Los hogares empiezan a ganar renta real gracias a la moderación de los precios
Los ingresos crecen un 5% hasta marzo descontada la inflación. Las familias reducen el consumo y la inversión en vivienda mientras suben el ahorro para hacer frente al gasto de las hipotecas
La inflación se modera y comienza a notarse en las cuentas de las familias. Los hogares por fin logran ganar renta pese a una crisis de precios que empezó con la reapertura tras la pandemia, se disparó hasta niveles no conocidos en 40 años con la crisis energética que provocó la guerra de Ucrania y todavía persiste en la cesta de alimentos. Según datos del INE, los ingresos de las familias después de impuestos y cotizaciones aumentaron un 10% entre el primer trimestre de 2023 y el primero de 2022. Han crecido desde los 183.000 millones de euros en un trimestre hasta los 202.000 millones. Si se resta a esas cantidades el IPC de ese periodo, del 5%, los ingresos del conjunto de las familias avanzaron un 5% en términos reales.
Es el primer respiro tras más de año y medio asumiendo pérdidas de poder de compra. En el trimestre anterior las familias todavía estaban perdiendo ingresos una vez se descontaba la inflación. Pero de un trimestre a otro, con un IPC cuya tasa interanual ha descendido del 7,3% de octubre al 3,3% de marzo, se ha dado un vuelco a la situación. Han contribuido también varios factores: el robusto aumento del empleo con la creación en un año de 436.000 puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo; la progresiva subida de los salarios; la fuerte mejora de las rentas de la propiedad y la actualización de las pensiones al 8,5%.
La remuneración por asalariado —es decir, la evolución de los sueldos— sube un 5% anual. La cifra iguala la inflación registrada para ese mismo periodo, del 5%: por primera vez desde el estallido de la crisis de precios, los trabajadores empiezan a no perder capacidad adquisitiva. Se pone fin a la aguda devaluación salarial que ha propiciado el shock energético y de materias primas. Además, el número de ocupados ha engordado a buen ritmo, lo que provoca que la masa salarial sume en su conjunto un 7,8% más que un año antes hasta los 158.000 millones en el trimestre.
Las rentas de la propiedad se disparan un 48% hasta los 11.000 millones entre octubre y diciembre. Los alquileres, la utilización de plataformas como Airbnb o los dividendos pueden explicar esta mejora. Las prestaciones sociales suben en el trimestre un 8,5% anual hasta casi 60.000 millones. Este incremento se debe sobre todo a la actualización de las pensiones con el IPC, del 8,5%. La suma de todas estas partidas arroja, sin descontar la inflación, esa mejora de las rentas netas del 10%. Y ello a pesar de que la contribución a los impuestos por renta y patrimonio ha escalado un 11,2%. Las cotizaciones, menos: un 6,9%.
Caída del consumo
Esta mejora de los ingresos convive, no obstante, con una fortísima caída del consumo del 1,6% en el cuarto trimestre y del 1,3% en el primero. Las compras cayeron incluso sin restar la inflación. Con dos trimestres consecutivos en negativo, el consumo y la demanda nacional han entrado en la llamada recesión técnica. Las previsiones de los expertos no eran tan erróneas cuando avisaron de una leve recesión. Era el comportamiento previsible ante una cesta de la compra cada vez más cara y unas hipotecas al alza. Pero ha sido el sector exterior el que ha venido al rescate de la actividad, impulsado por una intensa devaluación salarial; unas menores importaciones al haber reducido el consumo; la espectacular mejora del gasto turístico; la competitividad exhibida por los servicios de empresas; la capacidad para reexportar refino y gas; unos costes energéticos mejores y una relocalización de las cadenas de suministro hacia países considerados seguros tras la covid y la guerra de Ucrania.
El resultado ha sido que el superávit con el exterior se ha disparado hasta el 6,3% del PIB en términos desestacionalizados. Un récord. Ninguno de los principales países del euro muestra un comportamiento tan destacado de los flujos con el exterior. El nuevo marco que se está configurando está beneficiando a España en medio de la desaceleración europea. Y eso está ayudando a bajar con fuerza la deuda con el exterior, el tradicional talón de Aquiles de la economía española, que ronda ahora el 60% del PIB frente al máximo del entorno del 90% que dejó como legado la crisis inmobiliaria.
No parece un fenómeno normal que caiga el consumo a la vez que se produce una vigorosa creación de empleo. Pero la inflación rampante tiene efectos poderosos. En el tercer trimestre del año pasado, el porcentaje de renta que los hogares ahorran se desplomó a mínimos históricos. Solo se guardó un 3,3% de los ingresos generados una vez desestacionalizado. Las familias tenían que dejar de ahorrar para hacer frente a una cesta de la compra con precios disparados e irse de vacaciones. La encuesta de Presupuestos Familiares ya indica que en 2022 ganó más peso el gasto en restauración y hoteles frente a otras partidas. Pero después del verano, incluso con los hogares aumentando su renta, el ahorro ha ido al alza y el consumo a la baja. Y el crédito está disminuyendo.
Entre enero y marzo, el ahorro fue del 11,8% de la renta, una cifra muy elevada. De modo que la caída del consumo apunta a una recomposición de la tasa de ahorro para hacer frente al mayor pago de intereses y aumentar las amortizaciones de hipotecas. “Las familias están reaccionando a la subida de los costes financieros”, constata Manuel Hidalgo, profesor de la Universidad Pablo de Olavide y economista de EsadeEcPol.
Según cálculos a partir de datos del Banco de España, el pago total de intereses de las familias puede subir en unos 19.000 millones una vez se complete la traslación de las alzas de tipos. Supone duplicar los 14.000 millones que se pagaban antes. Con 90.000 euros de saldo vivo por hipoteca, la subida media puede alcanzar los 3.100 euros al año. Uno de cada tres hogares tiene una a tipo variable. Además, las amortizaciones anticipadas están creciendo: los datos a diciembre del supervisor ya arrojan una subida en unos 10.000 millones hasta los 60.000 anuales.
Por otra parte, la inflación había aflorado una necesidad de financiación de los hogares en el primer trimestre de 2022 de unos 20.000 millones. Una mala noticia. Pero esta se ha reconducido entre enero y marzo hacia cotas más normales en un primer trimestre, unos 10.000 millones, gracias a la reorganización de las cuentas de las familias y a que su inversión en vivienda baja por el encarecimiento de las hipotecas. “Esta recomposición del ahorro, acompañada de una recuperación de la capacidad adquisitiva, debería permitir una mejora del consumo en lo que queda de año”, explica María Jesús Fernández, analista de Funcas.
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