El rey dólar se resiste a dejar el trono
El billete verde mantiene su hegemonía global pese a las ansias de Pekín por romperla y los intentos de regímenes hostiles a Washington de salir de su dominio
El gran superpoder de Estados Unidos se llama dólar. Su hegemonía, incontestable desde el final de la Segunda Guerra Mundial, va más allá de su liderazgo en las reservas y el comercio globales. El billete verde también ha sido un arma política para imponer sanciones a los regímenes hostiles a Washington, como Rusia o Irán. Con los grandes bloques mundiales replegándose, otras divisas —desde el euro hasta el yuan— ansían con disputarle el trono. Y otras tantas naciones buscan alternativas para salir del cerco que traza la divisa estadounidense. Los últimos movimientos de Argentina, Brasil o Arabia Saudí han reabierto el debate sobre el supuesto declive del dólar, pero los analistas no atisban cambios inmediatos. A lo sumo, a medio plazo. “Un sistema monetario internacional multipolar encajaría mejor con nuestra economía global, ya que EE UU no puede proporcionar liquidez para la economía mundial del siglo XXI por sí solo indefinidamente en el futuro”, explica Barry Eichengreen, profesor de Economía de la Universidad de Berkeley.
Hace casi dos siglos que al dólar se le colgó la etiqueta de todopoderoso. Todavía era una mera sombra de la libra esterlina cuando las plumas de Washington Irving, Charles Dickens o Lord Lytton empleaban ya esa palabra para referirse al billete verde. Su hegemonía no llegó hasta después de la Segunda Guerra Mundial, con los acuerdos de Bretton Woods. Y desde entonces nadie ha sido capaz de desbancar a esa divisa. Ello explica, en parte, el recurrente debate de la desdolarización. El presidente de Brasil, Lula da Silva, ha contribuido ahora ha reabrirlo. “Cada noche me pregunto por qué todos los países tienen que basar su comercio en el dólar”, afirmó recientemente durante una visita a China, que ambiciona potenciar su divisa en los intercambios comerciales.
Las palabras del mandatario brasileño añadían más madera al vivo debate de la prensa anglosajona sobre el dólar. Washington es capaz de hundir bancos con solo señalarlos o imponer sanciones casi de forma unilateral gracias a su divisa. Pero el principal rasgo de cualquier moneda es su doble cara. Y el reverso del dominio del dólar es que el temor a las represalias lleva a muchos países a tratar de huir de su circuito. “Cuando usamos sanciones financieras vinculadas al papel del dólar, existe el riesgo de que con el tiempo pueda socavar su hegemonía”, sostuvo en una entrevista a CNN también recientemente la secretaria del Tesoro, Janet Yellen. Kenneth Rogoff, profesor de Economía de la Universidad de Harvard, quita hierro a ese temor. “La influencia del dólar ha ido creciendo constantemente durante el siglo XXI. El euro es básicamente una moneda regional, el yen se usa poco fuera de Japón, los mercados de capital de China están demasiado cerrados para que el yuan compita seriamente con el dólar”, afirma.
No solo Brasil ha calentado ese debate. En las últimas semanas, Argentina ha anunciado que cambia el dólar por el yuan en su comercio con Pekín, Arabia Saudí ha afirmado estar abierta al comercio en otras divisas, India busca potenciar el comercio en su moneda y China ha cerrado una operación con la compañía francesa TotalEnergies en yuanes. También desde dentro de Estados Unidos se ha puesto en cuestión el papel del dólar. El magnate Stanley Druckenmiller se ha despachado esta semana contra la divisa y ha explicado que incluso está apostando por su caída. “Tienes a Lula preguntando por qué tenemos que comerciar en dólares estadounidenses. Y tiene razón”, afirmó.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el dólar significaba en 1999 más del 70% de las reservas mundiales. Esa proporción ha bajado hasta el 58,4% en 2022. ¿Eso indica una desdolarización? Valentina Bruno, profesora de Finanzas de la American University, cree que los comentarios que así lo consideran son “exagerados”. “Solo vences a una divisa con otra mejor. Si nos alejamos del dólar, ¿a cuál vamos?”, se pregunta. Para empezar, los datos del FMI reflejan que hay menos reservas en dólares, pero junto a las otras tres divisas tradicionales —el euro, el yen y la libra— sigue suponiendo casi el 90% de las reservas. Más allá de las reservas, los datos del Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés) son elocuentes: el 88% de todas las transacciones de divisas se realizan frente al dólar, que además supone la mitad del comercio internacional. “El dólar está en todas partes, no solo dentro de las fronteras de EE UU”, añade Bruno. “Si la pregunta es si el dólar va a perder su estatus como como divisa de reserva hegemónica en los próximos años, la respuesta es no”, apunta Eichengreen, de la Universidad de Berkeley.
El rol del yuan y del euro
Tampoco la huida por parte de los países hostiles a Washington se erige como un factor de desdolarización. “Entre 2014 y 2021, Rusia decidió diversificar sus tenencias de reservas lejos de EE UU debido a las sanciones por las que estaba atravesando y posiblemente en anticipación de las sanciones que estaban por venir. Sin embargo, en gran medida, las reservas rusas continuaron manteniéndose en dólares estadounidenses”, apunta Robert McCauley, miembro del Global Development Policy Center de la Universidad de Boston y exfuncionario de la Reserva Federal y el BIS. “Sí, otros países pueden seguir el camino de Rusia. Sobre todo regímenes que puedan ser sancionados. Pero esos Estados representan una parte muy pequeña del sistema financiero global”, coincide Stefan Gerlach, del think tank Center for Economic and Policy Research.
China ansía destronar a EE UU con su divisa, el yuan. De momento, Pekín está logrando hacer ruido con el creciente peso de esa moneda en las reservas de Rusia, los préstamos que concede a países en desarrollo o los acuerdos comerciales con Buenos Aires. “Ha habido un cierto crecimiento del comercio en yuanes. Pero en muchos casos, como el de Argentina, ha sido una renminbización forzosa; es decir, que China condiciona la concesión de líneas de crédito al uso de la moneda”, explica Alicia García Herrero, economista jefa de Natixis para Asia-Pacífico. De hecho, Pekín no ha ganado terreno en los bancos centrales pese a los movimientos de Rusia o Israel, que ha incorporado al yuan en su cartera. “La proporción de reservas internacionales en esa divisa ha caído desde que empezó la guerra de Ucrania”, apunta García Herrero. Así lo confirman los datos del FMI, que señalan que estas cayeron casi un 12% en un año.
Pekín no es la única capital interesada en destronar al dólar. La Unión Europea también ha intentado de forma recurrente relanzar el euro como moneda global. Donald Trump, expresidente de EE UU, acabó por dar a Bruselas los motivos que le faltaban para convencerse sobre esa misión con las sanciones a Irán. La UE se desmarcó de esa decisión, pero la red internacional de pagos Swift, con sede en Bélgica, decidió seguir las directrices de Washington y cerrar los canales con Teherán. A su vez, las empresas europeas quedaron expuestas a las sanciones. “Hubo un cambio en Bruselas en respuesta al unilateralismo de los Estados Unidos en sus sanciones a Irán. La autonomía estratégica se convirtió en el objetivo, junto un mayor uso del euro como divisa internacional”, afirma Robert McCauley. Aun así, el euro tampoco logra despegar como divisa mundial, y su peso persiste estancado en alrededor del 20%.
El dólar aún no ha hallado un rival a su altura, pero eso no significa que el sistema global sea inamovible. Barry Eichengreen apuesta por un sistema multipolar, aunque advierte de que la transición será larga. Rogoff también cree que, de llegar, ese nuevo orden aún requiere de tiempo. “Hace quince años, todo el mundo pensaba que nos dirigíamos hacia un sistema multipolar en una década o dos. Ahora ese día se antoja más lejano que nunca, y el dólar se ha vuelto más central, no menos. Por supuesto, los acontecimientos mundiales o la tecnología podrían cambiarlo. Pero no es probable que suceda a corto plazo”, apunta. “El rey dólar no está listo para abdicar”, concluye Valentina Bruno.
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