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Estudiar un idioma en el extranjero mejora la empleabilidad y las competencias profesionales

Aprender un idioma en otro país potencia las habilidades lingüísticas, sube las expectativas laborales y ayuda a desarrollar la autonomía y las habilidades blandas

Un grupo de estudiantes de distintos países posan en las escaleras de su campus universitario.
Un grupo de estudiantes de distintos países posan en las escaleras de un edificio en su campus universitario.Daniel de la Hoz (Getty Images)
Nacho Meneses

Cuando Cristóbal Martín (26 años) terminó sus estudios de Economía en la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, sabía lo que quería hacer con su futuro, pero también era consciente de que debía mejorar ciertas habilidades, el inglés entre ellas. Y como tenía la espina clavada de no haber hecho un Erasmus, optó por hacer las maletas y tomarse un año sabático (lo que en inglés se conoce como gap year) en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), donde se dedicó a aprender inglés durante nueve meses: “Me di cuenta de que al mercado laboral le daba igual si empezaba a trabajar a los 22, a los 23 o a los 24. Total, nos vamos a jubilar a los 70... Y yo quería vivir esa experiencia internacional”, recuerda. Una decisión con un claro impacto positivo en las perspectivas laborales: el 67 % de los graduados con estudios en otros países encuentran su primer trabajo dentro de los seis meses siguientes a su graduación, según un estudio del Instituto de Educación Internacional y la Universidad de California; y hasta el 25 % de los CEOs y responsables de recursos humanos valoran la experiencia internacional como un requisito prioritario en la captación de talento, de acuerdo con el informe QS Employer Insights Report 2020.

Ya sea por tres semanas o por seis meses, estudiar un idioma en un país extranjero aporta beneficios que van mucho más allá de la mejora en competencias lingüísticas. Porque, independientemente de la edad, implica vivir en un país nuevo donde no se habla tu idioma y tienes que hacerte entender; donde no tienes cerca ni conocidos ni familiares; y donde asistirás a clases en las que trabajarás en proyectos con personas de otras culturas distintas a la tuya. Una experiencia que servirá para desarrollar habilidades blandas tan demandadas como la capacidad de comunicación y de aprendizaje, la resolución de problemas, el trabajo en equipo, la adaptabilidad, la resiliencia, la empatía o el liderazgo. Convertirse en bilingüe, además, mejora drásticamente la empleabilidad, abre las fronteras a la hora de buscar empleo y potencia las capacidades de comunicación y networking.

En 2013, la madrileña Laura González superó la selectividad, pero seguía sin tener claro qué estudiar. Hasta que un día, casi por casualidad, le surgió la posibilidad de irse a estudiar fuera, y acabó haciendo las maletas con dirección a Santa Bárbara, en California. “Mientras estaba allí, empezó a trabajar como voluntaria dando clases extraescolares a niños pequeños, y eso la animó después a estudiar Magisterio. Fue una experiencia que le sirvió para aclarar su futuro, pero también para ganar en madurez”, recuerda José Manuel, su padre, en conversación telefónica. “Allí tuvo que abrirse una cuenta en el banco; controlar su presupuesto; orientarse por la zona donde vivía con una bicicleta de segunda mano que había comprado; actuar con autonomía personal y ganar confianza en sí misma”, añade.

Estudiar en el extranjero

Está claro que, para aprender un idioma, resulta mucho más efectivo hacerlo en un entorno de inmersión social y cultural. Ahora bien, ¿por qué funciona tan bien? “Muchas personas creen que el aprendizaje solo sucede en el cerebro, pero no es así. Una gran parte es emocional, y viene dado por las vivencias, los compañeros y la presión del entorno; porque tienes hambre y vas a ir a un restaurante donde solo hablan francés”, explica Enio Ohmaye, Chief Experience Officer (CXO) de EF Education First. “La interacción física y la comunicación presencial tienen una riqueza que no puede obtenerse a través de una pantalla. Cuando vas a Bolivia o a China, estás rodeado de personas, de comida, de todo un entorno y un contexto que no puedes ignorar. Estudiar tres semanas en París no puede compararse con, por ejemplo, lo que puedas conseguir con Duolingo”.

Se trata, afirma, de exponerte a otras vivencias que te ayuden a tener una mayor amplitud de miras, a “abrir tu mente y considerar otras formas de ver la vida. Dejar de interpretarlo todo “al modo español” y empezar a verlo bajo el prisma americano, colombiano, japonés... Y todo eso, el pensar en otro idioma en el contexto de esa cultura, fomenta tu creatividad y tu capacidad de ver más allá. Si lo haces el número suficiente de veces, podrás adquirir una perspectiva realmente multidimensional”, añade. Las sedes de EF en Zurich y Lucerna, en Suiza, son tan internacionales como sus alumnos. No es postureo: creen a pies juntillas en los beneficios de esa multiculturalidad, y la autenticidad es fácilmente perceptible al caminar por sus pasillos e interactuar con sus trabajadores.

La importancia de estudiar en un entorno internacional es algo que también se percibe en Miss Porter’s School, un instituto privado de Secundaria para mujeres en el Estado de Connecticut (EE UU). Allí, participar en uno de los programas internacionales (clases interdisciplinarias que incluyen un viaje de dos semanas al extranjero) es un requisito imprescindible para graduarse: “Por ejemplo, la clase de Cultura de la Conservación en Costa Rica es una clase que explora los efectos sociales, económicos y medioambientales del ecoturismo. Las estudiantes participan en investigación medioambiental al mismo tiempo que conectan con agricultores y otros miembros de las comunidades locales, para conocer su perspectiva de primera mano y poder comprender su experiencia”, explica el español Santiago Enrique, director de su Institute for Global Education. El curso dura un trimestre completo, y el viaje a Costa Rica tiene lugar más o menos a mitad del trimestre. Cada año mandan a 90 estudiantes al extranjero, y tienen programas similares en Avignon (Francia) y Berlín (Alemania), con los que no solo practican el idioma, sino que intercambian ideas y crean lazos personales.

¿Cuándo conviene hacer un ‘gap year’?

“En España, muchos graduados universitarios tienen dificultades a la hora de encontrar un buen trabajo. Y, al mismo tiempo, las empresas se quejan de que no encuentran candidatos con las habilidades que necesitan... Así que, en este contexto, el gap year puede constituir un elemento diferenciador en una entrevista de trabajo o proceso de selección”, cuenta Valeria Valencia, Regional Office Manager de EF en Madrid. Una experiencia que puedes vivir en cualquier momento de tu trayectoria académica o profesional: tras la selectividad; cuando terminas la carrera; en el transcurso de ella, si necesitas tomarte un descanso; o incluso cuando ya estás trabajando, pero te das cuenta de que realmente no te gusta lo que estás haciendo, y necesitas un parón que puedes aprovechar para mejorar tu inglés. El menú, afirma Valencia, se adapta a todos los gustos: “Puedes elegir centrarte solo en el aprendizaje del idioma; combinarlo con el estudio de materias académicas relacionadas con una carrera; o prepararte para entrar posteriormente en una universidad en el mismo destino”.

“Esta experiencia me abrió los ojos al mundo. Se me cayeron todas las barreras y me di cuenta de que, con el inglés, podía desarrollar mi carrera en cualquier otro país”, afirma Martín, que empezó trabajando tres años en Deloitte y que hoy es auditor financiero de un banco suizo de la mano de Ernst & Young. El objetivo, en definitiva, es lograr en el estudiante una transformación profunda en la que, más allá de convertirse en un ciudadano global, desarrolle habilidades como la resiliencia, la creatividad, la resolución de problemas o el pensamiento analítico. “Porque también puede suceder que, por ejemplo, un chico coreano de 13 años vaya a Cambridge unos meses y que, al volver, lo único que haya crecido es su ego, haciéndole sentirse mejor que el resto solo por haber tenido esa oportunidad. Y no es ese el cambio que perseguimos”, defiende Ohmaye.

Aunque las ventajas de este tipo de programas son claras, existe un obstáculo que para muchos puede ser insuperable: el del precio. No en vano, como reconoce Ohmaye, “tan solo el 0,01 % de la población puede permitirse o tiene el valor o la oportunidad de estudiar en el extranjero”. Para ellos, explica, desarrollaron la escuela de inglés online de EF, con el objetivo de que la experiencia fuera lo más inmersiva posible, “y de que, si tú no tienes la oportunidad de viajar a Nueva York, te puedan acercar Nueva York a tu casa” gracias, como no, a los avances tecnológicos.

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Sobre la firma

Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS

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