Ferrovial, entre el oasis de EE UU y las dudas de Polonia
La compañía seguirá apostando por la recuperación del tráfico aéreo y la construcción y explotación de autopistas de peaje en Norteamérica
Como ocurrió en la pandemia, los gestores corporativos se enfrentan ahora a otra sombría realidad, esta provocada por una guerra incomprensible —como todas—. Los nuevos escenarios del horror fuerzan a ajustar las políticas de inversión, y Ferrovial no es una excepción. Tiene muchos de sus huevos puestos a resguardo de esta nueva crisis global, porque su negocio, de 6.778 millones en ventas el año pasado, y sus mayores proyecciones de futuro están en Estados Unidos, a salvo de las sanciones a Rusia, menos afectados por la onda expansiva en Europa o la inestabilidad política de Latinoamérica.
Pero como compañía global, Ferrovial está presente en múltiples mercados y tiene algunos frentes abiertos. De Polonia, país que en menos de tres semanas ha pasado a tener más de un millón de refugiados, procedieron el año pasado 1.735 millones en ventas del grupo español. Allí trabajan 5.154 personas para la compañía, muchos son obreros ucranios. “Nos puede afectar, pero más indirectamente, sobre todo por lo que pueda suponer el incremento de precios. Por otra parte, tenemos muy poca exposición a Ucrania, aunque sí contemplamos un escenario de menor crecimiento y mayor inflación”, trasladan fuentes del grupo. El 24 de febrero, el día que comenzó la guerra, la compañía que preside Rafael del Pino hablaba durante la presentación de resultados de que las perspectivas en Polonia eran favorables, basadas en los planes nacionales de inversión de carreteras y ferrocarriles hasta 2026 y en la licitación de proyectos de tratamiento de residuos, renovables y agua. Su filial en el país, Budimex, vendió el año pasado su rama inmobiliaria obteniendo una plusvalía de 131 millones de euros. Esa misma filial anunciaba estos días que ayudará a los empleados ucranios que quieran alojar a familiares en Polonia y garantizará los puestos de los que se quieran ir a luchar. Ofertas que hacían extensivas a los subcontratistas y que se añaden a las ayudas económicas y psicológicas que están dando a los refugiados en el país.
La cruz también está en el negocio turístico, que se está viendo afectado por la inestabilidad en Europa. Uno de los dos mayores activos de Ferrovial sigue siendo el 25% que posee del aeropuerto londinense de Heathrow (el otro es el 43% de la autopista ETR 407 en Toronto, Canadá), al que se suman las terminales de Aberdeen, Glasgow y Southampton, y desde hace poco el 60% del aeropuerto de Dalaman, en Turquía. El volumen de tráfico en Londres —19,4 millones de viajeros— les impide recuperar los dividendos que daba antes de la covid, y tampoco los espera para este año. “Hay que ser cautelosos”, trasladan en la empresa, pero creen que podrán llegar este ejercicio a los 45,4 millones de pasajeros (su récord está por encima de los 80 millones). Su apuesta por los viajes sigue ahí, pese a que el desplome del tráfico dio un bocado de 254 millones a las cuentas. De modo que buscan otras oportunidades, en especial a orillas del Mediterráneo.
Carreteras
Los mejores vientos para la compañía vienen desde Norteamérica, donde explotan sus rentables managed lanes, autopistas con tarifas dinámicas que se pueden modificar cada pocos minutos según el nivel de congestión, garantizando a los conductores determinada velocidad, y que tienen periodos de concesión muy largos. Para empezar, el resultado neto de 2021 —1.197 millones de beneficios sobre unas pérdidas de 424 en el primer año de la pandemia— tiene su origen en una plusvalía contable vinculada a la autopista I-66 de Virginia, en Estados Unidos, de la que el grupo adquirió en diciembre el 5,7% por 159 millones (tiene un 55,7% de participación). El ajuste contable por esa actualización también ha dado un subidón a la deuda neta consolidada, de 4.532 a 6.633 millones.
Los tráficos de las autopistas que operan en Estados Unidos y Canadá, donde está la joya de la corona (la mencionada ETR 407, paralela al primer anillo de circunvalación en Toronto), han ido mejorando, aunque de manera desigual, y aportaron un dividendo de 469 millones. También construyen nuevos viales, como la ampliación de la I-66 en el área de Washington o la extensión de la llamada 3C, en Texas. “Somos muy optimistas, la zona de Dallas-Fort Worth, con un aeropuerto de carga y zona logística, se está desarrollando mucho”. Y siguen intentando conseguir contratos en Atlanta (donde el Gobierno ha aprobado hacer otras tres autopistas de pago), Pensilvania, Luisiana y en el aeropuerto JFK de Nueva York. Ahí Ferrovial tiene un acuerdo para comprar a Carlyle el 96% de su participación en la nueva terminal 1, que agrupa las antiguas terminales 1, 2 y 3. Un proyecto que todavía sigue en estudio.
En la rama de construcción las cosas han ido bien, cuentan en la compañía, con récord de cartera por encima de los 12.000 millones y con un margen de explotación (ebit) de 132 millones. Quieren aprovechar el nuevo plan federal de infraestructuras de EE UU y la creciente iniciativa inversora de los Estados para proyectos de carreteras, agua, transmisión eléctrica y actuaciones contra el cambio climático. El año pasado también se adjudicaron un tramo del metro de Sídney, con 11 kilómetros y dos túneles, que creará 1.000 puestos de trabajo.
Y en desinversiones han obtenido 1.600 millones con las últimas operaciones: la venta de la actividad de medio ambiente en España y Portugal, la de oil and gas (a través de la empresa Timec, en EE UU), la actividad de reciclaje, las autopistas portuguesas y otras participaciones, como su 100% de Prisiones Figueras o el 22% de la Ciudad de la Justicia de Barcelona. Poco queda por hacer: han decidido seguir con una parte del negocio de infraestructuras, como el mantenimiento de las carreteras. En cambio, en compras siguen con la mente muy abierta, como lo demuestra su reciente adquisición en la India del 24% de la compañía de autopistas IRB. Su caja neta, de 2.200 millones, les puede ayudar a abordar nuevos proyectos.
El grupo, con 63.000 personas en plantilla, tendrá que lidiar con una inflación que está disparada, pero eso tampoco les preocupa en exceso, por su capacidad de trasladarla a los precios y porque contablemente sus activos se revalorizan automáticamente.
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