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Badia del Vallès, la ciudad de 5.400 pisos sociales que perderán la protección este año: “Igual viene gente más selecta”

Pegado a Barcelona y construido hace 50 años por el Instituto de la Vivienda franquista, el polígono de viviendas afronta el salto al mercado inmobiliario por el fin de la calificación como VPO

Badia del Valles
Edificios de la avenida de Burgos de Badia del Vallès, fotografiados desde un décimo piso de la calle de Ibiza, este jueves.Albert Garcia
Clara Blanchar

Badia del Vallès (13.000 habitantes muy cerca de Barcelona) tiene tantas singularidades que urbanistas o antropólogos sacarían material para varias tesis doctorales. Es el único municipio de España con el 100% de vivienda de protección oficial (VPO). Son 5.400 pisos en 190 edificios levantados hace 50 años por el Instituto de la Vivienda franquista, y que este año perderán su condición de protegidos. Adjudicados inicialmente a empleados públicos o de empresas públicas (Renfe, Seat, Telefónica, Macosa...), pasarán al mercado libre. El cambio se produce en plena crisis habitacional, con un parque de vivienda pública pírrico cuando más falta hace, y cuando las administraciones (también el Gobierno de Pedro Sánchez) plantean que la calificación de protección oficial sea indefinida para los nuevos pisos públicos. Todo un reto para un municipio donde, además, la población está muy envejecida y, por cuestión de edad, aguarda un relevo de vecinos.

Otras peculiaridades del municipio son que solo mide un kilómetro cuadrado y que el término municipal dibuja la silueta de la península ibérica. En una punta está la calle Oporto. En la otra, la calle Ibiza. La calle mayor es la avenida Burgos. Pero hay que saber geografía para moverse, porque no hay placas con los nombres. Con un agradable espacio público y jardines entre bloques, no hay ni un semáforo. Así de tranquila es una localidad que a finales de los 70 rozó los 30.000 habitantes (las familias eran numerosas), tenía ocho escuelas, y donde los vecinos todavía se conocen. Badia tiene el PIB más bajo de Cataluña, porque no tiene más actividad económica que las tiendas; una renta también de las más bajas, una tasa de paro del 15,7%, y el 25% de la población son jubilados con pensiones modestas. El municipio arrastra un estigma por su origen humilde, aislado y porque los edificios tienen amianto (un material del fibrocemento que si se rompe dispersa fibras muy tóxicas). Una mala fama cuestionable, porque Badia ha mantenido la cohesión. La población nacida en el extranjero no llega al 6%, lejos de la media catalana del 17%. Vox tiene dos de los 17 concejales del consistorio.

Matilde y Carmen, de 84 y 82 años, son vecinas de rellano desde que hace 50 años llegaron a Badia del Vallès. En la imagen, el jueves pasado, cuando salieron a comprar.
Matilde y Carmen, de 84 y 82 años, son vecinas de rellano desde que hace 50 años llegaron a Badia del Vallès. En la imagen, el jueves pasado, cuando salieron a comprar. Albert Garcia

Es una incógnita qué pasará con el salto de una población entera al mercado inmobiliario. Son viviendas grandes, de entre 76 metros cuadrados y casi 100. Luminosas, ventiladas y bien distribuidas. Pero pesan la reputación y el amianto (este año arranca un plan de retirada con una inversión de 4,5 millones de euros). Mientras, muchos de los que crecieron allí y tuvieron que emanciparse en municipios del entorno, regresan. Como Carmen, cartera: “Llegué con siete años, cuando no había servicios y hubo que lucharlo todo: los autobuses, el ambulatorio, el mercado... Me marché a Sabadell al casarme, y viví en tres pisos, todos mal. Volví en 2004, aquí los pisos están bien, no hay grandes problemas, es tranquilo, tenemos de todo, mi madre vive aquí. Como Badia, no hay nada″. “Supongo que subirán los precios, igual viene gente más selecta”, vaticina Carmen. “Somos gente trabajadora, mi padre era de la Seat, pero tenemos esta fama, el futuro dependerá del tipo de gente que venga”, apunta Manolo, que llegó con 12 años y a los 64 sigue en el piso donde vivió con sus padres, reformado.

Carmen pudo regresar a Badia cuando se marcharon unos tíos suyos muy mayores. Durante la vigencia de la protección de los pisos, las compraventas se realizan actualizando el precio por metro cuadrado oficial, con una autorización de la Agencia de Vivienda de la Generalitat, y siguen siendo públicas hasta que cumplen los 50 años. En 1975 costaron “menos de medio millón de pesetas”, 3.000 euros. Ahora los pocos que hay en venta están sobre los 140.000 euros, más baratos que en ciudades del entorno.

Legalmente podrían venderse por más, porque con el módulo actualizado los precios alcanzan los 180.000 euros, “pero la gente todavía no ha cambiado el chip de Badia como ciudad dormitorio”, cuenta Ana Rodríguez, 20 años en la inmobiliaria Promocasa. “Aquí hay mucha rotación de hijos que vuelven. Me llaman y me dicen ‘Ana, búscame algo, que en tal ciudad no me hago’. También entran parejas jóvenes porque es más asequible”, añade. Buena parte de los pisos de Badia han perdido ya la condición de protegidos, y los últimos que se escrituraron cumplirán 50 años en febrero de 2026.

Badia del Vallès se creó en los años 70 del siglo pasado. Sus 3.400 pisos se reparten en 190 edificios y este año perderán la condición de vivienda protegida.
Badia del Vallès se creó en los años 70 del siglo pasado. Sus 3.400 pisos se reparten en 190 edificios y este año perderán la condición de vivienda protegida. Albert Garcia

Ricard Fernández, que fue Secretario de Vivienda de la Generalitat con el Gobierno tripartito, vivió su juventud en Badia y recuerda la “potente vida comunitaria que había”. El curso que llegó, en 1978, un vecino del edificio les recogía cada noche del instituto con una furgoneta a su hija, él y varios chavales más. “Badia tiene problemas y a medio plazo pueden subir los precios, pero corría el riesgo de degradarse y no ocurrió. No hay que hacer ciudades así, ni vivienda que pierda la protección, eso es historia; pero hemos de aplaudir que ha mantenido la cohesión y que la vivienda protegida cumplió su función social, porque los vecinos han podido vivir durante décadas con la tranquilidad de tener el piso pagado”.

En la calle, caminan apoyadas en sus carritos Matilde y Carmen. 84 y 82 años. Vecinas de rellano desde 1975, “cuando no habían puesto ni los ascensores”. “Aquí se vive muy bien, luchamos por todo y si pagabas, sabías que el día de mañana el piso sería para ti y vivirías tranquila. ¿El futuro? Yo ya estoy de salida, pero los hijos y nietos vuelven”, dice Carmen. “¡Dile al alcalde que las aceras están muy mal!”, grita Matilde al despedirse señalando una baldosa levantada.

El alcalde es Josep Martínez Valencia (PSC). Hijo de Badia, 34 años. Su predecesora en el cargo, Eva Menor, fue nombrada en 2024 consejera de Igualdad de la Generalitat. El regidor cita otros badienses ilustres: Antonio Díaz (el mago Pop), un magistrado del Tribunal Supremo, médicos que son eminencias... “Somos ejemplo de ascensor social y tenemos que seguir siendo la ciudad de acogida que fue Badia, de trabajadores que habían migrado a Cataluña desde toda España”, dice. “El 50 aniversario es una oportunidad para ser modelo en políticas de rehabilitación, con el amianto; para acoger a nuevos perfiles poblacionales, con vecinos del entorno y de Barcelona, para acercarnos a la Universidad Autónoma [a 10 minutos andado], para tener alquiler libre, pero con control”, enumera Martínez Valencia. Ahora el alquiler es poco y social. Y otra peculiaridad: la ciudad es propietaria de los locales comerciales, de manera que puede decidir sobre la oferta comercial.

El Ayuntamiento ha puesto a trabajar a un grupo de expertos para que analice el impacto que tendrá el salto de la vivienda al mercado. “Es una ocasión para pasar página de un estigma que viene de fuera, pero que también nos hemos creído dentro”, dice el alcalde. Y sentencia: “Somos poligoneros, sí, pero también trabajadores orgullosos y ejemplo de memoria democrática, Badia nació cuando acababa el franquismo”.

Fraude masivo antes del estallido de la burbuja inmobiliaria y desahucios

Antes del estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008, en Badia del Vallès se produjo un fraude masivo en la compraventa de pisos de protección. El frenesí del ladrillo y los precios por las nubes llegaron a este municipio donde, legalmente, la vivienda solo se puede traspasar a precio tasado mientras se mantiene la protección. Cientos de viviendas protegidas fueron vendidas (muchas a familias de origen marroquí) a precios que multiplicaban por cinco su valor legal, un negocio en el que participaron los mismos propietarios, cajas de ahorro y notarios. La Generalitat acabó interviniendo, instando a entidades y notarios que no hicieran la vista gorda y mediando para frenar desahucios. El fraude estalló cuando las familias compradoras se quedaron en paro y no pudieron pagar unas hipotecas desmadradas de precio. La resaca fue larga y años más tarde las familias que habían perdido la vivienda toparon con una nueva deuda: Hacienda les reclamó las plusvalías tras haber entregado sus pisos a los bancos. 

El perímetro de Badia del Vallès dibuja la península ibérica.
El perímetro de Badia del Vallès dibuja la península ibérica.

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Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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