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La invasión de Ucrania añade presión al mercado de divisas

La crisis ha vuelto a poner sobre la mesa la primacía del dólar y los problemas que eso causa a la Unión Europea

Guerra en Ucrania
Cotizaciones de dólar y euro en Moscú, el 2 de marzo.YURI KOCHETKOV (EFE)
Lluís Pellicer

Un banquero central es un responsable económico capaz de atraer los focos a la comparecencia más intrascendente. Eso consiguió Christine Lagarde en septiembre de 2020, la primera vez que se refirió a los tipos de cambio en un discurso de política monetaria. La francesa advirtió que el BCE seguiría analizando toda la información que le llegara para ir actuando frente a la pandemia. Y apostilló: “Incluida la evolución de los tipos de cambio, en relación con sus posibles implicaciones para las perspectivas de inflación a medio plazo”. Los medios interpretaron que Lagarde reabría la guerra de divisas para frenar la escalada del euro, que encaraba ya los 1,2 dólares, lo cual ponía palos a las ruedas a las exportaciones en pleno proceso de recuperación económica. Los mercados ni se inmutaron: el euro siguió subiendo.

Un año y medio después, la situación es la opuesta: el euro ha llegado a su mínimo desde el estallido de la pandemia al tocar los 1,08 dólares. Y pese a que eso favorece las ventas exteriores, también mete presión al principal problema que tiene hoy Europa: la factura de la energía, denominada en dólares. La debilidad del euro se convierte, además, en otra baza para quienes defienden endurecer la política monetaria.

Los analistas atribuyen la caída del euro a dos factores: el primero, la cercanía a la zona en conflicto; y el segundo, al dominio mundial del dólar. De esa primacía da fe el intento del Banco Central de Rusia de romper ese cerco. Lo llevaba intentando desde 2014, cuando recibió ya sanciones de EE UU por la invasión de Crimea. La institución que ha dirigido Elvira Nabiúllina trató de diversificar sus reservas con oro —­depositado en Moscú—, euros y yuanes. No contó, sin embargo, con las duras sanciones impuestas desde Bruselas, que suponían dejar congelada más de la mitad de su cartera e implicó el desplome inmediato del rublo. Frente a esa situación, Nabiúllina hizo cuanto estaba en su mano, a juicio de varios analistas consultados: duplicar los tipos de interés, hasta el 20%, para frenar la sangría. Pero Rusia no ha sido el único país en sufrir. Los bancos centrales de los países del este de Europa que aún no están en la zona euro —­en particular, Hungría, la República Checa y Polonia— también han tenido que subir tipos para mantener a flote sus divisas dada la fuerte dependencia de sus economías de la energía procedente de Rusia.

La Comisión Europea lleva años intentando relanzar el papel internacional del euro. Fue una de las grandes obsesiones del expresidente Jean-Claude Juncker que ahora el Ejecutivo de Ursula von der Leyen quiere retomar con la emisión de eurobonos. De la importancia de la batalla de las divisas no solo da cuenta la estrategia de Putin. La guerra entre el euro y el dólar se plasmó en junio de 2019 en la cuenta de Twitter de Donald Trump, irritado con unas palabras de Mario Draghi, entonces presidente del BCE. El italiano sugirió que estaba dispuesto a lanzar nuevos estímulos para animar la inflación, lo cual hizo que el euro se desplomara. “[Mario Draghi] ha hecho caer al euro frente al dólar, haciendo que sea injustamente más fácil para ellos competir contra Estados Unidos”, afirmó el expresidente de Estados Unidos en Twitter. “Se han estado saliendo con la suya durante años, junto con China y otros”, añadió.

Perjuicios para la UE

Sin embargo, la crisis actual ha vuelto a poner sobre la mesa la primacía del dólar y los problemas que de ello se derivan para la UE. En la era Juncker, Bruselas había resaltado sobre todo la necesidad de redenominar los contratos en un sector clave como el de la energía, puesto que la UE es el mayor importador de energía del mundo. El Ejecutivo comunitario creía que eso abriría el camino para desplazar al dólar de otros mercados, desde el aeronáutico hasta el de las materias primas. Precisamente, la caída del euro perjudica hoy esas compras. Lagarde no hizo referencia alguna a esa situación. En el pasado, el BCE ha intervenido dos veces, en 1999 y 2011, para evitar una devaluación del euro frente al yen. La consultora Capital Economics recuerda, sin embargo, que lo hizo de forma coordinada con otros bancos centrales.

Para Clemens Fuest, del instituto Ifo de Múnich, eso señala la senda hacia las subidas de tipos. “El tipo de cambio como tal no debería estar en el centro de la política monetaria del BCE, pero como se mencionó anteriormente, juega un papel en la inflación porque afecta a los precios de importación. Este es uno de los factores que indican un mayor endurecimiento de la política monetaria en los próximos meses. Por ahora, el euro se ha estabilizado en torno a los 1,1 dólares después de que Lagarde haya mantenido las expectativas en los mercados de que subirá los tipos de interés este año.

El profesor de IESE Xavier Vives no descarta que el tipo de cambio acabe en la paridad del euro y el dólar. “Al final, la guerra está aquí, en Europa. Las repercusiones son mucho más inmediatas que las que sufre Estados Unidos, que dispone de su energía gracias al fracking. El coste de las sanciones es mucho más bajo para Estados Unidos que para Europa”, concluye.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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