El salto de becario a directivo aún es posible
Los jóvenes cambian de empresa cada poco, pero hay gente que lleva toda su carrera ascendiendo en la misma firma
Seguramente los más mayores recordarán a Alfonso Escámez, presidente del extinto Banco Central, haciendo gala de haber iniciado su carrera profesional desde abajo, como botones de la entidad que 45 años más tarde lideraría durante dos décadas. Para los más jóvenes, quizá esta trayectoria diste mucho de la que planean al empezar a trabajar. Porque el mundo ha cambiado y los empleos para toda la vida que tuvieron sus padres y abuelos en el siglo XX han pasado a la historia. Así lo cree Alberto Gavilán, director de Talento de Adecco: “Las cosas ya no son como antiguamente y la gente, cuando se incorpora al empleo, no piensa que vaya a permanecer toda la carrera en la misma empresa. Ya no existe esa fidelidad hacia la marca”. En la actualidad, continúa, lo normal es que se produzcan seis o siete cambios de compañía entre quienes acceden al mercado laboral. Y estos tránsitos ya no están mal vistos como ocurría antes. Los saltos de una empresa a otra se dan cada tres o cuatro años por término medio, indica Gavilán.
Sin embargo, en muchas compañías se puede desarrollar una larga carrera profesional. Y aunque ya no sea habitual, hay personas que empezaron como becarias en la organización que ahora dirigen. Es el caso del alemán Christian Sewing, consejero delegado de Deutsche Bank, al que llegó en 1989, o de su homólogo español en Ibercaja, Víctor Manuel Iglesias, donde se incorporó en 1988. Ellos pertenecen a un sector en el que las carreras están muy estructuradas, explica Rafael Sarandeses, socio director de Talengo, al igual que en el de servicios profesionales, donde cada dos o tres años los jóvenes van cambiando de categoría hasta llegar a la dirección, normalmente entre los 36 y 40 años; a partir de ahí es más complicado seguir ascendiendo.
Catalina Tarin ya ha alcanzado un puesto directivo a sus 32 años. Es responsable de financiación estructurada de Banca Corporativa para la zona EMEA (Europa, Oriente Próximo y África) en Deutsche Bank, al que llegó hace 10 años como becaria tras acabar Administración y Dirección de Empresas. Entró para trabajar en el departamento de riesgos, donde tuvo seis semanas de formación en Londres e hizo una rotación en Stuttgart antes de saltar a Fráncfort. “Aunque sigo en el departamento de riesgos, he ocupado distintos puestos y cambiado totalmente de atribuciones; pasando del equipo de infraestructura al de negocio, que es en el que estoy hoy. En el banco existe mucha movilidad interna”, asegura Tarin, que se propone seguir su trayectoria en el banco aunque sea joven.
Al otro lado de la línea telefónica, Teresa Fernández, directora de Banca de Empresas y subdirectora general de Ibercaja Banco, cuenta su ascenso en la entidad financiera, donde recaló como becaria hace 30 años tras graduarse en Derecho y cuando estudiaba Económicas. Con 54 años, dice que durante los 15 primeros “todo era fácil en el banco”, pero en los 15 últimos “todo se ha vuelto difícil”. Como Tarin, inició su andadura en el departamento de riesgos de la central, desde donde fue trasladada a Huesca, el lugar en el que asegura que aprendió a trabajar. De vuelta a Zaragoza, le ofrecieron un puesto en el departamento de Empresas para lanzar un producto nuevo: el confirming. Así se hizo comercial de empresas, para luego especializarse en marketing y, gracias a la visibilidad que le dio este puesto, dirigir la Obra Social de Ibercaja, en la que pasó a tener 300 personas a su cargo, recuerda.
Fernández forma parte del comité de dirección de Ibercaja, después de su paso por la dirección de personas, donde acometió la transformación cultural de la entidad, y su retorno al área de Empresas, ya como directora, en la que lleva un año supervisando a un equipo de 390 personas. Dice que ha tenido suerte en su carrera. “Cada vez que variaba de departamento era como si cambiase de empresa, y con la ventaja de que me conocían en la casa”.
En el caso de Josep Bons, director de desarrollo eléctrico y electrónico de Seat, no ha habido rotación por departamentos, ha sido el propio departamento el que se ha dado la vuelta como un calcetín con la llegada del coche eléctrico y conectado. Ingeniero industrial de 46 años, entró en el área que ahora dirige con una beca cuando el Seat León que fabricaban apenas tenía cinco unidades electrónicas. Hoy tiene 90, afirma. Bons piensa que el verdadero salto en su carrera se produjo después de pasar 20 meses en Alemania poniendo en marcha una nueva plataforma de Volkswagen. Sabía inglés y alemán, y con esa estadía consiguió ampliar su visión del grupo automovilístico, que luego desplegaría en la planta de Seat en Martorell y posteriormente le trasladaría a Audi como jefe de servicio, de nuevo en Alemania.
Desafíos
Con ese bagaje, en 2007 Bons concurrió a las pruebas para ascender a una posición de management. Fue nombrado responsable de la red a bordo de Seat, con 25 personas a su cargo. “Luego gerente, con un equipo de 50 personas porque el área creció mucho”, cuenta, y en 2018 se convirtió en el primer español responsable de desarrollo eléctrico y electrónica, con 242 trabajadores. Para Bons, la trayectoria que ha seguido “ha sido un desafío mayor que si me hubiera cambiado de compañía”.
Una opinión que comparte Felipe Buhigas, quien fuera becario de Mapfre y que hoy dirige el área comercial y de marketing de Solunion (antes Mapfre Caución y Riesgo y ahora participada al 50% por la aseguradora y Euler Hermes). A sus 50 años y tras 29 en el grupo, ha tenido “la oportunidad de conocer muchas áreas de la compañía, lo que me ha llevado a ser chusquero del seguro de crédito, porque no hay palo que no haya tocado”. Incluso ha pasado por diversos mercados, como Bélgica, Irlanda y México.
Para Buhigas, es muy enriquecedor empezar desde abajo e ir ascendiendo poco a poco. “Quienes comienzan de becarios sienten una fidelidad y lealtad mucho más grande hacia la empresa que el resto”, dice. Aunque el riesgo, según Bons, es acomodarse. “Permanecer en una misma compañía aporta mayor solidez a los profesionales, pero hay empresas que no les ofrecen posibilidades de crecimiento y les pierden”, señala Sarandeses, a la vista de que los ciclos económicos se aceleran y también la rotación del personal.
“Hay hambre de crecer entre las nuevas generaciones, que tienen menos paciencia para esperar la oportunidad. Su cultura es de inmediatez y de satisfacción instantánea, lo que hace que con frecuencia no aguanten en una organización. Si antes lo normal era haber pasado por unas tres empresas a los 40 años, ahora es a los 35″, agrega. El director de Talengo pone como ejemplo el sector tecnológico, donde la manera de escalar de los jóvenes es saltar de una organización a otra para conseguir incrementos salariales del 10% o 15%. De ahí que, como Gavilán, crea que en el futuro habrá menos becarios que lleguen a la dirección. “El empleado cada vez está menos comprometido”, dice.
Diferencias generacionales
Maria José Verastegui, del departamento de Carreras de Esade, lo tiene claro: la edad marca la diferencia en la trayectoria profesional de las personas. "Los mayores de 40 años, pertenecientes a la generación del baby boom o a la generación X, siguen una pauta muy similar a la de nuestros abuelos: muchos entran en una empresa como becarios y ascienden en la organización. A lo sumo, viven dos o tres cambios de compañía a lo largo de su carrera. En cambio, entre los mileniales esos dos o tres movimientos ya se han dado a los 30 años". La experta lo justifica por dos razones. De un lado, el mercado, en el que las empresas evolucionan muy rápido y buscan perfiles nuevos ajenos a ellas. Por otro lado, los jóvenes, que reclaman participar en el desarrollo de proyectos y aportar de principio a fin, de manera que cuando los acaban saltan a otras organizaciones. "Hoy el desarrollo de carrera de las nuevas generaciones no se produce dentro de una empresa sino en varias y es más rápido que antiguamente", zanja.
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