El Gobierno se aferra al empleo para prever un rebote mayor de la economía
El PIB se sitúa todavía a unos ocho puntos del nivel prepandemia, mientras que la ocupación está solo a dos. El Ejecutivo espera que esta brecha empiece a cerrarse en los próximos trimestres
La corrección del PIB que hizo el INE dio un giro a todas las interpretaciones sobre lo que estaba ocurriendo en la economía española. Se esperaba que en el segundo trimestre hubiese un fuerte repunte conforme se reabría la actividad, sobre todo en los servicios. Sin embargo, la revisión a la baja del INE señaló que esa recuperación no tenía tanta fuerza como se preveía. Era más gradual. A pesar del fuerte rebote del empleo, las ventas, y por tanto el PIB, no tiraron en igual medida.
Con los nuevos datos del INE, la lectura era que ya se había incorporado mucha gente al empleo pero que estos trabajadores apenas habían aumentado las ventas. Según Eurostat, la ocupación solo está a dos puntos porcentuales de recuperar los niveles prepandemia. Y las horas trabajadas, a cuatro. En cambio, el PIB se encuentra todavía a ocho. Y en consecuencia la economía española aparece como la más rezagada de Europa también durante la recuperación y a pesar de haber recobrado buena parte del empleo perdido.
El Gobierno se aferra a esa distancia entre el empleo y las ventas para esgrimir que en los próximos trimestres debería haber un reacoplamiento que empuje con fuerza la actividad. Una comparativa con otros países europeos muestra que España es un caso singular. En Alemania, Francia e Italia, las horas trabajadas y el PIB marchan de forma similar. ¿Podría suceder que España tenga una evolución distinta por el mayor peso de los servicios turísticos? Si se coteja con Grecia, Malta y Portugal, tres países con una importancia muy elevada del turismo en sus economías, España sigue siendo un caso anómalo. Es verdad que Portugal traza un dibujo algo parecido. Pero Malta no. Y Grecia ha recuperado mucho PIB y puestos de trabajo, pero no horas trabajadas.
“Según los datos del INE, se contrató pero no se vendió. ¿Acaso los empresarios han fichado para nada?”, dice Leopoldo Torralba, economista de Arcano. No es normal que haya una caída de la productividad tan acusada. Así que el Gobierno espera que este desacoplamiento entre las horas trabajadas y el PIB se corrija con un mejor comportamiento de los indicadores en los próximos trimestres.
Una tesis es que haya habido entre abril y junio una importante anticipación del empleo, sobre todo en servicios como la hostelería o el turismo. Se empezó a incorporar a trabajadores previendo un levantamiento de restricciones que luego acabó demorándose. La reapertura no ocurrió hasta entrado el trimestre: el Estado de Alarma no decayó hasta el 9 de mayo. La apertura a los turistas extranjeros vacunados no ocurrió hasta el 7 de junio. Y los británicos no sacaron a España de las cuarentenas hasta el 19 de julio. De ahí que se resintiese el turismo y los datos de pernoctaciones del segundo trimestre estuviesen todavía al 26% de 2019 (al 51% el nacional y al 14% el internacional). Como explica Valentín Bote, director del servicio de estudios de Randstad, aunque hubiese unos niveles bajos de ocupación, la reapertura de un hotel o un restaurante ya requiere de todos modos de unos mínimos de plantilla.
Por el contrario, en el tercer trimestre la buena noticia es que el turismo se disparó hasta el 67% de 2019 (104% el nacional y 46% el internacional). Y estos datos podrían soportar, en parte, la teoría de una convergencia más adelante.
Otro tanto podría estar pasando con los cuellos de botella en la industria, que están obligando a retrasar las ventas aunque se hayan reincorporado trabajadores.
El Ministerio de Economía defiende que la actividad está yendo de menos a más y, por consiguiente, pronostica que habrá una aceleración en los próximos trimestres.
Tampoco tiene mucho sentido que, tras la revisión del INE, el PIB del segundo trimestre de 2021 tenga unos niveles no muy superiores al del tercer trimestre de 2020. Cabe pensar que las restricciones son menores y que, por lo tanto, el INE también haya podido tener dificultades para recabar datos en unas circunstancias muy complejas. Así lo apuntaría también la fuerte caída de la productividad. “¿Tiene sentido que España haya crecido la mitad que Europa cuando fue levantando restricciones antes?”, señala en esta línea Leopoldo Torralba. Y añade que si la cosa fuese mal, con un flujo tan elevado de contratación temporal, se ajustaría el empleo y enseguida se percibiría en las estadísticas.
Sin embargo, no todo rema a favor de la tesis del Gobierno. Aunque mejore mucho el PIB en el segundo semestre, parece difícil que se logre su previsión del 6,5% de crecimiento para este año. El rebote tendría que ser fortísimo y crecer un 9% en la segunda mitad del año para cumplirse, algo que con los niveles de empleo casi recuperados se antoja bastante más complicado.
Una explicación parcial para este desajuste entre las horas trabajadas y el PIB es que se hayan incorporado sectores y trabajadores con una menor productividad, como el turismo, la hostelería, el transporte, el sector público o una mayor rehabilitación de vivienda en vez de edificaciones, y que en consecuencia el PIB esté subiendo menos por ello.
Una crisis distinta
La naturaleza de la crisis y las respuestas que se han dado también pueden estar condicionando la forma de la recuperación. En la recesión de 2008 no se podrían haber empleado los ERTE porque se habrían estado manteniendo trabajos y empresas que solo eran viables con la burbuja, en especial de la construcción. Pero esta crisis se esperaba que fuese algo temporal hasta que llegase la vacuna. No había ningún sector que ajustar. El turismo retornaría en cuanto la pandemia se acabase. Y eso permitía mantener el empleo con fórmulas como los ERTE que se han utilizado en toda Europa. Como explica Gregorio Izquierdo, director de Economía de CEOE, al haberse mantenido el empleo, la productividad se ha resentido. El desembalsamiento de los ERTE ha ocurrido antes de que se recupere la demanda, lo que puede estar provocando el retraso entre horas trabajadas y PIB. Se ha invertido el patrón habitual de una crisis por el que primero se recupera la actividad y la productividad se dispara; y luego se va contratando para responder a esos incrementos de demanda. Ahora estaría funcionando al revés.
Un misterio añadido es el comportamiento del consumo minorista, que sorprendentemente lleva varios meses con una evolución plana. Dos factores pueden explicarlo: por un lado, las ventas de coches y otros bienes pesan mucho en el comercio, y estas se encuentran paradas por la falta de suministros. Por otro, la inflación está mermando el consumo: se gasta más en euros pero no en volúmenes por las subidas de precios.
De momento, los datos de este trimestre no están siendo mucho mejores que los del segundo. Y las incertidumbres van al alza: el encarecimiento de la energía se está recrudeciendo durante la segunda mitad del año. También está empeorando el sector exterior. Y la industria europea encadena ya seis meses malos. ¿Se ha contratado para una recuperación que no está siendo tan fuerte y en la que se están comprimiendo las rentas por la inflación? De la persistencia de la inflación y de los cuellos de botella dependerá la fortaleza del crecimiento en 2022. Las autoridades siguen defendiendo por ahora que serán fenómenos pasajeros, aunque estén tomando mucha más fuerza de lo que hasta hace poco se anticipaba.
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