El pánico financiero trastoca la batalla de los bancos centrales contra la inflación
Aumentan las voces que apuntan a unas subidas de tipos de interés más lentas que no amenacen la estabilidad financiera
La globalización produce infinitas versiones del famoso aleteo de la mariposa capaz de provocar un tornado en la otra punta del mundo. La última podría resumirse así: la caída de un banco en California puede hacer que la cuota de una hipoteca baje en Carabanchel. El destrozo a la estabilidad del sistema financiero causado por el colapso del Silicon Valley Bank (SVB) ha dado nuevos argumentos a los partidarios de que los bancos centrales suban los tipos de interés más lentamente.
Actuar como si nada hubiera pasado, creen, amenaza con hacer aparecer nuevos muertos en el armario. Básicamente, entidades de tamaño mediano o pequeño con un control de riesgos deficiente o una alta exposición a bonos de deuda pública fuertemente depreciados. La creciente expectativa del mercado en torno a ese ritmo más pausado en la senda de tipos ya ha generado, por sí sola, una importante caída del euríbor, que ayer pasó de rozar la barrera del 4% a poco más del 3,5%. Este índice es observado con lupa por los hogares con hipotecas variables, a los que tantos dolores de cabeza les ha ocasionado en los últimos tiempos.
El banco de inversión estadounidense Goldman Sachs fue uno de los primeros en advertir del impacto del derrumbe financiero en la política monetaria. Sorprendió al señalar que no esperaba movimiento alguno por parte de la Reserva Federal en su reunión de la semana próxima, cuando antes del pánico bancario la mayoría hablaba de una subida de 50 puntos básicos o, como mínimo, de 25. No está claro que la predicción vaya a hacerse realidad, pero su mera enunciación ha servido para reavivar el debate entre las dos sensibilidades en conflicto: halcones —defensores de continuar con el endurecimiento— y palomas —que se inclinan por ir más despacio para no dañar el crecimiento—. La publicación del dato de inflación este martes en EE UU no despeja las dudas: los precios subieron un 6%, cuatro décimas menos que en enero y octavo mes consecutivo de moderación, pero un nivel todavía muy elevado como para no actuar en un contexto normal.
El momento actual, sin embargo, parece de todo menos normal. Hay siniestros ecos de crisis financieras pasadas y subidas de tipos a destiempo, como el célebre error de Jean-Claude Trichet en julio de 2008. También comparaciones —probablemente exageradas— con el cataclismo desencadenado por Lehman Brothers. En ese escenario, hay una expectación renovada en torno a los bancos centrales. Gilles Moëc, economista jefe de AXA IM, espera algún gesto: “Es probable que desencadene una mayor prudencia de la Fed en el ámbito de la política monetaria. A muy corto plazo, va a ser difícil para la Reserva Federal ignorar el episodio de SVB, aunque en teoría las preocupaciones por la estabilidad financiera no deberían afectar a las decisiones de política monetaria”.
Antonio Carrascosa, ex director general del Frob, que vivió de primera mano desde su puesto la caída del Banco Popular, ve ahora más probabilidades de que el ritmo de subidas de tipos empiece a desacelerar en EE UU. “La estabilidad financiera es crucial. Una crisis financiera te machaca. Mira lo que pasó en 2008: se para la financiación, sube el paro, cae el crecimiento...”, enumera por teléfono. Desde BBVA Research, en cambio, no contemplan desvío alguno en la senda de tipos de unos bancos centrales que han demostrado tener la lucha contra la inflación desbocada entre ceja y ceja.
Un primer termómetro será la reunión del Banco Central Europeo de este jueves. Las previsiones dicen que la subida de tipos de interés será de 50 puntos básicos, para situarlos en el 3%. Cualquier otra cosa sería una sorpresa, y no siempre suele salir bien, pues supone admitir de forma implícita su preocupación por las réplicas del colapso. Analistas e inversores estarán muy atentos a posibles pistas en el discurso de su presidenta, Christine Lagarde, que aludan a la crisis bancaria como posible motivo para ser más cautos. Es lo que ha pedido la vicepresidenta económica del Gobierno español, Nadia Calviño. “En este momento es preciso que todos actuemos con la máxima prudencia”, dijo este lunes en un mensaje teledirigido al BCE para que relaje su política monetaria.
Los ministros de Finanzas de la UE insisten en que las entidades financieras europeas no tienen exposición directa al SVB, y recuerdan que su modelo de negocio es muy diferente al de la firma norteamericana, basado en dar servicio a miles de empresas tecnológicas. Tampoco tienen los bancos europeos una proporción tan elevada de deuda pública. “El peso de los bonos soberanos sobre los recursos propios es infinitamente más bajo”, apunta Leopoldo Torralba, economista de Arcano.
Aun así, no se han librado de sufrir importantes caídas en Bolsa. En parte porque si los bancos centrales levantan el pie del acelerador de los tipos, pueden dejar de ganar tanto con sus préstamos variables, y en parte por la ola de desconfianza que asola al sector, que hace a los inversores huir de él sin discriminar entre entidades saludables y vulnerables. Para Carrascosa, son movimientos irracionales del mercado. “Si el SVB hubiera emitido bonos y los bancos españoles los hubieran comprado, como pasó con las hipotecas subprime, se podría entender”, explica.
No es así. Y todos los indicios apuntan a una gestión nefasta como primera causa del descalabro. No hay subprimes ni montañas de créditos inmobiliarios impagados de por medio. Solo unos bonos del Tesoro estadounidense —uno de los activos más seguros del mundo— comprados en el plazo equivocado y en el momento equivocado por unos directivos bancarios que luego se apresuraron a vender con cuantiosas pérdidas, iniciaron una ampliación de capital a la desesperada y comunicaron mal cada nuevo paso que daban. Pero la mayor caída de un banco en EE UU desde Washington Mutual en 2008 no es un suceso menor. Subestimar el potencial de las crisis para reproducirse o mutar, o el poder de la desconfianza como motor de destrucción ya ha dejado en el pasado malas experiencias. Por eso, la situación se antoja un dilema envenenado para los bancos centrales: si reducen las subidas de tipos y la inflación repunta, les culparán de ello. Y si las subidas de tipos continúan y la crisis bancaria se recrudece, también les apuntarán con el dedo. Susto o muerte.
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