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Ganaderos con distintas realidades: pollo y vaca en pérdidas, cerdo en beneficios

El incremento de los costes golpea al sector, sobre todo al avícola: “No faltarán pollos porque las granjas están mejor operativas que vacías”

Granjas de pollos Etiopia
Avicultor en su granja de pollos.UPA (Europa Press)
Javier Arroyo

Al aragonés Eloy Ureña, productor de pollos en Fayón (Zaragoza), no le salen las cuentas. El año pasado, con costes crecientes, pero más bajos que ahora, ya tuvo más de 4.000 euros de pérdidas que salieron de su sueldo. Ahora, la situación es más complicada. Su última camada la vendió a 65 céntimos el animal. “Un precio para enmarcar”, comenta. Ese mismo pollo sin despiezar está en el lineal a partir de 3,25 euros el kilo (hace unos meses era 2,85 euros). En la carnicería de Sergio Ros Maldonado, un carnicero de Granada, las cuentas son: “Compro a 2,75 más IVA, más un impuesto de residuos que me lo deja en 3,10 y vendo a 3,95 euros el kilo”. Es decir, entre 8 y 9 euros un pollo entero. En el punto de venta aún hay margen, pero las subidas de costes han puesto a muchos productores como Ureña contra las cuerdas. Pedro Barato, presidente nacional de Asaja, ofrece algunas cifras: “Antes teníamos 9 o 10 céntimos de margen y ahora de 12 a 14 de pérdida”.

El sector cárnico vive en la actualidad realidades diferentes según el animal del que se trate. La subida de precios de venta —el alza interanual en mayo fue del 12,3% en el vacuno, el 7,2% en la carne de porcino y un 13,6% en la de ave, según el Instituto Nacional de Estadística— no siempre compensa los mayores costes para los productores. Los pollos para carne que engordan en las alrededor de 5.500 explotaciones existentes —los datos oficiales hablan de algo menos de 800 millones de animales sacrificados en 2021— se venden a pérdidas, según todas las organizaciones agrarias. Dos son los factores que influyen: el desmesurado incremento de costes, valorado en un 35% en los últimos meses, sobre todo por la energía y el sistema de producción, en el que el precio lo estipulan las integradoras, empresas ajenas al productor y a las que este está obligado a asociarse. En el margen entre el productor y la venta hay que incluir la adquisición de las crías, los costes de producción, tratamiento del animal (desplume, limpieza), transporte...

Mientras, los ganaderos de vacas están superados por la subida del pienso y el descenso de consumo debido a los elevados precios de su carne en las tiendas. En cambio, la crianza y venta de los 32,4 millones de cerdos que acogen las granjas españolas es rentable en este momento, aunque en los últimos siete meses no lo ha sido.

En el caso del pollo, para entender cómo se forma el precio resulta clave un elemento: si bien los cerdos y las vacas pertenecen al ganadero, responsable de todo el proceso de producción y de sus costes, los pollos para carne, en cambio, son propiedad de la integradora, una empresa que cede las crías a los granjeros y les paga el pienso. El contrato que une a integradora y productor es el que decide el precio del pollo una vez engordado. Es un sistema que funciona en España desde hace décadas y que vincula al 99,9% de las granjas de pollos para carne, pero que no afecta al de gallinas ponedoras.

La integradora, explica Ureña, que también es responsable de COAG de avicultura, “da el pollito al productor para su cría y guarda. Nosotros ponemos las naves, los cuidados, seguros, medicamentos, agua, seguridad y todo lo demás”. En sus naves permanecen de 40 a 48 días, hasta que cogen entre 2,6 y 3 kilos. La integradora en ese momento pasará a recoger sus pollos y a pagar un precio por animal que viene definido por contrato, aunque puede mejorarse si el productor ha ahorrado pienso, ha ganado tiempo o ha mejorado el peso. Es cierto que el pienso ha subido y eso va de parte de la integradora, pero el grueso de la subida de costes (energía sobre todo) va de cuenta del granjero, un alza que no se refleja en lo que cobra por devolver el pollito que llegó convertido en un pollo gordo y lustroso.

El sector del pollo está controlado, en definitiva, por las integradoras. A pesar de todo, Ureña lo considera “el sistema menos malo”. Según la web especializada avicultura.com, diez de estas empresas son responsables del sacrificio del 82,4% de los pollos en España. Las integradoras orientan en buena parte los precios —ellas a su vez tienen que negociar con los grandes distribuidores finales—, pero además regulan y controlan el mercado, indicando con frecuencia quien entra y quien sale del sector. De hecho, según COAG, en España es casi imposible poner en marcha una explotación de pollos para carne si no se cuenta con una integradora. Es una realidad que hay casos de productores sin animales en sus naves por la negativa de estas a suministrarle pollitos.

En paralelo a las integradoras, los productores están sufriendo estos meses una importante subida de costes que, en el caso de la energía, afecta más a los pollos que al cerdo porque las aves requieren un ambiente permanentemente controlado de temperatura, luz y humedad. Pero las integradoras no se acuerdan de aplicar ese gasto extra a la hora de pagar al productor sus pollos. Así, concluyen desde COAG, “el sector se mantiene a pérdidas, rebajándose los granjeros o incluso quitándose temporalmente su salario”.

Escasez

Hace unos días, el sindicato UPA, que eleva a 30 millones las pérdidas el sector en 2022, advirtió de la posibilidad de que en otoño no hubiera pollos en las tiendas que llevar a las cocinas. Ese anuncio va acompañado, comentan desde COAG, de la invitación de algunos sectores —”los mismos que lideraron la huelga de transportes de hace unos meses, con el mismo bufete de abogados detrás”, afirman— a que los productores no acepten nuevas camadas en sus naves tras el verano para evitar las pérdidas, empujando en cierto modo a ese desabastecimiento. En COAG no comparten esa visión fatalista. “No faltarán pollos porque las granjas están mejor operativas que vacías. Más vale perder algo que no tener nada”, dice Ureña. Además, las integradoras harán lo posible para que eso no ocurra, añaden también desde la COAG.

“Con una granja de pollos siempre se ha vivido bien, han sido rentables”, explica. Por eso, en los últimos años, añade, “ha llegado gente de fuera del sector en busca de beneficios”. Eso ha provocado que haya más granjas de las necesarias. Y Ureña lo adjudica al deseo de las integradoras. “Para controlar un sector has de tener más granjas de las que necesitas y así decidir quien sobrevive y quien no. Con menos granjas, el ganadero mandaba. Ahora, lo hace la integradora”, concluye.

El sector porcino, en beneficios

Esos números rojos se convierten en negros, en este momento, en el sector del porcino. Jaume Bernis es productor de cerdos en Cataluña y responsable de COAG para ese sector. Bernis admite que, tras un periodo de noviembre a mayo “en los que hemos llegado a perder 30 euros por animal”, en este instante el sector vive con un cierto margen de beneficio. En Mercolleida, una de las lonjas de referencia en el precio del porcino, “el kilo en vivo está en 1,596 euros, el más alto de la historia. Con el precio de coste de producción entre 1,48 y 1,49 euros por kilo”, dice Bernis, queda un margen positivo de 11 céntimos por kilo para un animal que suele sacrificarse con un peso medio de 114. El resultante es poco más de 12 euros de beneficio por animal, estima el productor. Para Bernis, es un margen corto e inestable en la situación actual, con los costes creciendo sin tregua, “un 40% en el último par de meses”, estima. Se refiere principalmente a la energía —electricidad y diésel— y a los piensos. Bernis cree, además, que el precio ha marcado un tope y no pasará de ahí, algo que probablemente no ocurrirá con los costes.

Para este productor, el buen precio se debe a las exportaciones. “China ha reducido su cabaña y exporta menos, lo que nos ha permitido entrar en Japón, Corea, Filipinas y algún otro país asiático y eso levanta los precios”. En Europa, la aparición de Peste Porcina Africana en algunas granjas de Alemania ha disminuido su potencial exportador y ha permitido a España adelantarlo hasta convertirse en líder europeo.

Víctor Tapias, de 35 años, tiene una ganadería de vacas en Landeira (Granada): 500 madres y 400 terneros. “Estamos vendiendo a pérdidas”, afirma, y lo achaca a la insoportable subida del cereal. El precio medio de venta es de 5 euros el kilo que para animales que se sacrifica con aproximadamente 300 kilos supone un precio de venta en origen de 1.500 euros. “Pero es que el animal se come ahora 1.000 euros en pienso”, recuerda. Tapias recibió esta semana un camión de maíz por el que pagó 11.000 euros. “En 2019 costaba 4.500″, dice. Tapias reconoce que muchos ganaderos —los que compran los animales destetados ya— están dejando sus cebaderos con menos de la mitad de animales. “Es la única manera de sobrevivir: a menos animales, menos pérdidas”, dice.

Pedro Barato, también ganadero de vacuno, coincide con Tapia en el coste desmesurado de los piensos “porque, además, el clima no nos está ayudando en nada y todo es a base de pienso y forraje”. Barato concluye pesimista: “O los ganaderos cobran por lo que producen con rentabilidad o desaparecerán y el que desaparece no vuelve”.

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