España aguanta las primeras embestidas de la ralentización europea
El mercado laboral, la población inmigrante, la moderación salarial, la situación energética, los fondos europeos y el gasto público sujetan la economía en un entorno complejo
Retorna el frío a la economía europea. Solo hay que echar un vistazo al estado de su locomotora. Alemania vuelve a ser el enfermo de Europa con una crisis que le golpea por muchos frentes y que ha puesto en evidencia las fragilidades de su modelo de crecimiento: la crisis energética e industrial tras retirarle el dopaje del gas ruso barato; las dificultades de su estructura exportadora agravadas por los males de China; un déficit demográfico que la deja sin trabajadores; la falta de infraestructuras, consumo privado y tecnología puntera; la necesidad del automóvil de adaptarse a las exigencias verdes… Alemania padece, e Italia y Holanda ya cayeron en el segundo trimestre. El deterioro de la industria europea empieza a trasladarse a los servicios. Además, las subidas de tipos buscan domeñar la inflación ahogando la actividad mediante un aumento de la carga financiera y la restricción del crédito y la inversión.
El riesgo de una recesión en el horizonte es palpable. No obstante, el flotador que puede facilitar un aterrizaje suave es el extraordinario comportamiento del mercado laboral. Aunque con menos horas trabajadas, el empleo todavía muestra una fortaleza inusitada. En un contexto de falta de mano de obra y ante una ralentización considerada transitoria, las plantillas se aguantan a costa de las horas y la productividad. “La moderación de la actividad por ahora solo se ha traducido en una reducción de las vacantes, pero no en despidos”, señala Rafael Doménech, economista de BBVA Research. En tanto que el empleo resista, el consumo tendrá un sostén.
En medio de este escenario endiablado, sorprende la evolución de la economía española. Crece a ritmos que duplican los del resto. En el segundo trimestre exhibe una expansión vigorosa del 0,5%, mientras la eurozona se asoma a la contracción.
La pregunta es cuánto puede aguantar España sin que sus socios comerciales le arrastren y los tipos hagan mella sumándose al pesado lastre de la inflación acumulada. Son muchos shocks seguidos. Las cifras más recientes evidencian que también la economía española se está ralentizando de forma intensa. “Hasta ahora nos había mantenido con fuerza el sector exterior, pero se aprecia, sin lugar a dudas, una tendencia descendente del crecimiento. No es nada dramática, en ningún caso se ve a estas alturas un desplome”, explica el exministro Jordi Sevilla.
El empleo se frena tras una fortísima primera mitad de año. Los datos de ventas de los bancos y de la Agencia Tributaria revelan descensos desde julio. Los indicadores actualizados tanto de la Autoridad Fiscal como de EsadeEcPol-EY avanzan un crecimiento plano en el tercer trimestre. Y las encuestas a empresas PMI proyectan una leve contracción de la actividad tras el verano. El Banco de España se muestra más optimista: pronostica un 0,3% de avance trimestral entre julio y septiembre y debilidad entre octubre y diciembre.
La inflación y las subidas de tipos están erosionando la capacidad de compra de las familias, sobre todo de las más vulnerables. Y el reciente encarecimiento del petróleo reaviva la preocupación por los precios. Aunque este repunte es diferente: “Dista del de 2022, no lo están acompañando otras materias primas y la recuperación de los beneficios puede absorberlo”, apunta Raymond Torres, de Funcas. Eso sí: la capacidad de ahorro se está deshaciendo y la inversión en equipo no tira en parte por la restricción de la financiación y pese al impulso de los fondos europeos. Cabe pensar si en alguna medida estos recursos se están usando para sustituir inversión propia y así reforzar sus finanzas, sugiere Doménech.
Las alzas de intereses también deberían afectar más a los hogares españoles en la medida en que tienen más hipotecas a tipo variable y van actualizando sus tipos. Las exportaciones flaquean desde abril. Y el turismo va a moderar su crecimiento una vez se ha agotado la recuperación de la covid y conforme acuse el mordisco de la inflación.
El consumo público se disparó con la pandemia y ha seguido subiendo: supera en un 9% el nivel de 2019 una vez restada la inflación. Este chute fiscal ha ayudado a proteger rentas y puede empezar a diluirse en 2023 al someterse de nuevo a la disciplina fiscal europea y retirarse las ayudas de la crisis energética.
Las fuerzas contractivas son poderosas. Pero aún así la economía española da señales de aguante. ¿Qué explica esta resistencia? El mercado laboral, la población inmigrante, la moderación salarial, la situación energética, los fondos europeos y el gasto público pueden estar detrás.
Hasta hace poco una parte de la fortaleza procedía del magnífico rendimiento del sector exterior vendiendo servicios de empresas, bienes y un turismo beneficiado por la recuperación postpandemia. En este sentido, puede haber sido clave la moderación salarial. Como señala el investigador de Fedea Miguel Ángel García, entre 2019 y 2022 el salario por ocupado ha caído una vez restada la inflación un 4,8%. Aunque se ha producido a la vez una fuerte subida de cotizaciones y del salario mínimo, los costes laborales han ganado competitividad en términos reales, contribuyendo a aguantar el empleo.
Y en esa ganancia de competitividad ha influido la desinflación, que ha llegado antes a España: en parte por un sistema de precios eléctricos que traslada muy rápido las bajadas y subidas del mercado mayorista a los consumidores. En parte por el mecanismo ibérico y el mayor despliegue de renovables. Y en parte porque en España nunca hubo temores a cortes de suministro. Gracias a las instalaciones de gas licuado, los precios han sido más baratos que en el resto de Europa. Todo ello ha generado una ganancia en competitividad de la industria española. Así lo ha detectado el Banco de España en los sectores más intensivos en energía.
Otro elemento diferenciador ha sido la población. Esta ha vuelto a aumentar como si fueran tiempos de la burbuja por la llegada de inmigrantes. En el último año y medio crece en 700.000 personas, lo que supone más trabajadores, más consumo y, por ende, más crecimiento. Un tercio de los empleos creados desde la pandemia han sido foráneos: más de 450.000. Podrían suponer entre uno y dos puntos de PIB. El grueso procede de América Latina, así que el español puede acabar siendo una ventaja para suplir parte del enorme déficit demográfico y de vacantes pese al elevado desempleo.
Una situación financiera más saneada
Tampoco se aprecia por ahora que el alza de tipos esté descarrilando la economía. Esta vez parece que las familias y empresas españolas están en mejores condiciones para afrontarlas. Un hito crucial es que los hogares hayan pasado de estar muy endeudados a ser acreedores netos. Es decir: poseen más activos que deuda y, por tanto, les perjudica menos el incremento de tipos. También hay una mayor proporción de hipotecas a tipo fijo, sobre todo entre las nuevas que soportan una mayor carga de deuda. Mientras el empleo aguante permite además que las familias amortigüen la subida de tipos aumentando las amortizaciones y renegociaciones de hipotecas, tal y como está ocurriendo. Las empresas también están más saneadas y cuentan con liquidez por la recuperación del excedente, los fondos europeos, los ICO y, quizás, una menor inversión.
La pérdida de poder adquisitivo se ha producido a la vez que había aumentos considerables del salario mínimo e importantes ayudas públicas que han protegido el consumo. Y no solo ha habido una gran inyección de gasto público, por ejemplo con ayudas por la crisis energética y revalorizando pensiones, también han sido librados 23.000 millones de fondos europeos, lo cual podría representar hasta dos puntos de crecimiento desde 2021.
La actividad debería mejorar según vayan subiendo los salarios y haya una recuperación parcial del poder de compra en un contexto de desinflación. La población y los fondos europeos seguirán dando empuje. Aun así, la incertidumbre persiste. “En estas circunstancias no hay razones para tipos más altos, se necesita una pausa para alejar el riesgo de recesión”, dice Raymond Torres.
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