Autocaravanas para los expulsados de la jungla inmobiliaria de Baleares: “Estamos aquí por obligación, no de vacaciones”
Las difíciles condiciones de acceso a la vivienda en las islas, con los precios disparados, llevan a algunos residentes a vivir en este tipo de vehículos
Enrique vive desde hace cuatro años en un pequeño habitáculo de ocho metros cuadrados que él mismo ha adecuado porque no puede afrontar el precio de un alquiler durante todo el año a pesar de tener trabajo e ingresos. Es un furgón de empresa reconvertido en casa con ruedas. Una casa en la que este uruguayo de 67 años ha instalado todo lo que necesita para su día a día. Una pequeña pila para fregar y un fogón para cocinar detrás de los asientos que dan a la cabina, una cama, un pequeño baño, armarios para guardar su ropa y enseres y una tableta para leer o ver la televisión. Su autocaravana está aparcada en el estacionamiento del polideportivo público de Son Hugo de Palma junto a otras treinta más. En 2018 eran solo cuatro. Es la única salida que han encontrado algunos en una ciudad en la que cada vez es más complicado acceder a una vivienda en arrendamiento o incluso a una habitación compartida.
El precio del alquiler tocó techo en diciembre con el récord de los últimos cinco años: 12,9 euros por metro cuadrado, según el último informe del portal inmobiliario Idealista. En su página solo hay publicadas 56 viviendas en la ciudad por menos de 900 euros al mes de las más de mil que se ofertan. Apenas un 5% del total. Desde 2012 el precio de los alquileres se ha disparado más de un 50% en la ciudad.
La búsqueda de independencia para poder vivir en una urbe de pisos al alcance de cada vez menos residentes ha llevado a algunos, cada uno con circunstancias diferentes, a hacer vida en autocaravanas que también empiezan a tener presencia en otras zonas de la capital como las calles de Son Malferit, Son Dameto o Ciudad Jardín, porque Palma no cuenta con lugares específicos para poder aparcarlas. ”No puedo pagar durante los meses de invierno 1.000 euros entre alquiler y gastos generales. La realidad de todo es que los pisos tienen precios altísimos y el coste de la vida es muy alto. Tengo necesidad de vivir”, cuenta Enrique, que trabaja de autónomo durante los meses de verano como reparador de electrodomésticos por toda la isla y ahorra todo lo posible para pasar el invierno.
Es austero y dice que no gasta más de 500 euros al mes. Se permite algún capricho de vez en cuando, como ir al cine o comer algo especial, y cada tarde va a nadar al polideportivo público, lo que le ayuda “a estar siempre activo”. “Trato de vivir con lo que tengo. No me hago ilusiones, pero creo que hay gente que está muchísimo peor que yo, durmiendo debajo de una lona” señala. Él ya había explorado la posibilidad de vivir así después de recorrer varias regiones europeas en su autocaravana y comprobar que hay lugares habilitados para ello.
Al caer la noche, en el enorme aparcamiento del polideportivo pueden verse autocaravanas de todo tipo. Algunas grandes, con el techo extensible, otras son pequeñas furgonetas acondicionadas, y hay aparcado hasta un autobús en el que desde hace 10 años vive un hombre que lo ha reconvertido en una vivienda. Los vecinos se reúnen y charlan. Casi todos tienen trabajo, excepto los de más edad, que están jubilados. Un hombre de 41 años que cobra el salario mínimo y prefiere no dar su nombre lleva alojado en su coche desde el verano porque ya no basta con tener trabajo para tener vivienda.
También es el caso de Antonio, de 55 años, que trabaja como directivo en hoteles de la isla desde hace años pero que en los últimos tiempos ha tenido problemas para obtener una vivienda por su contrato de fijo discontinuo y porque siempre ha intentado alquilar él solo. “Aunque ven que con tu sueldo sí que puedes pagar una vivienda, como tienen otras opciones los propietarios prefieren elegir a una pareja, que tengan dos sueldos. Empiezan a mirar las cosas de otra manera y buscan tener dos sueldos asegurados”, lamenta, mientras recuerda que antes de que la demanda fuera tan exagerada en muchos de los trabajos en hoteles ofrecían también un alojamiento.
Antonio lleva cuatro años viviendo en su autocaravana. La compró cuando se dio por vencido después de buscar y buscar un piso, sin fortuna. “Estuve tres meses en el coche metido antes de decidirme a comprar la autocaravana. Meterse tres meses a vivir en un coche teniendo trabajo es muy difícil. Esta es la situación perfecta para mí ahora, la solución para hacerme independiente y hoy en día jamás pagaría 1.000 euros por una vivienda mediocre como las que ofrecen aquí en Palma”, sostiene.
Joan, de 53 años, cuenta que estuvo tres años durmiendo en su coche antes de comprar la autocaravana en la que vive ahora. Hace cuatro años tuvo un accidente de moto y estuvo dos a la espera de operarse y perdió la posibilidad de seguir viviendo de alquiler. Con el dinero de la indemnización se compró la autocaravana, pensando que si no encontraba trabajo por lo menos tendría un techo bajo el que refugiarse. “Con 53 años no quiero compartir un piso con gente que no conozco de nada. Compartir tiene que ser una opción y no una obligación”, dice enfadado. Vive en la autocaravana aparcada en la zona desde abril con su perro Óscar y dice que sus gastos son reducidos, porque obtiene la energía de las placas solares que tiene instaladas en el techo del vehículo y del gas que usa para cocinar, lo que le permite “vivir medio dignamente”.
Cristina, argentina de 78 años, reside con su perro Simi en la autocaravana vecina desde hace un par de meses. Regresó de vivir en el extranjero en mayo y se dio cuenta de que no podía pagar un alquiler a precios desorbitados, de más de 1.000 euros al mes. “Es absolutamente imposible pretender vivir para pagar un alquiler” subraya.
A Ion ha venido a visitarlo una pareja de amigos. Es operario de grúa y lleva aparcado un año frente al polideportivo. Se le juntó la baja por una operación de rodilla con el final de su contrato de alquiler y de un día a otro se vio sin recursos para afrontar el pago por una nueva vivienda, por lo que decidió comprar la autocaravana. “Estamos aquí por obligación, no por placer, vacaciones o gusto. Todo es obligación porque no te da para vivir. Es una vergüenza que trabajando y teniendo una nómina no puedas llegar a fin de mes para poder vivir de forma decente” lamenta. Explica que por la noche pasa frío, pero no le queda otra que aguantar y ponerse más mantas. Después de 20 años viviendo en Mallorca, adonde llegó desde Rumania, no entiende por qué la gente no se ha echado a las calles para reivindicar que las cosas cambien y todos puedan tener una vida decente. Joan interviene: “Invito a cualquier político a que venga a vivir a mi autocaravana durante una semana. A ver si luego tienen narices de decirme que esto es una vivienda digna”.
Sin espacio propio
La ciudad de Palma no cuenta con ningún lugar específico habilitado para aparcar las autocaravanas y solo tiene un punto para el vaciado de las aguas y la limpieza de los depósitos. La ordenanza municipal tampoco hace ninguna referencia específica y solo prohíbe estacionar los vehículos en el mismo lugar durante más de 10 días, por lo que las autocaravanas solo tienen que moverse unos metros para cumplir con la norma. El alcalde de la ciudad, el socialista José Hila, reconoce que el del acceso a la vivienda es el desafío más importante en la actualidad y reclama ayudas al Gobierno central para dar una salida al problema. “El crecimiento de población que ha experimentado la ciudad en los últimos años tiene consecuencias. Hablamos mucho de la España vaciada, pero necesitamos ayudas para dar una solución al problema habitacional en la España llenada” insiste. Para Hila, otra de las cuestiones que merecen una reflexión es la de la solidaridad social porque la mayor parte de los pisos de la capital balear está en manos privadas, no de grandes fondos. “Un porcentaje pequeño de los pisos es de fondos de inversión, el resto es de los ciudadanos que somos los que ponemos esos precios“, concluye.
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