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La UE relajará el control de las emisiones para compensar la falta de gas ruso con otras fuentes de energía más contaminantes

Bruselas considera imprescindible recuperar la producción con carbón e incluso incentivarla con subvenciones públicas

La central termoeléctrica Emile-Huchet en Saint-Avold, en Francia, el 7 de julio.
La central termoeléctrica Emile-Huchet en Saint-Avold, en Francia, el 7 de julio.JEAN-CHRISTOPHE VERHAEGEN (AFP)

La amenaza del corte de suministro de gas ruso puede llevarse por delante, al menos temporalmente, el control de las emisiones industriales más contaminantes y de las emisiones de dióxido de carbono. El plan de la Comisión Europea para capear la crisis energética aboga por impulsar la sustitución del gas por otros combustibles, aunque sean más contaminantes, tanto en la producción industrial como en la generación de electricidad. Bruselas, según el plan, se muestra partidaria de relajar las exigencias medioambientales vigentes para facilitar el cambio e, incluso, de incentivarlo mediante subvenciones públicas.

El plan de la Comisión, una comunicación titulada Ahorra gas para un invierno seguro que se espera aprobar el próximo miércoles, señala que la caída del flujo de gas ruso en las últimas semanas anticipa “un probable deterioro del suministro” y defiende la necesidad de que la UE “anticipe dicho riesgo y se prepare con un espíritu de solidaridad para una disrupción del gas ruso prolongada y, probablemente, total, que puede producirse en cualquier momento”.

El documento pide la introducción inmediata de medidas coordinadas a nivel europeo para reducir el consumo de gas, como la limitación de termostato en los sistemas de aire acondicionado y de calefacción o la reducción del nivel de producción en ciertas industrias. Y entre las medidas preventivas para evitar males mayores, como un racionamiento de la energía disponible, la Comisión incluye la necesidad de aprovechar todas las fuentes alternativas posibles, sean o no con un mayor nivel de emisiones que el gas.

“Aunque el cambio a las fuentes renovables de energía es la principal prioridad, la Comisión aplicará también temporalmente toda la flexibilidad disponible en la directiva de emisiones industriales y en la directiva de evaluación del impacto medioambiental”, promete el organismo presidido por Ursula von der Leyen en el borrador del plan al que ha tenido acceso EL PAÍS.

El organismo comunitario apunta que sus primeras estimaciones indican que se puede ahorrar “una cantidad significativa de gas” con el cambio a otros combustibles. El relevo hacia otras nuevas fuentes se está produciendo en algunos casos de forma automática como consecuencia de la escalada del precio del gas. En algunos países, además, se ha vuelto a autorizar la producción eléctrica en plantas de carbón, como en Alemania, o se ha aplazado el cierre de algunas centrales nucleares, como en Bélgica.

Pero Bruselas considera imprescindible acelerar la recuperación de fuentes que se estaban abandonando por motivos medioambientales, aunque sea a costa de sacrificar los avances de los últimos años. “El cambio de combustible tendrá un impacto en la polución del aire”, reconoce el borrador del plan energético.

Rebote de las emisiones

El 40% de la capacidad eléctrica de la UE procede de las grandes instalaciones de combustión, pero su nivel de emisiones se había reducido drásticamente en los últimos años tras la aplicación de las normas comunitarias. Entre 2004 y 2020, las emisiones de dióxido de sulfuro y de polvo en este tipo instalaciones cayó un 91%, según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente. Las de óxido de nitrógeno, en un 61%, según la misma fuente.

El nivel de emisiones de gases con efecto invernadero también se ha reducido un 24% desde 1990, según datos de la Comisión. Y se aspira a alcanzar una rebaja del 55% en 2030. Casi el 26% de esas emisiones proceden de las industrias energéticas y otro 26% del uso de combustibles fósiles para la producción de electricidad.

Además, en 2020, por primera vez, las fuentes renovables superaron, con un 39% del total, a la generación con combustibles fósiles, que se quedó en el 36%, según los datos de Eurostat. Todos esos logros podrían revertirse, al menos temporalmente, si la guerra de Rusia contra Ucrania se prolonga y Moscú corta el suministro de gas, como parece probable, en represalia por las sanciones impuestas por la UE.

De entrada, la Comisión recuerda que la directiva comunitaria en vigor permite derogar los límites de emisiones de las grandes centrales de combustión en caso de una necesidad de suministro imperiosa. En teoría, la norma prevé que esa contaminación ilimitada no se prolongue más de 10 días. Pero Bruselas señala que, en caso de necesidad, la tolerancia se puede extender sine die. Y la Comisión se declara favorable a aplicar la normativa con toda la flexibilidad posible.

Relajar las normas

La comunicación del organismo comunitario también ofrece computar como cero emisiones dióxido de carbono, a efectos del mercado de emisiones, el aumento de la capacidad en el sector del refino. Y defiende que “en ciertos casos, quizá se necesite una relajación temporal de ciertos requisitos regulatorios”. La Comisión también precisa que el marco temporal de supervisión de ayudas de Estado permite subvencionar el cambio de combustible, sobre todo, en aquellos sectores que se consideren neurálgicos y en los que una falta de suministro energético “podría impactar negativamente en la protección, la alimentación, la sanidad o la seguridad a nivel europeo o global”.

El plan es la segunda fase de la respuesta comunitaria a lo que, según Bruselas, equivale a una utilización del gas como instrumento de guerra comercial por parte del presidente ruso, Vladímir Putin. El flujo de gas ruso a finales de 2021 ascendía a unos 14.000 millones de metros cúbicos al mes, de acuerdo con los datos de la Comisión. Pero desde la invasión de ucrania en febrero de este año, se ha desplomado hasta menos de 5.000 millones.

El sistema gasístico europeo ha logrado compensar el cierre parcial de los gasoductos rusos con un aumento de 21.000 millones de metros cúbicos de las importaciones por barco de gas licuado y de 14.000 millones en la entrada de gas procedente de los gasoductos de Noruega, el mar Caspio, el Reino Unido y el norte de África.

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