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Sangría de yuzu y pomelo rosa: experimentar con los sabores para ampliar la base de consumidores más allá de los ‘guiris’

La ‘start-up’ gallega Sangría Republic, que se propone revalorizar el clásico cóctel mediante la experimentación de nuevos sabores y de distintos formatos, facturó 80.000 euros en 2021

Matteo Allievi
Sangria Republic
Botellines de la receta clásica de Sangría Republic.

En sus 15 años de experiencia en el sector de las bebidas alcohólicas, David Martínez, Pepa Formoso y Dominic Lombard han dado la vuelta al mundo. No ha sido complicado para ellos asumir que, junto a la paella, al flamenco y a las fiestas, la sangría es uno de los distintivos de España. “Nos dimos cuenta de que la calidad de esta bebida en muchos países dejaba bastante que desear y era una pena que no nos pusiésemos en valor”, comenta Martínez. La ambición por mejorar la calidad de un producto a menudo asociado con los guiris ha animado a los tres emprendedores a poner en marcha su propio negocio. Sangría Republic, con sede en Galicia, se propone revalorizar el clásico cóctel mediante la experimentación de un mundo de sabores y de distintos formatos.

Martínez ha desarrollado toda su carrera profesional en el sector del vino. En 2005, fundó la bodega de albariño Paco y Lola, conocida por la imagen divertida de sus botellas de lunares. Durante varios años, Formoso fue su mano derecha, al encargarse de la sección administrativa y comercial de la cooperativa. En 2013, ambos fueron fichados por Freixenet, líder mundial en la producción de cava. Sin embargo, sopesaron que una gran empresa no era lo mejor para el desarrollo de espíritus creativos. Con ganas de volver a innovar, junto al irlandés Dominic Lombard, con quien coincidieron varias veces en sus viajes profesionales, dieron el paso al emprendimiento. Después de poner sobre la mesa un capital inicial de 90.000 euros, la empresa encontró subvención en Vía Galicia, la principal aceleradora de startups de la Comunidad, y lanzó una ronda de financiación con un inversor privado de 100.000 euros.

La producción de sangría debe seguir unas reglas establecidas por la normativa europea, recuerda Martínez. Tiene que ser elaborada en España y Portugal y llevar como mínimo un 50% de producto vínico. Además, su grado alcohólico puede oscilar entre un 4,5% y un 12% y para acompañarla solo se pueden usar frutos cítricos. Es ahí donde ha detectado más incumplimiento. “Si pones fresa o melocotón, no es sangría, sino un wine cocktail”, advierte.

Al mismo tiempo, este empresario considera que el respeto de la tradición auténtica no tiene por qué cerrar la puerta a novedades. “Los paladares evolucionan con el paso del tiempo. Antes, la ginebra era la clásica London Dry o Larios, pero ahora nadie se sorprende cuando pides un Puerto de Indias. ¿Por qué la sangría no puede tener sabores distintos?”, comenta.

Tras encuestar centenares de personas y estudiar posibles combinaciones, Sangria Republic ofrece en el mercado tres recetas diferentes en formato de lata y botellín. La clásica lleva naranja y canela, mientras que las otras dos son más peculiares. Una es una sangría rosa que tiene una base de vino blanco, pero finalmente se obscurece con el yuzu, un cítrico cultivado en Japón, y la flor de Jamaica, que procede de Egipto. La otra se prepara con vino blanco, pomelo rosa y enebro.

La startup tiene la vista puesta en el mercado exterior. La marca está presente actualmente en Estados Unidos, Finlandia, Noruega y Singapur, mientras que Bélgica, Lituania y Colombia son los países donde entrará en breve. Aunque tenían claro desde el principio que la mayoría de las ventas serían destinadas al extranjero, los emprendedores no quieren dejar de poner en valor el producto en España. Las estanterías de El Corte Inglés y Glovo ya tienen las latas de Sangría Republic entre sus productos y la reciente colaboración con Herbolario Navarro contribuirá, según ellos, a fomentar el conocimiento de la marca.

Tras cerrar 2021 con una facturación de 80.000 euros, el objetivo para este año es triplicar los ingresos. Sin embargo, los tres fundadores son conscientes de que la tormenta económica desencadenada por la guerra y la inflación pueden echar el freno al crecimiento de su negocio. “En febrero estábamos a punto de entrar en el mercado ruso, bielorruso y checo, pero justo cuando confirmamos el envío de las muestras, empezó la invasión”, señala Formoso. Los efectos de los cuellos de botella en la cadena de suministro tampoco han tardado en manifestarse, al multiplicarse los precios de todos los componentes. “Enviar un contenedor de 20 pies a Estados Unidos antes costaba 3.000 dólares, mientras que ahora vale casi cinco veces más”, concluye.

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