El cierre de Shenzhen amenaza con alargar la pesadilla logística
La ciudad china, confinada ante los recientes brotes de contagios de covid, alberga fábricas ligadas a Volkswagen, Toyota o Apple
El confinamiento de Shenzhen, la ciudad china de 17,5 millones de habitantes considerada como el gran polo tecnológico del país, ha introducido un nuevo elemento de incertidumbre —otro más— en la economía global justo cuando todas las miradas se centran en las consecuencias humanas y económicas de la guerra en Ucrania. El aislamiento de una semana, decretado por las autoridades del gigante asiático para frenar la rápida propagación de la variante ómicron, ha provocado alteraciones en plantas ligadas a Volkswagen, Toyota o Apple, entre otras muchas, y amenaza con alargar la pesadilla logística que desde hace meses genera interrupciones, retrasos y encarecimientos en el comercio global.
La buena noticia es que su puerto, el cuarto mayor del planeta, sigue funcionando. Las malas están tierra adentro, en el enorme ecosistema de empresas que alberga. Foxconn, uno de los proveedores clave de Apple para fabricar sus iPhones, se ha visto obligado a detener su producción en la localidad por las restricciones, y ha anunciado que la derivará a sus instalaciones en otras ciudades del país. Un informe del banco estadounidense JP Morgan invita a no caer en el pánico. “Creemos que el impacto se limitará como máximo al 10% de la producción de iPhones, debido a la temporada baja y la pequeña porción que se fabrica en Shenzhen”, señala.
Ramón Gascón, asesor para Asia del Club de Exportadores e Inversores de España y profesor de EAE Business School, que fue directivo del BBVA en China durante una década, cuestiona la utilidad de la agresiva política china de covid cero, que aprieta el gatillo del cierre con mucha más rapidez que en Occidente a pesar de que se detectan muchos menos casos y buena parte de ellos son asintomáticos. “No termino de entender la política de covid cero, sobre todo cuando en otros países se están habilitando otras medidas. En cuanto a sus consecuencias, el problema lo veo más en las fábricas que alimentan a ciertos productos, ahora en cuarentena. Interrumpir la cadena de suministros cinco días es una barbaridad, sobre todo en la situación actual”, advierte.
La megalópolis, situada al sureste del país y comparada a menudo con Silicon Valley, aloja las oficinas centrales de colosos tecnológicos chinos como Tencent y Huawei. Y allí tienen presencia Volkswagen y Toyota, los dos mayores fabricantes de vehículos del mundo. La automovilística alemana, con una cuota de mercado del 16% en China, ha cerrado también tres plantas por un brote de contagios en Changchun, la otra gran ciudad —más de nueve millones de habitantes—confinada por las autoridades, esta desde el viernes pasado.
A los retrasos en la producción que propician nuevos cuellos de botella en el comercio global, muy dependiente de las mercancías chinas, hay que añadir problemas de transporte. Aunque las navieras responsables del tráfico de contenedores —donde viajan los productos que llenan las estanterías occidentales— han sido informadas de que todos los puertos y terminales están funcionando con normalidad, hay otras partes de la cadena de suministro que no pueden decir lo mismo. Se han cerrado los almacenes, y los servicios de logística, tanto aérea como por medio de camiones, se han visto afectados en varias ciudades por la exigencia de someter a los conductores a tests de covid con frecuencia. En caso de positivo, las firmas de transporte se quedan sin parte de su personal.
El asunto ha llegado a la Casa Blanca. La Administración Biden dijo este lunes que vigila muy de cerca los efectos de los confinamientos en China, especialmente su potencial impacto en los puertos, el punto de salida de la gran mayoría de productos electrónicos. Gilles Möec, economista jefe de AXA IM, cree que llueve sobre mojado. “La presión de los precios de la energía y los alimentos ha sido el principal impulsor de la inflación en todo el mundo y el conflicto en Ucrania lo está exacerbando. Lo último que necesita la economía mundial en este momento es ver también presión sobre los precios de los productos manufacturados. China es el pulmón manufacturero del mundo”.
También la economía china está notando las consecuencias económicas de los cierres. La Bolsa ha caído con fuerza en las últimas sesiones. Y como explica Sophie Altermatt, economista de Julius Baer, las dificultades se acumulan. “Dados los diversos obstáculos debido a la recesión en curso en el mercado inmobiliario, la débil demanda de crédito, el aumento de los riesgos geopolíticos por la guerra en Ucrania y, más recientemente, los brotes de covid-19 en todo el país, la incertidumbre sobre las perspectivas económicas ha aumentado y es incierto si el impulso económico puede mantenerse”.
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