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INFLACIÓN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Memorias desde “el Plaza”

Al contrario que en 1985, un dólar fuerte es ahora favorable para Estados Unidos, que busca frenar la inflación a toda costa

El Hotel Plaza en Manhattan (Nueva York), en una imagen de 2016.
El Hotel Plaza en Manhattan (Nueva York), en una imagen de 2016.BRENDAN MCDERMID (REUTERS)

Hotel Plaza, Nueva York. Las principales potencias se reúnen para frenar la imparable apreciación del dólar. Aunque bien podría tratarse de un titular actual, ocurrió en 1985, cuando Estados Unidos, Francia, Alemania Occidental, Japón y el Reino Unido acordaron una depreciación coordinada del dólar. En aquellos años también nos enfrentábamos a una inflación galopante, que llevaría a que la Reserva Federal de Estados Unidos subiera los tipos oficiales hasta niveles cercanos al 20%, mientras que el dólar se revalorizaba más del 55% frente a las monedas de sus principales socios comerciales.

Volviendo a nuestros días, la inequívoca fortaleza del dólar ya ha provocado las primeras actuaciones: en Japón, las autoridades han tratado de frenar la caída del yen interviniendo con ventas de dólares, algo que no ocurría desde 1998. En Europa, aunque el euro ha alcanzado mínimos de 20 años, el BCE, por el momento, no se ha mostrado tan preocupado. Sin embargo, otros importantes bancos centrales como el de Suiza ya han señalado su disposición a actuar. Las tensiones en las divisas están al alza, pero sin duda, las mayores se sienten en el Reino Unido, con el desplome de la libra frente al dólar hasta niveles no vistos desde 1985.

Ante estas aparentes similitudes con el pasado, no es de extrañar que a los representantes de la Administración de Biden les hayan preguntado por una posible nueva intervención coordinada. ¿Tendría realmente sentido una acción de este calado?

Aunque los rumores van en aumento con la llegada de las reuniones anuales del FMI y del Banco Mundial esta semana, vemos difícil que esto suceda en el corto plazo. El principal motivo reside en que, al contrario de 1985, un dólar fuerte es ahora favorable para Estados Unidos, que busca frenar la inflación a toda costa y una moneda fortalecida le permite abaratar sus importaciones. Por ello, una acción coordinada para debilitarlo difícilmente se ajustaría a los objetivos internos estadounidenses.

Por otro lado, la capacidad de que una intervención sea efectiva en un mercado tan líquido y globalizado como el de divisas es ahora mucho más reducida que en los ochenta. El volumen de negociación diario supera los 8,3 billones de dólares, 40 veces superior al de aquel periodo. Además, en agregado las mayores potencias mundiales (G-10) tienen reservas de moneda externa por valor de 2,8 billones, una cantidad claramente limitada frente al volumen total de este mercado. En este contexto, para evitar episodios de depreciación adicional e indeseada de sus divisas frente al dólar, los demás bancos centrales de las economías desarrolladas tendrán que continuar elevando también sus tipos oficiales, tratando de ir reduciendo el diferencial frente a los de la Fed. Con un ritmo de crecimiento en claro deterioro en la zona euro y en el Reino Unido, a la hora de subir los tipos de interés, sus bancos centrales se verán abocados a elegir entre lo eficaz (incrementos acelerados) y lo deseable (aumentos graduales).

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