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El BCE cumple 25 años: los grandes aciertos y errores del protector del euro

Las sucesivas crisis consolidan al más joven de los grandes bancos centrales

Los expresidentes del BCE Mario Draghi (izquierda) y Jean-Claude Trichet (centro), junto a Christine Lagarde durante la celebración del 25º aniversario del euro, en Fráncfort.
Los expresidentes del BCE Mario Draghi (izquierda) y Jean-Claude Trichet (centro), junto a Christine Lagarde durante la celebración del 25º aniversario del euro, en Fráncfort.Associated Press/LaPresse (AP)
Lluís Pellicer

El Banco Central Europeo (BCE) casi no ha tenido oportunidad de soplar las penas con calma en toda su corta vida. La institución pilotó los primeros años con las turbulencias derivadas de los atentados del 11S y el estallido de las puntocom, celebró su primera década en pleno colapso financiero, lidió luego con la crisis soberana y ahora se planta en su 25º aniversario en plena batalla contra la mayor escalada inflacionista de las últimas cuatro décadas. La aspiración de un banquero central es tener un trabajo aburrido, en palabras de Mervin King, exgobernador del Banco de Inglaterra. Pero el día a día de los cuatro jefes del BCE ha sido mucho menos tedioso de lo que podían desear. Esa cascada de crisis en tan poco tiempo, sin embargo, ha consolidado la institución, que acumula ya grandes aciertos a la vez que célebres errores.

Hace 25 años, el 1 de junio de 1998, el BCE tomó el relevo al Instituto Monetario Europeo (IME) para gobernar el euro, que entonces todavía era un proyecto. La institución nacía después de un costoso acuerdo entre el entonces canciller alemán Helmut Kohl y el expresidente francés Jacques Chirac por la presidencia del que iba a erigirse en uno de los mayores centros de poder del continente. El primer liderazgo de la autoridad monetaria recaía en las manos del holandés Wim Duisenberg, que puso en marcha una nave que se proponía no alejarse de la ortodoxia. Siguiendo el modelo del Bundesbank, su principal misión iba a ser la estabilidad de precios y no las elevadas tasas de desempleo que había por aquel entonces.

El lanzamiento del euro fue el primer éxito del Eurobanco, si bien tuvo que admitir a regañadientes que fue inflacionista: al hacer la conversión, las empresas redondearon los precios al alza. La unión monetaria, sin embargo, acabó con el riesgo del tipo de cambio y moderó los bandazos inflacionistas. En sus primeros años de andadura, las primas de riesgo incluso dejaron de existir. Los mercados dejaron de diferenciar entre el bono de España y el de Alemania y los padres del euro llegaron a creer que la moneda única se erigía como un refugio para los países más vulnerables y era capaz de plantar cara el dólar. Hasta que estalló la burbuja financiera e inmobiliaria en 2008 y las finanzas de los gobiernos del sur de Europa se vieron contra las cuerdas.

La subida de Trichet al ‘whatever it takes’ de Draghi

Esa crisis de la banca privada mutó en otra de deuda soberana. Y ahí el BCE cometió su primer gran error: el desliz del expresidente de la institución Jean-Claude Trichet al subir en 2011 a destiempo los tipos de interés. “El BCE ha hecho un buen trabajo pese a que ha habido equivocaciones importantes. Trichet decidió elevar el precio del dinero cuando se acercaba una recesión. Y después el BCE tardó mucho en intervenir pese al castigo a la deuda soberana”, sostiene Paul De Grauwe, profesor de la London School of Economics. “El mayor error, con diferencia, fue la reacción inicial del BCE a la crisis de la deuda griega”, coincide Charles Wyplosz, del Graduate Institute de Ginebra. “No solo no intervino para frenar el contagio, sino que apoyó a la Comisión en su llamada a la austeridad e incluso subió los tipos de interés mientras la zona euro entraba en recesión por segunda vez tras la crisis financiera mundial”, agrega.

La crisis de la deuda soberana pudo haberse llevado por delante al euro. Y entonces llegó la épica que el BCE deja para la historia de la construcción europea. Las tres palabras, “whatever it takes” — “cuanto sea necesario”— son, según casi todos los expertos consultados, el mayor logro del Eurobanco. Las pronunció el expresidente Mario Draghi el 26 de julio de 2012 y fueron suficientes para detener a los mercados en sus ataques contra las deudas de la periferia del euro. A comienzos de 2014, Draghi fue más allá de la retórica y puso sobre la mesa más armas para combatir la penuria económica que afrontaba Europa: un programa de compra de deuda extraordinario que iba a acompañar de unos tipos de interés históricamente bajos, e incluso negativos. Esa política le costó no pocos enfrentamientos con el ala dura del Consejo de Gobierno, en especial con el expresidente del Bundesbank, Jens Weidmann. “El mayor logro del BCE en este tiempo ha sido salir de la sombra del Bundesbank alemán, para establecerse como verdadero prestamista de último recurso para bancos y gobiernos”, afirma Frederik Ducrozet, director de Análisis Macroeconómico de Pictet WM.

Lagarde y las primas de riesgo

La última etapa del BCE consolida la tendencia de los gobiernos a llevar a Fráncfort perfiles más políticos. Esa dinámica llegó a su culmen con los nombramientos de Luis de Guindos, exministro económico de Mariano Rajoy, y Christine Lagarde, antigua responsable de Finanzas francesa. Pero el perfil político de Lagarde le ha servido también para coser consensos entre el ala más ortodoxa y la más heterodoxa en tiempos complejos. Aun así, también tiene en su haber graves errores, sobre todo de comunicación. “Indicó que no era papel del BCE reducir el diferencial de rentabilidad de la deuda soberana, lo que sacudió a los bonos italianos”, recuerda Ducrozet. “Se apresuró a corregir”, se apresura a añadir. Tras ese resbalón, el BCE lanzó otro programa de compras masivas de deuda y mantuvo los tipos de interés en terreno negativo, lo cual también permitió a los países salvar a sus empresas y trabajadores del fuerte batacazo que supuso la pandemia. En otras palabras: evitó la catástrofe.

La pandemia pasó. Y los problemas mutaron con extrema rapidez. La salida de esa crisis supuso un repunte de la inflación que el BCE creía que iba a ser temporal. Así lo indicaban también las previsiones de los economistas del Eurobanco. La guerra de Ucrania no solo amplificó esos efectos, sino que llevó las subidas de precios a niveles jamás vistos en décadas desde verano de 2021. El BCE no empezó hasta un año más tarde a mover los tipos de interés, que estaban entre el -0,5% y el 0%. Los economistas entonaron el mea culpa y se disculparon, pero las críticas no tardaron en llegar desde el Norte. “En el caso del aumento actual de la inflación, el BCE reaccionó demasiado tarde”, afirma Clemens Fuest, presidente del influyente instituto económico Ifo, en Alemania.

Lagarde se redimió de su traspié inicial al actuar con decisión cuando vio que las primas de riesgo empezaron a dispararse en los primeros compases de las subidas de tipos con la creación de un instrumento antifragmentación, el TPI. “Es un sucesor de OMT, con mejoras importantes. Es anticipatorio, mientras que OMT llegó demasiado tarde y con condiciones mucho menos estrictas. Todavía no se ha probado pero, al igual que OMT, la mejor prueba es que puede funcionar sin haber sido utilizado”, sostiene Wyplosz.

Hoy, 1 de junio de 2023, el BCE se halla ante el proceso de frenar las subidas de tipos a medida que la inflación vaya moderándose. Los datos avanzados de las grandes economías (España, Francia y Alemania) es alentador. Sin embargo, el banco central más joven del mundo quiere dejar el alza de precios en el 2% para seguir ganándose la credibilidad que necesita la máxima autoridad monetaria de la zona euro. El BCE, además, se ha impuesto otro reto: contribuir a los objetivos climáticos que se ha fijado la Unión Europea. Algo que despierta recelos en algunos sectores económicos. “El mayor error del BCE es haber asumido roles en la política fiscal, ofreciendo ayuda fiscal a los estados miembros individuales, o en la política ambiental con su reciente iniciativa de política monetaria verde. El BCE es el banco central de una unión monetaria. Es particularmente importante que evite traspasar los límites de su mandato”, remacha Fuest, del Ifo.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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