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Kutxabank seguirá solo en manos de las tres antiguas cajas de ahorro vascas

Bilbao Bizkaia Kutxa (BBK) culmina con dos años de anticipación la dotación de un fondo de reserva con 231 millones que garantiza el arraigo del banco vasco

Mikel Ormazabal
Kutxabank
Sede de Kutxabank en Bilbao.

La antigua caja de ahorros Bilbao Bizkaia Kutxa (BBK), convertida en 2014 en fundación bancaria, seguirá manteniendo el control mayoritario del banco Kutxabank (posee el 57% de su accionario) tras culminar la constitución de un fondo de reserva que alcanza los 231 millones de euros. La entidad financiera ha informado este miércoles de que ha cumplido con la exigencia que le había marcado el Banco de España dos años antes del plazo límite. “Ha sido un esfuerzo mayúsculo que demuestra nuestra solvencia y nos permite garantizar el arraigo de Kutxabank”, además de evitar la salida a Bolsa de esta entidad, declara por teléfono a este diario el presidente de BBK, Xabier Sagredo.

La fundación BBK ha venido realizando aportaciones anuales desde 2015 hasta dotar con 231 millones el fondo preceptivo que le ordenaba el regulador para, en cumplimiento de la ley de 2013 de cajas de ahorros, atender las posibles necesidades de financiación de la entidad de crédito participada en caso de una situación de dificultad. Tenía como plazo límite el año 2025 para cumplir con esta exigencia, pero lo ha hecho con dos años de anticipación. De este modo, el accionariado de Kutxabank seguirá intacto en manos de las tres fundaciones bancarias vascas que en 2012 alumbraron el banco. El accionariado se reparte entre el 57% que posee BBK, el 32% de la Kutxa guipuzcoana y el 11% de la Caja Vital alavesa.

La ley de 2013 que supuso la reestructuración de las antiguas cajas de ahorro y su conversión en fundaciones bancarias impedía a estas superar una posición superior al 50% del capital en entidades de crédito, salvo que optasen por constituir un fondo de reserva (por un importe que resulta de aplicar un porcentaje sobre el total de los activos ponderados por riesgo de Kutxabank en este caso) que garantizase su financiación. BBK ha ido nutriendo el fondo con los dividendos aportados por Kutxabank, una de las entidades más solventes del país, salvo cuando el Banco Central Europeo (BCE) impuso el veto de repartir beneficios durante los años de crisis por la pandemia.

En los últimos ejercicios, el banco presidido desde el pasado 30 de noviembre por Antón Arriola (sustituyó en el cargo a Gregorio Villalabeitia) ha aportado el 60% de sus ganancias a las antiguas cajas vascas, sus únicos accionistas. Esta ha sido la principal inyección económica que ha tenido BBK para rematar el fondo de reserva que le permite mantener su influencia mayoritaria en el banco. El Grupo Kutxabank cerró 2022 con un beneficio neto de 330,5 millones (un 52,7% más que un año antes), un resultado que se sitúa 21,6 millones por debajo del alcanzado en 2019, antes de la pandemia. De esos beneficios, a finales del año pasado ya anticipó el abono de 150 millones a BBK, Kutxa y Caja Vital. La cuantía restante se ingresará previsiblemente este próximo mes de abril. Kutxabank, la principal empresa de servicios del País Vasco, con más de 3.00 empleos directos, da empleo a más de 6.000 familias. Su contribución al PIB de la comunidad autónoma es de 776 millones, el equivalente al 1,17% de la economía vasca, y aporta las arcas públicas un total de 187 millones anuales vía tasas e impuestos.

El cumplimiento de la exigencia regulatoria, sostiene el presidente de BBK, no ha afectado a los recursos que esta compañía destina a la obra social, que asciende a 40 millones de euros anuales, “la [cifra] más elevada del Estado por habitante”: “Hemos incrementado y afianzado su presupuesto. Hemos blindado la obra social y ofrecemos un ratio de 40 euros por habitante. En la BBK no ha habido un ERE y la gestión ha sido profesionalizada durante todos estos años”, apunta Sagredo.

El responsable de la caja vizcaína da valor al esfuerzo que ha realizado estos años esta entidad para hacer frente a un entorno macroeconómico “muy complicado” a comienzos de la pasada década: “La crisis global era galopante y la banca tenía una reputación muy mala. La evolución del crédito y de los tipos de interés amenazaban el negocio bancario. Eso ponía en riesgo nuestra inversión [en Kutxabank], pero nosotros optamos por la vía más difícil, aprobar un plan financiero reforzado que nos permitiera mantener la posición mayoritaria en el banco”.

De no haber elegido esta solución, BBK se hubiese visto obligada a iniciar un “programa de desinversión”, con la venta de una parte de su participación en el banco vasco hasta quedarse con el 40% de las acciones. Se descartó la vía de dar entrada a otros inversores en Kutxabank porque “hubiese significado la pérdida del control y vender la participación con descuentos superiores al 60% por debajo del valor”, asegura Sagredo.

Un informe elaborado por la Universidad de Deusto, conocido en junio del año pasado, calculó las pérdidas que habría generado la salida a Bolsa del 17% del banco vasco. Desprenderse de esa parte en el periodo 2015-2021 le habría supuesto a BBK un deterioro patrimonial medio de 1.551 millones de euros. Si las acciones se hubiesen colocado en 2016, por ejemplo, las pérdidas se habrían elevado a cerca de 2.000 millones. Más aún, el rendimiento obtenido con ese dinero en inversiones en otras empresas habría sido inferior al retorno que BBK ha recibido con las acciones de Kutxabank. “El tiempo nos ha dado la razón”, apunta Sagredo, porque “de este modo nos aseguramos el arraigo de Kutxabank y nuestra posición de control en su accionariado”.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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