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El cava se descuelga de prosecco y champán en el bum de los espumosos

Los productores elevan el volumen de exportaciones a costa de vender más barato y perder facturación, mientras sus competidores italianos y franceses aprovechan el tirón de la demanda

Marc Rovira
Crecimiento espumosos
Bodegas de cava de la marca Codorniú en el Penedés (Barcelona).JORDI CAMÍ (ALAMY)

Al cava se le escapa el gas. El mercado mundial de los espumosos ha notado un crecimiento espectacular de la demanda en los últimos cinco años, pero el beneficio de ese bum de las burbujas lo han acaparado el italiano prosecco y el champán francés. Entre 2017 y 2021, el sector del cava ha perdido 4,1 millones de euros de facturación, una mengua del negocio del 1,1%. Paralelamente, la rentabilidad del prosecco se ha disparado un 56,7%, y el glamuroso champán francés ha hinchado su facturación un 17,2%. “Se ha hecho evidente que hay crecimiento de los espumosos en el mundo, lo que hace falta ver es qué hace el cava para aprovechar esa estela”, plantea Rafael del Rey, director general del Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV).

Según datos de Eurostat, la Oficina de Estadística de la Unión Europea, y de las agencias de aduanas, las exportaciones de cava desde España muestran una dinámica malsana, en comparación con las expediciones italianas de prosecco y con las ventas internacionales de champán. En el global, entre 2017 y septiembre de 2021, las exportaciones de los tres espumosos crecieron del orden de 222 millones de botellas. El dulzón vino italiano reventó el mercado, con un crecimiento de las ventas al exterior del 60%. A estas alturas, coloca más de 460 millones de botellas. El repunte exportador de champán es más moderado, del 9,1%, con una cuota de 163 millones de unidades. Eurostat refiere que cava se queda a medio camino, con un aumento de las ventas internacionales del 13,5%, hasta los 180 millones de botellas anuales.

Sin embargo, el escenario alcista dibuja una fotografía reluciente para prosecco y champán, pero más borrosa para el cava. La facturación de los productores italianos se dispara un 56,7%, hasta superar los 1.200 millones de euros, mientras que las cuentas de los bodegueros franceses reflejan un empujón del 17,2%, hasta superar los 3.300 millones de euros. Mientras, la marca cava sufre una contracción del 1,1%, y se queda en los 369 millones de euros. ”Cuando se gana en volumen, pero bajas en facturación, la interpretación es obvia: en el mix de producto se está imponiendo la gama económica”, manifiesta Xavier Gramona, quien comanda la reputada y centenaria bodega familiar. Hace tres años, la bodega Gramona abandonó el paraguas de la denominación de origen Cava para ser una de las nueve marcas que impulsaron el distintivo Corpinnat. Pese a que los nueve elaboradores díscolos aportaban peso específico a las gamas más cotizadas del cava, Xavier Gramona pone en duda que su huida pueda haber causado raspaduras en la facturación del sector.

Reacio a emitir veredictos concluyentes sobre estrategias comerciales, Gramona apenas desliza que “el cava tiene que decidir contra quién lucha”, y señala que “escogiendo a la competencia se identifica cómo es el producto propio”. Opina que “el prosecco no puede ser nunca un competidor”, y argumenta que es menester “plantear batalla con los espumosos de calidad”. Según datos del Observatorio Español del Mercado del Vino, obtenidos de las estadísticas oficiales de exportación de los países, el precio medio de una botella de champán es de 20 euros, y el de prosecco es de 2,74 euros. Ambos casos están por encima de los 2,05 euros que, de media, se fija para la botella de cava.

Presente en 150 países

Un cálculo con el que no está muy conforme el Consejo Regulador del Cava. El organismo encargado de definir los protocolos sobre cultivo de la uva y elaboración del producto, así como la estrategia comercial que se debe seguir para promocionar el cava, no da datos oficiales sobre el precio medio de venta por botella, pero el baremo que baraja dibuja una horquilla entre los 6 y los 8 euros. Javier Pagès, el presidente del Consejo Regulador, afirma que “el cava no tiene que preocuparse tanto de lo que hace uno o el otro, sino que debe centrarse en sí mismo”. Pagès, que antes de llevar las riendas de la denominación estuvo al frente de Codorníu, entona un discurso optimista: “El prosecco no me preocupa mucho, porque el cava es un producto de una calidad impresionante. No es el producto de una región, es mundial, está en más de 150 países”, argumenta.

El Consejo Regulador no reporta aún cifras de 2021, pero indica que los datos serán bastante parejos a los de 2019. Entonces se despacharon 249 millones de botellas. El estallido de la pandemia en 2020 pinchó el mercado y desplomó las ventas hasta los 215 millones de unidades. “A mí me preocupa más que el cava crezca en calidad que en volumen. Uno de los retos es seguir añadiendo valor”, afirma Pagès. Una reflexión que entiende Rafael del Rey. “Es normal preguntarse cómo vender más botellas a precios más altos”, indica. Argumenta que, en la liga de los espumosos, al champán hay que darle de comer aparte porque el prestigio histórico que atesora hace inverosímil cualquier comparación. Pero, considera que los productores de cava harían bien en no desmerecer al prosecco, porque ha plasmado que “se puede crecer mucho en volumen, ganando nuevos mercados”, y dando muestras de que esa expansión “se puede traducir en un crecimiento en valor”.

Diferenciar el producto o aliarse con el enemigo. La penetración del prosecco en el mercado español es algo que, por ahora, no preocupa a la cúpula del Consejo Regulador del Cava. “El cava está muy arraigado, y a la gente le gusta. Si estuviéramos vendiendo algo malo sí habría peligro de que llegase algo de fuera que gustara más, pero no es el caso”, sostiene Pagès. El Consejo Regulador ha apostado por darle diferenciación al producto, creando las categorías de Reserva, Gran Reserva y Paraje Calificado. En semejante escenario, su presidente opina que el crecimiento del prosecco es posible “si hay quien se dedica a invertir para incrementar su distribución y darle más marketing y comunicación”. Es la estrategia que adopta Freixenet, en manos de la multinacional alemana Henkell. La apuesta de la marca por el prosecco se enmarca en un plan “para llegar a nuevos públicos y atraer al consumidor más joven y a los millennials”. Freixenet manifiesta que el prosecco “está considerado el producto motor de la categoría de vinos espumosos en todo el mundo”. Fuentes del sector del cava recuerdan que cuando Pedro Bonet, de Freixenet, presidía el Consejo Regulador del Cava, llamó al orden a las bodegas para trazar un plan de choque ante la previsible invasión del sector por parte del vino italiano. A la postre, Freixenet ha terminado aliándose con el que un día pareció un enemigo.

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