Qatar, el mundial más caro (y polémico) de la historia
El país busca transformar su economía y mejorar su imagen internacional con una inversión de 200.000 millones en el mayor evento futbolístico del mundo
El 20 de noviembre comienza el Mundial de fútbol de Qatar y todos los datos apuntan a que será la Copa del mundo —o, incluso, el evento deportivo— más caro de la historia. La inversión del Estado catarí en el torneo puede llegar a los 200.000 millones de euros, hasta 17 veces más que lo que costó el Mundial de Rusia en 2018. Con un desembolso de este calibre, un retorno económico a corto plazo es impensable. Los expertos apuntan a una diversificación de su economía o a un lavado de cara como los objetivos buscados por el emirato. El reto es grande: hasta 6.500 trabajadores han muerto, de acuerdo con una investigación de The Guardian, en la construcción de los estadios y demás infraestructura necesaria para la competición, que es el mayor proyecto de apertura internacional del país que controla la tercera reserva de gas del mundo.
La cifra total de la inversión es difícil de precisar. Buena parte de las reformas y construcciones llevadas a cabo por el país—como la remodelación del aeropuerto o la construcción de un metro en la capital, Doha— se encuentran dentro del proyecto Qatar National Vision 2030 que, de acuerdo con el gobierno catarí, busca convertir el país en una sociedad “avanzada capaz de sostener su desarrollo y proveer un alto nivel de vida a su pueblo”. La propia organización del mundial de fútbol afirma que de no haberse organizado el torneo allí, la inversión se habría hecho igualmente. El embajador catarí en Rusia señaló el año pasado durante una intervención pública que el gasto en infraestructura para el evento ya había alcanzado los 200.000 millones de dólares. Casi 50.000 millones más que el PIB del país árabe en 2021 (151.831 millones).
Los estadios eran, probablemente, el mayor reto de la organización: Qatar es un país pequeño —tiene una superficie de 11.571 km², frente a los 505.990 de España, y una población de 2,9 millones— y su infraestructura deportiva en el momento de la adjudicación (2010) no estaba preparada para un acontecimiento de esta magnitud. En su oferta inicial, el emirato señalaba que invertiría 3.000 millones de dólares en un total de 12 sedes (que finalmente se han quedado en ocho). En la página oficial se habla de una inversión en estadios y campos de entrenamiento de 6.500 millones por parte del organismo organizador, el Supreme Committee for Delivery and Legacy. Pero su secretario general, Hassan Al Thawadi, afirmó en 2016, en declaraciones recogidas por Associated Press, que el coste de construcción de los estadios podría rondar entre los 8.000 y los 10.000 millones de dólares. Solo el Lusail Iconic Stadium —donde se celebrará la final el 18 de diciembre— ha costado, al menos, 662 millones de euros, de acuerdo con la organización.
El Estado catarí no será el único en invertir cifras millonarias en el evento. La FIFA prevé en sus presupuestos de 2022 unos gastos de 1.696 millones de euros en el torneo. Uno de cada cuatro euros de este presupuesto se irá a premios: El conjunto que levante el trofeo se llevará 42 millones; el subcampeón, 30 millones. Para la medalla de bronce serán 27. El cuarto clasificado se llevará 25 millones; los que se queden en cuartos de final recibirán 17; los que pierdan en octavos, 13, y para todos aquellos que no logren pasar de grupos, la recompensa será de 9 millones de euros.
Retorno económico
Como en todo negocio, no todo son gastos. En su informe anual del 2021, el máximo organismo del fútbol afirmó que, incluso antes de la celebración del mundial, ya se había asegurado el 95% de lo que pretendía ingresar por el evento entre el 2019 y el 2022: 5.518 millones de euros, gracias a los patrocinios y, sobre todo, a la venta de derechos de televisión. Solo en en Estados Unidos, entre la cadena FOX y la hispanohablante Telemundo pagaron 1.000 millones por los derechos de los mundiales de Rusia 2018 y de Qatar 2022.
Para Qatar, el retorno es más difícil de calcular, ya que la amortización no será del todo económica ni a corto plazo. “La clave es que Qatar sea otro tipo de economía de aquí a 15 años”, apunta Josep María Raya, catedrático de economía aplicada de la Universidad Pompeu Fabra (UPF). La economía catarí está poco diversificada y depende en gran parte de la exportación de gas y petróleo, “un elemento que ahora pasa por un buen momento, pero que es volátil y tiene poca redistribución”, añade Raya.
Sudáfrica (2010), Brasil (2014) o Rusia (2018) experimentaron crecimientos puntuales de su PIB el año que organizaron el mundial, pero estos no se sostuvieron en el tiempo. Sin embargo, la mayoría de estudios coincide en que el crecimiento bruto no es un indicador fiable para medir el impacto de un evento deportivo. Raya, coautor del artículo académico La importancia económica del sector deportivo y el impacto económico de los eventos deportivos, considera que la variación del PIB no es un indicador fiable para evaluar el impacto de un evento así en la economía, y aboga por un análisis a largo plazo centrado en los costes y los beneficios, que tenga en cuenta todos los ámbitos, como los avances sociales o sobre la educación.
Carles Murillo, presidente de la Sociedad Española de Economía del Deporte, cree que el objetivo buscado por el emirato va más allá: “Pienso que Qatar no busca principalmente el efecto económico, sino más bien el reconocimiento exterior”. Es lo que el profesor de la Universidad de Harvard Joseph Nye bautizó como soft power: la capacidad de los Estados de influir en las relaciones internacionales a través de su cultura o valores, frente al “poder duro” o influencia militar. Murillo, catedrático en la UPF, apunta a un lavado de la “imagen tradicional de un país árabe”. El emirato está gobernado por una monarquía absoluta bajo la sharía, la ley islámica, y sus prácticas han sido muy criticadas en los últimos años.
Mano de obra
Queda por saber si el prestigio ganado con el evento será suficiente para acallar los escándalos que lo rodean. En 2013, tres años después de que le fuese adjudicada la organización del evento, la Confederación Sindical Internacional publicó un informe en el que advertía de que hasta 4.000 trabajadores podrían morir en las obras necesarias para la construcción de los estadios y demás infraestructuras. Según la investigación del diario The Guardian, hasta 6.500 trabajadores de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka obligados a trabajar a altas temperaturas han muerto en las obras para el Mundial.
Qatar necesitaba mano de obra inmigrante para poder organizar el torneo. Estos trabajadores estaban sometidos, hasta 2020 —diez años después de la adjudicación— a la Kalafa, una norma que prohibía a los inmigrantes cambiar de empresa o, incluso, salir del país sin el consentimiento de sus jefes. Y, hasta 2018 no estaban limitadas las horas de trabajo en horas centrales del día, cuando hace más calor. Aunque el país ha introducido cambios importantes en su legislación, como un salario mínimo no discriminatorio con los inmigrantes, organizaciones como Amnistía Internacional siguen denunciando los abusos sufridos por los trabajadores en al país.
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