Así evitó España el riesgo de un drástico recorte del gas a empresas y hogares
La propuesta de la Comisión de un recorte del 15% lineal del consumo provoco escalofríos en el Ejecutivo español, que se movilizó rápidamente para neutralizar el golpe. En parte, lo ha logrado
El final del curso legislativo europeo guardaba para julio una última, inesperada y peligrosa curva que sorprendió al Gobierno de Pedro Sánchez y le forzó a dar un volantazo. La Comisión Europea propuso el miércoles de la semana pasada un recorte del 15% en el consumo de gas para todos los socios de la UE, incluidos los que no dependen del suministro de Rusia. Al conocer la cifra, el Ejecutivo español sintió un escalofrío ante una medida que, según fuentes españolas, podía forzar un parón de ciertos sectores industriales y poner en peligro la recuperación económica lograda tras la pandemia. En el peor de los casos, el corte hubiera podido afectar a los hogares si el plan de ahorro se viera agravado por una climatología adversa o por algún problema de suministro con otros proveedores aparte de Rusia.
El departamento de la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, se movilizó rápidamente para neutralizar el golpe. En parte, lo ha logrado: “En una semana, algo que era muy perjudicial se ha convertido en algo beneficioso para España y la UE”, apuntan fuentes de la negociación. Ese “algo beneficioso” ha evitado que el plan de ahorro energético preparado por Sánchez sea menos drástico de lo que podía atisbarse una semana antes.
El contraataque español, que vino seguido de seis días de vértigo, empezó por unas estruendosas declaraciones de Ribera el mismo miércoles, cuando Bruselas desveló sus cartas. Esas palabras de la representante española sorprendieron a un Ejecutivo comunitario poco acostumbrado a que uno de los países más proeuropeos le salga contestón. “A diferencia que otros países, nosotros no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades desde el punto de vista energético”, disparó la número cuatro del Gobierno español. En la delegación de un Estado miembro, que no es España y que ha jugado un papel determinante en el resultado final, describen estas palabras con cierta diplomacia: “Fue la reacción más clara”.
Pero los primeros murmullos de protesta ya habían surgido a principios de julio en las reuniones de los representantes permanentes de los Estados miembros ante la UE, el llamado Coreper. La idea de la Comisión de abordar la posible interrupción del suministro de gas ruso como un problema de los Veintisiete y no solo de los países directamente afectados provocó rechazo en los territorios menos dependientes de Moscú, entre ellos, España. Fuentes diplomáticas recuerdan que ya entonces se planteó la duda de por qué todos los países debían sacrificarse por culpa de los errores de la política energética de Alemania, que durante años no solo no redujo su dependencia del Kremlin sino que la aumentó. La comparación con la crisis del euro, cuando Berlín se negó en redondo a asumir ningún coste por culpa de los presuntos errores económicos de los socios del sur, apareció inevitablemente en los círculos diplomáticos de Bruselas, aunque la batalla siguió soterrada y no salió a la luz hasta mucho más tarde.
A mediados de mes circula ya un primer borrador con los planes de la Comisión en un documento titulado Ahorra gas para un invierno seguro. El informe, cuyo contenido fue revelado por EL PAÍS el día 14, planteaba la necesidad de reducir el consumo de gas desde este verano en previsión de que el presidente ruso, Vladímir Putin, cierre el grifo de los gasoductos. Pero no concretaba la magnitud del recorte: lo dejaba en una incógnita del X%.
Despejar esa X sería objeto de tensas negociaciones durante días. “Sí que existieron conversaciones, aunque sin gran respuesta”, señalan fuentes de uno de los países descontentos con lo que presentó la Comisión. Esos intercambios se mantenían con vistas a la reunión de los comisarios del día 20. Los equipos del Ejecutivo europeo, en particular los de la presidenta, Ursula von der Leyen, los del vicepresidente, Frans Timmermans, y los de la comisaria de Energía, Kadri Simson, se emplearon a fondo —”día y noche”, según una fuente involucrada en los trabajos— para rematar el primer plan de ahorro energético coordinado en la historia de la UE. “Hubo muchos contactos, con España y con otros países. Sánchez y Von der Leyen incluso hablaron por teléfono de esto”, responden fuentes comunitarias, dando a entender que “no es correcto” decir que los gobiernos ni tenían información ni se les escuchó.
Las alarmas saltaron en Madrid en la recta final de esos trabajos técnicos. El día 19, víspera de la crítica reunión, el Ejecutivo español se pone en zafarrancho de combate. El borrador todavía mantiene la X. Pero va acompañado de un proyecto de reglamento que establece un recorte voluntario entre el 1 de agosto y el 31 de marzo de 2023, en principio voluntario pero susceptible de volverse obligatorio si Bruselas considerara insuficientes las medidas de ahorro. La suerte está echada: la Comisión ha optado por el escenario más extremo, que incluye un corte total del gas ruso y un invierno duro, y propone un ahorro de 45.000 millones de metros cúbicos, una cantidad equivalente a un recorte del 15% del consumo en todos los países.
“Sabíamos que iba a haber reclamaciones de mejora [para cada país], pero apuntamos alto deliberadamente para lograr el resultado más ambicioso posible”, admitía un alto funcionario de la Comisión después de cerrarse el documento final. Aun así, los comisarios europeos procedentes de países del sur, entre ellos el vicepresidente de la Comisión Josep Borrell, se fajaban para evitar que el recorte fuera igual para todos. “Pero Von der Leyen ya había comprado la tesis del 15%”, recuerda una fuente comunitaria. La presión de las capitales, sin embargo, se redobla y la Comisión acepta modular su propuesta.
Los eurofuncionarios encargados del plan retuercen durante la noche del martes el artículo 5 del proyecto de reglamento para encajar una especie de “excepción ibérica”, siguiendo el modelo de la que permitió a España y a Portugal poner un techo al precio del gas para contener la escalada de la factura eléctrica. La redacción final terminó muy tarde y los autores se acostaron convencidos de que el nuevo artículo, que permitirá a la península Ibérica rebajar al 10% su plan de ahorro, colmará las demandas de España. Craso error.
El miércoles, antes de la reunión de la Comisión, se ven los comisarios europeos procedentes de las filas socialistas, entre los que se encuentran Timmermans y Borrell: la noche y el día. Varios intervinientes, según fuentes presentes en el encuentro, se quejan amargamente de no haber conocido los detalles de la propuesta hasta el último minuto. El español lidera las protestas, pero otros comisarios, como el italiano Paolo Gentiloni, se decantan por mantener el consenso dada la importancia geoestratégica de un proyecto que pretende plantar cara al chantaje energético de Putin. Timmermans, además, desconfía de la posición española y considera que su sistema gasístico dispone de una capacidad de reexportación a otros países de la UE mucho mayor de lo que ofrece Ribera. Los socialistas, finalmente, llegan a la cita de la Comisión sin una posición común ni capacidad para frenar o enmendar el proyecto de Von der Leyen.
A pesar de todo, Borrell logra que el texto definitivo recoja la “excepción ibérica” y deje el ahorro de España cinco puntos por debajo de la media de la UE. “Ribera no lo considera suficiente”, susurran fuentes europeas al poco de aprobarse la propuesta. Y así es: la vicepresidenta estalla en público con las citadas declaraciones. Esa frase, “A diferencia que otros países, los españoles no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades desde el punto de vista energético”, es una referencia clarísima a la crisis del euro y una carga de profundidad contra Alemania y sus aliados, entre ellos la Holanda de Timmermans. Pero la solidaridad con Berlín parece incuestionable en la mayoría de las capitales. “Es la primera vez que Alemania pide algo en años. Había que ser comprensivos, y más después del fondo de recuperación”, apuntan fuentes diplomáticas.
La arremetida de la vicepresidenta causa estupor en la Comisión. No es lo habitual en España. Aunque, como recuerdan en una delegación que suele dejarse oír, Ribera y Sánchez ya han demostrado en los últimos meses que están dispuestos a jugar fuerte frente a una crisis energética que empuja al alza la inflación en un año preelectoral. En la cumbre europea de marzo, el presidente del Gobierno se levantó de la mesa ante la negativa de otros líderes europeos a permitirle que adoptara medidas excepcionales para contener la escalada de la factura eléctrica.
Pronto se vio que España no estaba sola. La acompañaban Portugal, Polonia, Malta, Hungría... La reunión de los representantes permanentes del viernes 22 “fue la más dura”, apunta un negociador. Desde días antes, los teléfonos de Ribera y Sánchez echaban humo. También los del ministro de Energía checo, cuyo país preside este semestre el Consejo de la UE, que habló “varias veces” con su homóloga española.
El papel de la presidencia checa para lograr un acuerdo en solo seis días es elogiado por la mayoría de fuentes consultadas para este artículo. Trataron de mostrar comprensión y empatía con todas las partes en todo momento, y apostaron por la unanimidad desde el primer momento. Casi lo lograron, solo se descolgó Hungría, país al que se empieza a dar por imposible dada su cercanía a Rusia. Los checos podían haber sacado la propuesta adelante sin un apoyo tan abrumador porque solo requería mayoría cualificada, pero optaron por no aislar a ningún Estado y por intentar hacerles ver a los más remisos que el resultado final sería mejor para sus intereses si entraban en el acuerdo.
La actitud española ayudó. En el comité federal del PSOE del día 23, Sánchez puso énfasis en la “solidaridad” al hablar de energía y Europa, recuerda uno de los presentes. Fuentes de la negociación explican que Madrid siempre trató de hacer ver que no se rechazaba el texto de plano, sino que intentaban que se entendiera la particularidad energética española (poca interconexión y, por tanto, poca capacidad de enviar gas y electricidad fuera): “Desde el primer día se trabajó por el acuerdo”. De ahí que el equipo de Ribera descartara presentar una carta conjunta con otros países también remisos a la propuesta de la Comisión (Portugal, Italia o Polonia). No querían dar la impresión de un choque de bloques y poner más obstáculos.
El pacto empezó a abrirse paso entre el domingo por la noche y el lunes por la mañana, según recuerda uno de sus muñidores. El segundo texto que presentó la Presidencia checa ganó adeptos. Pero quedaba solo un día para la reunión del Consejo de ministros de Energía de la UE. Los trabajos técnicos se aceleraron con otra reunión de representantes permanentes y a media tarde llegó el empujoncito de Moscú: Gazprom anunció que rebajaba el suministro de gas a través del Nord Stream 1. En plena negociación aparecían las orejas del lobo. “Ayudó desde el punto de vista político, no técnico”, admiten fuentes diplomáticas.
Así que el lunes por la noche ya asomaba “algo parecido a un principio de acuerdo”, según un mensaje de texto enviado esa misma noche desde una delegación. Otras fuentes lo confirman, aunque aclaran: “Estaba cogido con pinzas. Nos fuimos a dormir con algunas dudas. Faltaban detalles”.
Con el horizonte casi despejado, Ribera llega a la reunión en son de paz, pero a regañadientes. “Estamos obligados a decir que sí”, apuntó con resignación, si bien ya parecía que había logrado que las exenciones que se le aplicaban a España le obligarían a consumir solo un 7% menos de gas, y no el 15%, en caso de que se active la alerta, y la Comisión acepta los argumentos de Madrid, llegado el caso. Además, la amenaza rusa dejaba poco margen para el rechazo. No solo es una cuestión de ahorro, también un mensaje de unidad política dirigido a Moscú y, en este escenario, nadie quiere aparecer en la foto con Viktor Orbán, el primer ministro húngaro, prorruso sin disimulos. Además, normalmente ningún Estado logra salir de una negociación con todas sus exigencias satisfechas.
La cita se resolvió en pocas horas, a la misma velocidad a la que se habían desarrollado las negociaciones durante toda la semana. Como apuntaba el viernes por la mañana un buen conocedor de la agenda energética europea, este capítulo es algo pequeño para lo que se avecina en otoño: “Se va a abrir la batalla por la reforma del mercado eléctrico europeo. Grecia ya ha presentado una propuesta. El gas está perdiendo peso y no puede seguir siendo tan determinante en los precios. Esto va a ser el tema en los siguientes meses”. Horas después, Sánchez volvía a jugar al ataque y anunciaba que retoma la propuesta de España a la UE para cambiar el mercado eléctrico.
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