El arte de la ‘reduflación’: cómo las empresas dan menos producto por el mismo precio
La escalada inflacionista impulsa a buscar fórmulas para disimular el encarecimiento de la cesta de la compra
Las bolsas de Doritos se han convertido en uno de los símbolos de una poco conocida estrategia comercial utilizada para disimular el encarecimiento de los productos. Se llama reduflación y consiste en poner menos cantidad de la habitual en un envase sin alterar el precio de venta. En el caso de Doritos, cinco nachos menos en cada paquete. Este cambio suele pasar desapercibido por la gran mayoría de los consumidores, que no están tan pendientes de si un paquete de galletas tiene 25 gramos menos, pero sí suelen darse cuenta de si pagan más por él al pasar por caja. Se trata de una táctica legal, siempre y cuando las empresas reflejen la nueva cantidad en los envases, y suele emplearse en épocas de crisis económica o en tiempos inflacionistas como los actuales.
La escalada de precios están siendo generalizada —el IPC se disparó hasta el 9,8% en marzo en España, el mayor registro desde 1985, y también sube en la zona euro y Estados Unidos— y las empresas toman medidas para tratar de mantener los márgenes sin encarecer los productos para no perder clientes. Una opción posible para bajar costes, que se han multiplicado por la energía, es reformular el producto con ingredientes más baratos. Pero en principio es más fácil reducir la cantidad, como en el caso de Doritos, como admitió la empresa al medio digital Quartz. Unilever también ha reconocido que tiene en cuenta este tipo de estrategia (las botellas de gel Dove han pasado de 24 a 22 onzas en Estados Unidos) y el gigante General Mills (Cheerios) adopta cuando lo cree necesario medidas similares.
En España, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha detectado varios casos. Un 7% de los 238 productos analizados en octubre para los controles de precios que realiza periódicamente han reducido su tamaño. “La táctica ha sido empleada por Pescanova (en los lomos de merluza), Danone (cinco gramos menos en un yogur), Gallo, Cola-Cao y Tulipán, y recientemente hemos visto también un par de casos en Revilla y Campofrío”, explica su portavoz Enrique García. Son pequeñas diferencias de tamaño, cuenta, como poner 10 gramos menos de chorizo en el envase y seguir vendiéndolo a un euro.
En el caso de Pescanova, la OCU afirma en su estudio: “Podría parecer que el precio medio del paquete de lomos de merluza ha bajado un 7,1% respecto a 2020. Pero si se tiene en cuenta la reducción de peso, que ha sido del 10%, en realidad ha subido un 3,2%”. Fuentes del grupo pesquero afirman que el cambio en el tamaño no tiene nada que ver con la inflación, ya que el producto de 360 gramos salió a la venta en septiembre de 2020, cuando el IPC estaba en niveles bajos, y se dejó de vender el de 400 gramos en los supermercados. La empresa añade que adapta sus formatos a sus consumidores y que en enero, por ejemplo, sacó a la venta varias referencias con descuento.
Cambiar el tamaño de los productos (táctica en inglés llamada shrinkflation, una combinación de las palabras reducir e inflación) es legal. Al formar parte de su estrategia interna, muchas empresas se reservan dar detalles sobre su política de precios. En ocasiones, estos cambios en los envasados o las cantidades se argumentan diciendo que se reducen los tamaños para eliminar calorías, o que responden a una decisión comercial por las modificaciones en los hábitos de consumo, en la demanda del cliente.
Lo cierto es que es difícil, entre los millones de marcas que hay en el mercado, saber hasta qué punto se recurre a estas prácticas. “Creemos que obedece a un entorno de subidas de precios, con el objetivo de hacerlas menos visibles al consumidor, porque en un momento inflacionista como este el usuario castiga lo que aprecia que sube”, añade García.
La inercia y la rapidez tienen un peso importante a la hora de hacer la compra: el 70% de las decisiones se toman en dos segundos. Y, aunque los usuarios son más sensibles a las variaciones de precio, no suelen estar al tanto de lo que pesan los productos envasados que compran. En el caso de un litro de leche, o dos litros de refresco, la cantidad está más clara. Pero en otros productos empaquetados como una bolsa de macarrones o una chocolatina, llevar la cuenta de los gramos no suele ser lo habitual. “Hay productos en los que es más difícil darse cuenta, por ejemplo, si me fijo en un envase de humus de 220 gramos, en realidad no sé si hace una semana tenía 240, lo mismo pasa con una chocolatina, si es un poco más corta que antes”, explica Juan Carlos Martínez Lázaro, profesor de Economía de IE University. “Reducir la cantidad puede ser una estrategia defensiva ante el aumento de costes”, añade el experto.
¿Puede tratarse en algún caso de una práctica engañosa? Fuentes del Ministerio de Consumo indican que la vigilancia para detectar si se producen irregularidades en el sector depende en España de las comunidades autónomas y que no les ha llegado ninguna denuncia al respecto. Por otra parte, el efecto en el cálculo del IPC no tiene por qué verse afectado por esta alteración de los tamaños, dado que el Instituto Nacional de Estadística tiene en cuenta el precio por cantidad para calcular el índice.
Grandes raciones
Jugar con las cantidades no siempre es para reducirlas. “Hace unos años hablábamos de la estrategia de dar grandes cantidades de producto y ahora es lo contrario”, recuerda Martínez Lázaro. El objetivo entonces era incentivar que se compraran paquetes de mayor tamaño, aunque luego se quedaran durante meses en la despensa.
La reduflación no es nueva y a veces no solo se refiere a cantidades concretas de un envase, sino también a servicios que se prestan o al tamaño de las raciones. En muchas ocasiones las empresas llevan a cabo este tipo de procesos para poder mantener su margen de beneficios o, al menos, para no disminuirlos. Uno de los casos más conocidos es de 1987, cuando American Airlines redujo una unidad de la cantidad de aceitunas que servía en las comidas de sus vuelos y consiguió ahorrarse 40.000 dólares.
Hace 30 años, solo los consumidores más perspicaces se daban cuenta, mientras que en la actualidad se comparte más información en internet. En la red social Reddit por ejemplo, el grupo Shrinkflation cuenta con 21.000 miembros, que publican fotos del antes y el después de productos que han menguado.
Los estudios que hay sobre el tema son escasos. Destaca uno realizado por la Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido, entre enero de 2012 y junio de 2017, en el que detectaron variaciones en azúcar, mermelada, siropes, chocolates y la confitería procesada.
Reducir los tamaños tampoco es siempre fácil. Tiene que compensar a la empresa, porque requiere en ocasiones cambios en el envasado o adaptar las máquinas. Además, a veces puede resultar más polémico subir los precios directamente. Fue el caso de Toblerone. Su fabricante, la compañía Mondelez, provocó un disgusto a los consumidores al poner más espacio entre los picos de las populares chocolatinas para reducir su peso y costes de producción. En 2017 se enfrentó a una demanda y tuvo que rectificar y volver a su forma anterior.
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