la compañía, ya que permite a través de una técnica no invasiva pronosticar si un paciente mejora o empeora antes de verlo en una imagen radiológica. Y además es una válvula de salvación para dolencias que no pueden ser diagnosticadas de ningún otro modo.

De momento, la compañía está en fase de crecimiento, y cada año pasan por sus manos en torno a 5.000 pacientes y realiza 140 ensayos clínicos. En 2022 Pangaea facturó 4,3 millones (un 5% menos) y perdió 2,7 millones de euros (el ebitda también fue negativo, de 1,2 millones), una cifra a la que Rivela resta importancia al considerar que algunas de las operaciones realizadas durante el pasado ejercicio no se verán reflejadas en las cuentas hasta el cierre de este. Pero reconoce que la velocidad de crucero de Pangaea se debe situar en “un mínimo” de 10 millones de euros. “Aunque me gustaría ver a la compañía en niveles de entre 15 y 20 millones de euros de ingresos y un ebitda mínimo de tres millones de euros”.

La compañía ya ha hecho esfuerzos para diversificar su cartera de servicios a través de las compras, y ahora, admite su consejero delegado, le falta la diversificación geográfica. Tras tener diferentes actividades en Barcelona, su objetivo lógico sería Madrid, pero Rivela admite la dificultad de contar con equipos médicos de prestigio para montar el equipo de un hospital.

Acerca de su presencia en el BME Growth, teniendo en cuenta que la empresa no aspira a convertirse en un gigante, Rivela no da pistas: “No te puedo decir que BME Growth tenga fecha de caducidad porque es un mercado estrecho, ilíquido, pero es ideal para nosotros porque es ágil, te permite hacer ampliaciones de capital rápidas y permite que seas un activo elegible de inversión y al final estás cotizado”. Actualmente las 10 familias que acompañan a la empresa (entre las que se encuentran los Domínguez, de Mayoral, o los Solans, de Pikolin) controlan la mayor parte del capital y apenas un 11% está libre en el mercado.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

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