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Seguridad Social
Tribuna
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Por qué las bajas flexibles que propone el Gobierno sí protegen la salud de los trabajadores

Facilitar un retorno más temprano al trabajo, en condiciones de seguridad, puede ser beneficioso para el bienestar de los asalariados

Dinero público
Varias personas en la puerta de una oficina del SEPE.Alberto Ortega (Europa Press)

El pasado jueves, la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, anunció la propuesta de una baja laboral “flexible”, que permita a los trabajadores reincorporarse al trabajo de forma progresiva mientras se recuperan de su enfermedad o accidente. Se trata de una posibilidad que ya existe en otros países europeos, como Suecia, Noruega, Finlandia, Alemania, Países Bajos o Reino Unido y a la que el Comité de empleo y asuntos sociales del Parlamento Europeo se mostró favorable en 2018. Aquí la propuesta ha sido recibida con muchas reticencias, que son más que comprensibles, atendiendo a la sensibilidad de un tema que afecta directamente a la salud de los trabajadores. Sin embargo, existen argumentos técnicos que sugieren que intentar facilitar un retorno más temprano al trabajo, en condiciones de seguridad, puede ser beneficioso para el bienestar de dichos trabajadores.

Ya hay múltiples estudios científicos que demuestran que alargar la inactividad laboral no solo no es siempre necesario, sino que puede resultar perjudicial. Muchas enfermedades o lesiones se inician con una fase aguda, que es del todo incapacitante, pero después se estabilizan en un periodo duradero de recuperación progresiva, en el que los síntomas se moderan y la persona va recobrando poco a poco las facultades que requiere para desenvolverse en su vida diaria. Es en este punto donde merece la pena realizar un esfuerzo desde el ámbito laboral para procurar que las condiciones de trabajo sean compatibles con el estado de salud del trabajador mientras termina de curarse. De lo contrario, se ha comprobado que, cuanto más permanece un trabajador de baja, más complicado le es poder volver a su puesto habitual, porque la inadaptación laboral aumenta con el paso del tiempo.

Por ejemplo, las enfermedades musculoesqueléticas, como la lumbalgia o la cervicalgia, son la primera causa de baja en nuestro país. Pues bien, para su tratamiento médico, las últimas recomendaciones científicas señalan que, al contrario de lo que se creía tradicionalmente, conviene evitar el reposo excesivo y mantenerse activo. Por ello, ya se ha comprobado que adaptar las funciones del trabajador para facilitar que pueda reincorporarse al trabajo propicia su mejoría clínica y previene recaídas posteriores. Por este mismo motivo, en los años ochenta se podía despedir a los trabajadores que practicaban cualquier deporte estando en incapacidad temporal, mientras que ahora ya no se sanciona que se ejerciten. Solo se les puede despedir si la práctica concreta que realizan demuestra que están fingiendo su enfermedad.

Ocurre algo similar con los trabajadores afectados por ciertas enfermedades mentales, que son la segunda causa de baja en España. Al respecto, se ha comprobado que los periodos largos de inactividad perjudican la autoestima en cuanto a la percepción de la propia capacidad, derivan en aislamiento social y alimentan conductas de retraimiento y desesperanza que pueden incluso agravar la causa médica de la baja. Por tanto, acompañar el tratamiento psicológico con una exposición paulatina y controlada al trabajo resulta una medida adecuada que puede favorecer la recuperación. Cuando esta posibilidad no existe, la preocupación por tener que enfrentarse de golpe a todas sus responsabilidades tras el alta médica puede generar una presión mental todavía mayor para el trabajador.

La tercera gran causa de las incapacidades temporales en nuestro país es el cáncer. Los trabajadores con esta enfermedad también tienen muchas dificultades para regresar al trabajo cuando su condición se estabiliza. Es más, corren un grave riesgo de quedar apartados de la vida laboral, porque pueden sufrir secuelas como el dolor o la fatiga crónica. Aun así, las asociaciones de pacientes reivindican que facilitar la reintegración laboral de los trabajadores que querrían trabajar es fundamental para que puedan volver a disfrutar de una calidad de vida similar a la que tenían antes de la enfermedad. Este regreso al trabajo tiene muchos visos de fracasar si se les obliga a retomar todas sus funciones con la misma intensidad que se les exigía antes de enfermar, pero es viable si se produce de forma gradual y con el apoyo laboral necesario.

En definitiva, entender que el día antes del alta médica el trabajador está totalmente enfermo y que al día siguiente está totalmente recuperado es una ficción jurídica que no se ajusta a la realidad. Esta circunstancia puede darse en casos de patologías breves como una gripe o una gastrointeritis. Pero la mayoría de las enfermedades que se alargan se quedan en un punto intermedio entre el malestar y el bienestar absoluto. El inconveniente es que nuestra legislación no admite grises ni matices porque entiende la salud como si fuera una variable binaria cuando no lo es. O baja médica o alta y a trabajar, sin medias tintas.

En cambio, como se ha querido mostrar aquí, en la práctica el problema es más complejo, lo que indica que también podrían buscarse soluciones más razonables y proporcionadas que el todo o la nada. Para ello habría que contar, por supuesto, con todas las garantías: una supervisión médica adecuada y especializada, una buena predisposición por parte del trabajador y de la empresa, el apoyo técnico y económico para realizar las adaptaciones que hagan falta o un cuidado extremo de todas las medidas de prevención de riesgos laborales. No son condiciones fáciles de cumplir y por ende la reforma que haría falta para poder aplicar las bajas flexibles no sería sencilla. Pero no parece sensato afirmar, de entrada, que la idea tiene que ser automáticamente descartada porque deja desprotegida la salud de los trabajadores.

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