Furor en Bélgica por un bono público ante la baja rentabilidad de los depósitos bancarios
El Gobierno ha recaudado 21.900 millones entre más de 600.000 ciudadanos, la cifra más alta de la historia en Europa
En Bélgica ha sido todo un acontecimiento. En solo una semana, la que fue del 24 de agosto al 1 de septiembre, más de 600.000 ciudadanos compraron un bono a un año lanzado por el Estado. En un país que no llega a los 12 millones de habitantes, eso supone que uno de cada 20 ha participado de la mayor operación financiera lanzada nunca por el Estado belga. Los 21.900 millones recaudados por las arcas públicas tampoco tienen parangón en la historia europea de este tipo de emisiones, y ante el éxito de la iniciativa, la popularidad de su gran valedor, el ministro de Finanzas, Vincent Van Peteghem, se ha disparado.
“Queridos banqueros, es hora de despertar”, titulaba su editorial de este martes el diario Le Soir, uno de los más leídos del país. El movimiento ha sido presentado como un win-win para el Estado y los ciudadanos. El primero logra rebajar los intereses que paga por su deuda gracias a esa lluvia de millones proveniente de particulares. Los segundos obtienen una rentabilidad del 3,3% antes de impuestos (2,81% neto) a cambio de dejar su dinero un año en manos públicas.
Solo se habla de un perdedor en toda esta historia: la banca. Y por eso Le Soir les insta a captar el mensaje: las entidades han visto como sus clientes retiraban masivamente dinero de unos depósitos que apenas les generan rentabilidad en un momento de alta inflación y lo redirigían hacia papá Estado, más generoso en su retribución.
Las cifras son mareantes. En total, el llamado bono de Estado ha obtenido 21.900 millones de euros de 634.000 ciudadanos. 400.000 de ellos enviaron la transferencia desde su banco, y el resto lo depositó directamente en la agencia de deuda. En Europa, solo Italia y los 18.000 millones que llego a percibir se acercan a esos números. El precedente más recordado estos días en Bélgica ha sido la emisión lanzada en diciembre de 2011 por el entonces primer ministro en funciones, Yves Leterme, que en un llamamiento a los ciudadanos recaudó 5.700 millones para aliviar las cuentas públicas en plena crisis de deuda europea, con las primas de riesgo disparadas y los intereses por las nubes.
Ahora, el montante cobrado prácticamente cuadriplica esa cantidad, lo que ha generado cierta sorpresa por la fiebre desatada. Uno de los más damnificados ha sido el banco francés BNP Paribas, muy presente en Bélgica, del que han salido 6.200 millones. Las autoridades interpretan el fuerte respaldo de los ciudadanos como un refuerzo al Estado, dado que no solo reduce su factura en intereses, sino que envía a los mercados un mensaje de confianza en las instituciones.
Ese apoyo no es baladí para uno de los países más endeudados de Europa, con el 106% del PIB, porcentaje que el FMI espera aumente hasta el 120% en 2028. Famoso además por sus largos periodos de gobiernos provisionales por la dificultad para llegar a pactos en un escenario muy fragmentado. Y al que los nacionalistas flamencos presentan a menudo al borde del colapso.
En un comunicado, Van Peteghem sacó pecho del resultado. “El éxito de la emisión del bono estatal a un año demuestra que nuestros hogares y ciudadanos aspiran a un rendimiento mayor y más seguro de sus ahorros”. Y se dirigió directamente a la banca, aún renuente a remunerar el ahorro de forma competitiva pese a sus beneficios récord. “Ahora corresponde al sector bancario tener en cuenta esta señal y recuperar así la confianza de sus ahorradores”.
¿Financiación más cara?
En medio de los cantos de victoria, las voces críticas, minoritarias, advierten de que la rentabilidad del bono tampoco es para tirar cohetes, y que una vez transcurrido el año, allá por septiembre de 2024, seguramente los tipos de interés sean más bajos, con lo que no podrán volver a comprar deuda del Estado tan rentable. Para la banca, la peor pesadilla sería que la gran acogida del bono lo convirtiera en una práctica habitual y no en una decisión extraordinaria. Desde el sector advierten de que si sus depósitos se reducen para viajar a las arcas públicas, también lo hará el crédito disponible para aquellos que necesiten endeudarse, con lo que se encarecerá la financiación y en última instancia la economía se resentirá.
La rotunda respuesta de los belgas deja también otra sensación, la de que en los hogares aún quedan importantes bolsas de ahorro disponible. El perfil de los inversores ha sido muy variado, hay quienes han puesto 1.000 euros y quienes superan el millón. Pero la aportación media, superior a los 30.000 euros, indica que en tiempos de precios desorbitados e incertidumbre económica, existe músculo para aguantar las turbulencias, y apetito por contar con productos que eviten la pérdida de poder adquisitivo, aun cuando eso suponga no poder utilizar el dinero durante un tiempo.
El interés por invertir en deuda pública no es exclusivo de Bélgica. En España fueron noticia las colas que se produjeron el pasado febrero a las puertas del Banco de España para adquirir letras del Tesoro, antes de que la entidad optase por implantar la cita previa para evitar colapsos. La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, ha instado repetidamente a la banca a que mejore la remuneración de los depósitos, la última vez este mismo lunes, pero hasta que eso suceda —si sucede—, el ahorro que busca productos seguros, ajenos a los vaivenes de la Bolsa, está desplazándose hacia la deuda pública.
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