Beatriz Corredor (Redeia): “Fue ir al campo de fútbol y se me despertó el gen madridista”
La presidenta del gestor de infraestructuras energéticas se define más como vikinga que como merengue
A Beatriz Corredor (Madrid, 1968) le preocupa la imagen. Aprendió como ministra de Vivienda (2008-2010), según reconoce su trabajo más difícil precisamente por la exposición mediática, que “la imagen va ligada a la reputación y que la gente no lee las palabras, pero las fotos las mira todo el mundo”. Por eso, como presidenta de Redeia esta abogada y registradora de la propiedad en excedencia quiere trasladar “una imagen de mucha corrección, profesionalidad y rigor”.
¿Cómo se definiría? Soy ultrarresponsable y también muy insegura, tengo la necesidad de estudiar todo mucho para dejar el mínimo porcentaje de error. Son cosas que van juntas. Tengo la sensación de que siempre me estoy examinando de las oposiciones. Ahora mismo, también.
¿Tiene mucho estrés? Manejo bastante bien el estrés profesional, pero los problemas personales no los sobrellevo tan bien.
¿Cuánto tiempo libre tiene y a qué lo dedica? Habitualmente trabajo de 8 de la mañana a 8 de la tarde y mucho tiempo del fin de semana que dedico a leer, estudiar, preparar reuniones... Durante la semana dedico tres horas al ejercicio físico y casi siempre destino una hora a mi afición más discreta, que es recibir clases de piano. Empecé hace 7 años, con 47, porque mi hija mediana me pinchó. Es mi mindfulness, mi relax mental.
¿Qué es lo que más te gusta tocar? Me gusta la música clásica, que es como se aprende. Schumann, Mozart, Bach y Mendelssohn son los autores que estoy perpetrando.
También le gusta el fútbol, algo que sorprende en una casa de mujeres. Ya, pero mi padre era muy, muy madridista. Y le pasó el gen madridista a todos mis hermanos. Somos cinco. La única que, aparentemente, no tenía este gen era yo. Hasta que en el Ministerio de Vivienda empezaron a invitarme a los partidos en el Bernabéu y comencé a ir con mi padre aunque no me gustara el fútbol. Fue empezar a ir y se me despertó el gen. Y ahora soy bastante vikinga. No merengue, vikinga.
¿Cómo es su fin de semana ideal? Un fin de semana en soledad. En mi casa siempre hay jornada de puertas abiertas. Mis tres hijas traen a gente, vienen mis hermanos… Hay mucho jaleo en casa, la intendencia doméstica es una ciencia no exacta y cuesta. Por eso mi fin de semana ideal sería no tener que ocuparme de nada. Un fin de semana de soledad, de respirar. Cada vez valoro más el silencio.
¿Se cuida? Sí, por razones médicas, además. Cuido la alimentación por un problema digestivo que me limita la dieta. Procuro hacer pilates para tener equilibrio y voy a la peluquería. Pero no me quita el sueño. Si la pregunta es cuándo decido qué me pongo, lo hago por la mañana. No soy caprichosa con la ropa, ni uso ropa de marcas y tengo prendas de hace 30 años.
¿Y con qué es caprichosa? Creo que no soy caprichosa. Me gusta mucho hacer regalos. Pero no sabría qué me he comprado como capricho. Tengo los long plays de vinilo desde que era joven y los he guardado durante todos estos años en los que no había tocadiscos, pero como se han vuelto a poner de moda... lo último que me he comprado es un LP recopilatorio de U2 y mi hija pequeña me regaló uno de Dire Straits por Navidad que me encantó.
¿Qué está leyendo? Las obras de Almudena Grandes que no había leído. Ahora leo su última distopía Esto va a mejorar. Generalmente, me gustan los libros escritos en castellano. Y me he familiarizado últimamente más, gracias a mi hija mayor que es mi prescriptora literaria, con la poesía. Pero lo mío es la novela, la novela larga e histórica. La que más me impactó fue La casa de los espíritus de Isabel Allende, a los 16 años; desde la que llegué a García Márquez. Mi obra preferida es Cien años de soledad, de la que tengo cinco o seis ediciones, una ilustrada que es mi tesoro más preciado.
¿Le gusta viajar? Me gusta mucho viajar, pero viajo siempre por trabajo y la verdad es que no se disfruta. Viajes personales hago pocos porque, como estoy divorciada, no tengo facilidad. Cuando viajo por placer voy a mi refugio en Ibiza, que tengo hace dos años, y a veces viajo por España con amigas. Pero lo hago menos de lo que me gustaría.
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