El tropiezo del tigre celta: el peso de las multinacionales cuestiona la entrada de Irlanda en recesión
La economía del país decreció en el último trimestre de 2022 y en el primero de 2023, pero sus datos internos muestran una actividad en ebullición
“Economía duende”. Leprechaun economics. Así bautizó en 2015 el economista y premio Nobel Paul Krugman a los datos producidos por Irlanda, en referencia al duendecillo de barba pelirroja y vestimenta verde fruto de la mitología de la isla. Aquel año, el crecimiento del PIB del país fue del 26%. El mayor registrado en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Tardó poco en descubrirse que en ese periodo Apple había destinado a un domicilio fiscal irlandés gran parte de sus activos acumulados en derechos de propiedad intelectual.
Irlanda ha sido un milagro económico en las últimas décadas ―con notables altibajos, como el rescate financiero que recibió a principios de la década de 2010, víctima de la misma crisis de deuda que hizo tambalearse a la economía griega—, pero sus cuentas públicas van siempre acompañadas de cierta confusión, y distorsionan la realidad, no solo del país en sí, sino la del entorno económico en el que se desenvuelve. La eurozona entró en recesión en el primer trimestre de 2023, en gran medida porque Irlanda corrigió con fuerza sus cifras de crecimiento.
El pasado viernes, la Oficina Central de Estadísticas (CSO, en sus siglas en inglés) anunció que el producto interior bruto (PIB) de la República de Irlanda se contrajo un 4,6% en el primer trimestre de 2023, un descenso mucho más abultado que el 2,7% previsto inicialmente. Añadido a la revisión realizada sobre el dato de crecimiento del trimestre anterior —cayó un 0,1% frente a la subida del 0,3% que se había estimado previamente—, la cifra indicaba que el país había entrado técnicamente en recesión. Dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo.
“Las cifras reveladas por el CSO siguen mostrando crecimiento en la economía doméstica, a pesar de todos los retos de la economía global. Ha sido sobre todo la volatilidad en la producción de las multinacionales la que ha provocado ese descenso del 4,6%”, explica Hazel Ahern-Flynn, economista de IBEC, la principal asociación empresarial irlandesa. “Cambios en la producción de un pequeño número de firmas multinacionales en un trimestre particular pueden producir un impacto sobredimensionado en las cifras del PIB, aunque el impacto anual total, calculamos, sea finalmente de un 0,2%”, añade la analista.
La dimensión de las multinacionales
En un país de apenas cinco millones de habitantes (siete millones en toda la isla si se incorpora a Irlanda del Norte) se concentran más de 1.500 multinacionales, que incluyen a los principales gigantes tecnológicos y a los principales laboratorios farmacéuticos. De hecho, son estos últimos los responsables, por razones hasta ahora difusas, del varapalo sufrido en el país durante el primer trimestre. Parte de la causa de la contracción sufrida por este sector puede derivar precisamente del boom que experimentó durante la pandemia. Junto con las empresas de servicios digitales (favorecidas estas por el confinamiento y el teletrabajo), demostró ser un sector resistente que retuvo su fuerza laboral, y contribuyó, a través del pago del Impuesto de sociedades, a sostener la economía irlandesa.
Pero todo lo que sobredimensiona las ganancias, también afecta a las pérdidas. “Dado el sobredimensionado papel que el sector multinacional juega en nuestra economía, el PIB no es la medida más indicada para calibrar el nivel de calidad de vida de los residentes en el país”, defendía Michael McGrath, el ministro de Finanzas irlandés, al conocer el último dato.
Es cierto que la última cifra de paro registrada en Irlanda, en mayo, fue del 3,8%. Todo lo que esté por debajo del 4% equivale a pleno empleo. Es un dato muy similar al que se vivió entre el 2000 y el 2001, cuando la explosión económica de la isla hizo que fuera conocida en el resto del mundo como el “tigre celta”. Más de veinte años después, las razones del éxito ya no obedecen exclusivamente al dumping fiscal que se permitió a Irlanda poner en práctica. “Mucha gente sigue convencida de que todo este crecimiento deriva de la propiedad intelectual [de las tecnológicas] que genera ganancias por todo el mundo”, se quejaba recientemente ante el Financial Times el gobernador del Banco Central de Irlanda, Gabriel Makhlouf. “No es cierto. Todo lo que se produce, especialmente en el sector farmacéutico, se produce en el país. Son gente que vive en Irlanda. Una enorme proporción de las diez principales medicinas del mundo se fabrican en Irlanda”, defendía Makhlouf.
Las multinacionales dan trabajo a un 10% de la población irlandesa, junto a miles de expatriados que se han trasladado allí. Por eso la crisis de la vivienda, con unos precios que superan en la capital, Dublín, y en el resto del país, a los ya desorbitados precios de Londres, junto a unos servicios públicos en tensión, han llevado, entre otras cosas, al triunfo en número total de votos del Sinn Féin, el partido que durante años fue el brazo político del IRA y hoy representa la opción política más a la izquierda.
Demanda Doméstica Modificada
La propia CSO favorece, con la complicidad del Gobierno irlandés, la prevalencia de la llamada Demanda Doméstica Modificada (MDD, en sus siglas en inglés). Con este método, se mide el consumo general de hogares y Gobierno, además de inversión en capital, pero se excluyen factores de distorsión como la importación de propiedad intelectual o todas las aeronaves que se destinan al leasing en compañías de todo el mundo. Irlanda es, para desconocimiento del gran público, el gigante mundial en este sector.
En el mismo año en que la economía irlandesa creció un 12,2% (2022), la MDD del país creció un 8,2%. Es decir, hay una realidad detrás del impulso del país, no solo un duendecillo verde. Sigue siendo el país que concentra más Inversión Directa de toda Europa, y las firmas extranjeras pagan cerca del 80% del impuesto de sociedades que recauda el país. El modelo económico ha sido un éxito que ha pervivido incluso después de que la OCDE y el G-7 respaldaran un impuesto corporativo mínimo mundial del 15%, con el propósito de reducir la ventaja comparativa de algunos países. Para entonces, Irlanda ya no necesitaba ese impulso extra.
Pero indicadores más realistas que el PIB o la MDD, como el llamado NIG* (Ingreso Nacional Bruto), que supone el producto interior bruto menos las ganancias de los no residentes del país, pone a Irlanda con los pies más cerca del suelo, y rebaja hasta el 40% la riqueza. Se puede exponer aún más claramente: en 2021, el PIB irlandés fue de unos 426.000 millones de euros. Activos como los derechos de propiedad intelectual de las grandes multinacionales suponían, dentro de esa cantidad, unos 233.000 millones.
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