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Cultura en digital: una transformación necesaria

Las empresas culturales deberán afrontar uno de los mayores retos transicionales: digitalizarse para adaptarse al nuevo contexto económico y social que se dibuja en el horizonte cercano

Imagen de una instalación interactiva. / FELIPE TRUEBA (EFE)
Imagen de una instalación interactiva. / FELIPE TRUEBA (EFE)

A veces no somos conscientes de atravesar un momento trascendental de la Historia. Sin ánimo de ser grandilocuentes, el momento presente es uno de esos en los que los acontecimientos se suceden tan rápido que no nos da tiempo a asimilarlo. Lo llaman ‘aceleración del tiempo histórico’, y son momentos clave para la toma de decisiones. En este contexto, una cuestión fundamental es la reconstrucción de nuestro mundo buscando otros parámetros que nos permitan ser más respetuosos con los recursos del planeta, aprovechando los avances de la ciencia y la tecnología. En esta simbiosis de sostenibilidad y digitalización, debemos plantearnos los desafíos de la cultura para encajar en este nuevo escenario.

Desde marzo de 2020 atravesamos un periodo extraño en el que hemos tenido tiempo de repensarnos, deconstruirnos y volvernos a inventar. La fase de reflexión nos ha llevado a replantear lugares comunes y a confirmar la importancia de la cultura para la vida en sociedad. Por eso, garantizar el acceso y fortalecer las estructuras públicas y privadas debe ser una prioridad.

Aunque sabíamos que estábamos abocados a la digitalización, los últimos acontecimientos han acelerado este proceso. Si bien parecía que la transformación sería lenta y gradual, nos hemos encontrado con que la respuesta de la UE para afrontar la recuperación después del parón de los últimos meses está fundamentada en la digitalización y la sostenibilidad. Para transformar nuestra sociedad se ha puesto en marcha un paquete de ayudas que se articularán en cada país a través de los planes de recuperación nacionales. El plan presentado por España, conocido como ‘Plan de Recuperación Transformación y Resiliencia’, cuenta con diez políticas palanca entre las que se encuentra la cultura.

Esa política palanca tiene tres componentes para poner en marcha inversiones y reformas. Uno de estos componentes, el 24, está dirigido a la revalorización de la industria cultural con la intención de impulsar la transformación digital del sector cultural. En conclusión, la digitalización es una prioridad en la agenda del os próximos meses, porque la puesta en marcha de los proyectos que se financiarán con estos fondos se hará hasta 2023. Si como todo apunta, las inversiones llegarán después del verano, tenemos que estar preparados para identificar nuestras necesidades de cara a afrontar la transición digital, y planificar nuestra estrategia para conseguirlo. La cuestión es si lo estamos.

Más allá de la fortaleza de nuestras grandes instituciones culturales, el tejido cultural español está compuesto en su mayoría por pymes y autónomos sin trabajadores a cargo. Su fragilidad ha quedado demostrada por los efectos devastadores del parón de la actividad. Ahora, y sin apenas tiempo para recuperarse, las empresas y los trabajadores de la cultura deberán afrontar uno de los mayores retos transicionales, digitalizarse para adaptarse al nuevo contexto económico y social que se dibuja en el horizonte cercano.

Tenemos la oportunidad de hacer valer la presencia de la cultura en el entorno digital, asumiendo que entramos en un cambio de época en el que las reglas han cambiado

Los desafíos más evidentes son, por un lado el fortalecimiento de las capacidades digitales de los profesionales del sector, y por otro el diseño de modelos de transición digital adecuados para las particularidades de la cultura. Según se recoge en el desarrollo del mencionado Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, habrá medidas específicas para fortalecer las capacidades digitales y facilitar la digitalización de las pymes. Pero lo importante ahora es identificar las necesidades, para acceder a la formación adecuada y al modelo que más se adapta a cada organización, proyecto o iniciativa. Hay algunos pioneros que ya han abierto camino, como la Fundación Juan March o el Museo Thyssen. Ambos han pensado sus organizaciones en digital desde sus orígenes, lo que les ha facilitado avanzar de manera progresiva y planificada. En el ámbito de las habilidades digitales hay que destacar el trabajo llevado a cabo por la Escuela Superior de Música Reina Sofía, que ha propiciado un programa específico para la formación digital de los músicos.

Debemos tener presente que la transición digital en el sector cultural no está dirigida únicamente a la relación con los públicos. Estamos hablando de un cambio organizacional que abarca todos los ámbitos, y sobre todo afecta a la gestión interna. Esto quiere decir que tendremos que acostumbrarnos a analizar los datos que acumulamos para mejorar nuestra gestión y la oferta de nuestros servicios, acercarnos mejor a nuestros públicos y colonizar un entorno que muchas veces nos ha sido hostil. Ahora tenemos la oportunidad de hacer valer la presencia de la cultura en el entorno digital, asumiendo que entramos en un cambio de época en el que las reglas han cambiado. El desafío es aprovechar el momento para levantar un sector cultural más fuerte y más justo.

* Inma Ballesteros es directora del Observatorio de Cultura y Comunicación de la Fundación Alternativas

 

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