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Cepsa gira del negro al verde

La petrolera prepara un plan estratégico para saltar a la energía limpia, tras un cambio profundo en su cúpula directiva con la creación de dos nuevas divisiones

Fachada de la Torre Cepsa en Madrid.
Fachada de la Torre Cepsa en Madrid.JORDI ANGUERA

La casi centenaria petrolera Cepsa —fundada en 1929—le han entrado las prisas para apostar por las energías renovables, como han hecho muchos de sus competidores. El 1 de enero de este año nombró al holandés Maarten Wetselaar consejero delegado y reordenó su cúpula directiva. Además, ha lanzado dos nuevas divisiones: Mobility & New Commerce, que gestionará la transformación del negocio de movilidad de Cepsa, desarrollando además soluciones digitales, y Commercial & Clean Energies, que dará servicio a negocios entre empresas (B2B) en industria, agricultura, aviación, lubricantes, asfaltos, gas y electricidad, con soluciones de descarbonización para sus clientes.

Desde Cepsa explican que el reciente cambio en el organigrama es un paso más en su estrategia firme que busca acelerar la transición energética de la compañía. “Se trata de una tendencia global para acometer los compromisos de descarbonización y la Agenda 2030″, argumentan.

Wetselaar, directivo proveniente de la multinacional petrolera Shell, presentará en los próximos meses el nuevo plan estratégico de Cepsa que, según fuentes cercanas a la compañía, incluirá el desarrollo de todo tipo de energías limpias: producción de biocombustibles mediante residuos, hidrógeno verde y uso de renovables como la eólica o la fotovoltaica. También se definirá la forma de aterrizar en estas energías, bien a través de nuevas inversiones o mediante la adquisición de compañías ya existentes o la toma de participaciones significativas.

En la mesa del nuevo consejero delegado hay otro tema pendiente: la venta de la división química de Cepsa que cuenta, entre otros, con dos grandes centros industriales en Cádiz y Huelva. La decisión aún no está tomada, aunque se encargó al banco Citi la elaboración de un estudio sobre la conveniencia de esta desinversión. Todo está abierto, según apuntan fuentes cercanas a la compañía; desde la entrada de un inversor, la venta total o seguir manteniendo esta división. Las cifras que se manejan por esta operación rondan los 3.500 millones de euros, que serían un buen impulso para dar ese salto hacia el mundo renovable.

Cepsa está presente en 20 países y cuenta con la segunda red más importante de gasolineras en España y Portugal con 1.800 estaciones. A sus negocios químicos en Alemania, Reino Unido, Canadá, Nigeria, Brasil, China o Indonesia suma aquellos de exploración y producción de petróleo y gas en Argelia, México, Perú, Colombia y Emiratos Árabes Unidos. En total, la petrolera emplea a cerca de 10.000 personas. Con datos del tercer trimestre de este año, su producción de petróleo se situaba en los 80.400 barriles diarios con unas ventas de gas natural de 10.200 gigavatios/hora y un margen por barril de refino de 5,6 dólares, doblándolo respecto a 2020. Argelia y Emiratos Árabes Unidos, con 36.500 y 36.100 barriles diarios, acaparan la producción de Cepsa en la que Latinoamérica aportó en el tercer trimestre solo 7.800 barriles.

La antigua Compañía Española de Petróleos, SA (Cepsa) ha tenido una de las historias accionariales más movidas. La petrolera estuvo durante décadas en manos del luego fusionado Banco Central, pero en 1988 entró en el accionariado Abu Dabi IPIC (actual Abu Dabi Mubadala) con una participación cercana al 10% del capital y en 1990 la petrolera francesa Elf Aquitaine (posteriormente Total), que llegó a superar el 40% de las acciones. IPIC fue adquiriendo capital poco a poco y en 2011 lanzó una opa a la que acudió Total y buena parte de los accionistas minoritarios. La oferta triunfó y en agosto de ese año Cepsa abandonaba su negociación en la Bolsa española después de 81 años cotizando. Actualmente, Abu Dabi Mubadala y Carlyle Group ostentan el 63% y el 37% de la petrolera, respectivamente. Entre sus prioridades no está ahora mismo que la compañía vuelva a cotizar en Bolsa.

El bache de la covid

Las petroleras sufrieron con el estallido de la pandemia en el mundo y Cepsa no fue una excepción. Después de ganar 820 millones de euros en 2019, la compañía registró unas pérdidas de 919 millones en 2020. Con la actividad económica paralizada por la covid-19 y la brusca caída del precio del petróleo, las cifras de negocio bajaron hasta los 15.780 millones de euros, frente a los 23.857 que logró facturar el año precedente.

En 2021, sin embargo, la situación cambió por la recuperación de la actividad y los máximos de casi dos lustros en el precio del crudo, así como en el gas natural. Hasta el tercer trimestre de año —Cepsa presenta sus resultados anuales a mediados del próximo marzo— el beneficio neto roza los 500 millones de euros. El resultado de explotación (ebitda) creció en este periodo un 48% hasta los 1.346 millones. Las partidas de mayor crecimiento han sido la de refino con un aumento del 240% hasta los 117 millones, así como la división química con un aumento del 91% con un ebitda de 355 millones. Exploración y producción aumentaron el 83% hasta los 615 millones de ebitda en los nueve primeros meses de 2021, mientras el área comercial creció el 12% para aportar 345 millones.

La compañía apunta a la mejora del mercado como explicación a estos datos y a su programa de eficiencia “para mejorar el margen bruto y capturar ahorros sostenibles en costes operativos”. Unas cifras que han mejorado también la deuda del grupo en la que los bonos (1.500 millones) y los préstamos bancarios (1.848 millones) representan el grueso de su pasivo. La deuda representa ahora 1,6 veces su ebitda, mientras que en septiembre de 2020 alcanzaba las 2,2 veces. Eso sí, la caja de la compañía, su liquidez, ha bajado desde los 1.670 millones del pasado año hasta los 1.141 millones actuales.

Solidez de los bonos

Cuando una empresa no cotiza en Bolsa, son los analistas de su deuda los encargados de mirar con lupa sus cuentas y sus expectativas. Cepsa está calificada por Moody’s, Fitch y S&P, y en todos los casos sus bonos se sitúan en “grado de inversión” (investment grade). “Las acciones tomadas por la compañía durante la pandemia respaldan esa decisión [de mantener el rating fuera del bono basura], como la reducción de gastos de capital, recorte de dividendos y ahorros de eficiencia operativa con un impacto material relativamente menor en el flujo de caja que en otras petroleras”, destaca S&P en un informe.

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