La inversión de las petromonarquías en el Ibex roza ya los 12.000 millones tras la irrupción de Arabia Saudí en Telefónica
Qatar lidera la apuesta de los países del golfo Pérsico por las grandes empresas españolas, que ha crecido exponencialmente en la última década
El aterrizaje, inesperado y no consensuado, del gigante saudí de las telecomunicaciones STC en el capital de Telefónica ha sido la última y más sonada operación de compra alimentada por los petrodólares en España. Pero no, ni mucho menos, la única: en los últimos años, de forma mucho más sigilosa y sin levantar el revuelo político y mediático que ha desatado el movimiento de Riad en la teleco, el Ibex 35 —que reúne la flor y nata de las cotizadas españolas— ya era objeto de deseo para el capital estatal procedente de la península Arábiga.
Si se suman los más de 2.100 millones de euros que ha puesto la saudí en la compañía que preside José María Álvarez-Pallete, son 11.500 millones los que llevan ya invertidos en el selectivo español. 8.500 millones, casi las tres cuartas partes de ese dinero cincelado por los combustibles fósiles, proceden de Qatar, el tercer mayor exportador de gas natural del planeta. Un gas, para más señas, imprescindible para que Europa pueda sobrellevar el corte de los gasoductos procedentes de Rusia.
La primera gran operación protagonizada por países del golfo Pérsico en el Ibex se remonta a más de una década atrás, y tiene a Qatar y a Iberdrola como protagonistas. Era marzo de 2011, y el emirato ya asomaba la cabeza como actor relevante en el mundo de las finanzas. En España, los ojos de su poderosísimo fondo soberano (Qatar Investment Authority) se posan sobre la mayor eléctrica española, una compañía que aporta justo lo que no tiene: una amplia presencia internacional y, sobre todo, una estrategia plenamente volcada en las energías renovables; un jugoso dividendo y, a la vez, una interesante promesa de crecimiento tanto en eólica como en solar fotovoltaica.
El vehículo inversor catarí pagaría entonces 2.021 millones de euros —una cantidad similar a la que hoy desembolsa STC por el 9,99% de Telefónica— por el 6,16% de la empresa que preside Ignacio Sánchez-Galán, y se convertiría así en el tercer accionista de la energética tras ACS y la entonces caja de ahorros vizcaína BBK. Pero no se quedaría ahí: en febrero de 2012, cuando no había cumplido ni un año como accionista de Iberdrola, desembolsaba casi 500 millones más y alcanzaba el 8,4%. Hoy ya supera el 8,71%, una participación que —a los actuales precios de mercado— vale más de 6.000 millones y que le sitúa, por mucho, como primer accionista de la segunda empresa más valiosa del país, tras Inditex.
Durante casi tres años y con la economía baqueteada por la crisis del euro —el rescate a España se produjo en junio de 2012—, la actividad compradora de los países del Golfo se frena. Solo temporalmente: son, todavía, tiempos de petróleo y gas caros, en los que los exportadores de ambas materias primas energéticas siguen engordando su hucha. Y ese dinero no tardará en llegar, tanto a España como al resto del Viejo Continente.
Enero de 2015. Qatar Airways, la aerolínea de bandera de aquel país —100% propiedad del emirato— entra en el capital de IAG, el grupo hispano-británico propietario de British Airways, Iberia, Aer Lingus o Vueling. Compra el 9,99%, por el que paga algo más de 1.500 millones de euros. Se convierte, así, en su primer accionista, una posición que consolidaría poco después: cuatro meses más tarde alcanzaba el 15% y en agosto del año siguiente, el 20%. En febrero de 2020 —solo unas semanas antes que la pandemia propiciase el mayor golpe de la historia para el sector aéreo— llegó a superar el 25%, una posición que se ha mantenido estable desde entonces al acudir a la ampliación de capital con la que el grupo logró sobrevivir en lo más duro de la crisis de la covid-19.
Salvando las diferencias, que son muchas, la operación catarí en IAG es quizá la que más similitudes guarda con la de Arabia Saudí y Telefónica. No solo por la participación inicial, ligeramente inferior al 10%, sino porque se instrumentalizó a través de una empresa del mismo sector y propiedad —parcialmente, en el caso de STC; totalmente, en el caso de Qatar Airways— del Estado.
Octubre de 2018. El fondo soberano catarí daba un golpe encima de la mesa en el accionariado de la socimi Colonial al alcanzar la quinta parte del capital, muy lejos del 3,8% con el que se estrenó en 2014. Lo hacía a cambio de ceder al grupo español toda su participación en la compañía inmobiliaria francesa Societé Foncière Lyonnaise (SFL). Cinco años más tarde, su peso en Colonial ronda el 19%, con un valor de mercado de algo más de 570 millones.
Casi en paralelo, también en octubre de 2018, el brazo inversor de Abu Dabi —la capital de Emiratos Árabes Unidos— entra en el accionariado de la empresa de torres de telefonía Cellnex al comprar parte de la participación de la familia italiana Benetton. Lo hace, curiosamente, de la mano de otro fondo soberano que nada tiene que ver con el Golfo: el de Singapur. En julio del año siguiente volvería a aumentar su cuota, en una operación con idénticos protagonistas. Hoy, casi un lustro después, tiene el 2,7% de la empresa, la octava del Ibex por capitalización, dos puestos por encima de Telefónica. A los precios actuales, el valor de la participación emiratí ronda los 660 millones de euros.
La foto fija de los petrodólares en el Ibex la completa el gestor de la red gasista nacional, Enagás, una empresa crítica para los intereses españoles y en la que el Gobierno, a través de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), se reserva un 5% y una acción de oro. Era octubre de 2020, aún en plena pandemia, cuando el fondo soberano de Abu Dabi afloraba una participación del 3%; una apuesta nítida por el dividendo recurrente y la certidumbre que ofrece un negocio regulado. España no le era para nada ajena a Mubadala, nombre del vehículo inversor del emirato: fuera del selectivo, Cepsa, la mayor petrolera no cotizada de Europa, está bajo sus dominios —íntegramente durante años; ahora solo parcialmente— desde hace más de una década.
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