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Los empresarios declaran el estado de optimismo

Las empresas españolas creen que la recuperación se consolidará, aunque son más cautas sobre la evolución del empleo, según el Barómetro de Deloitte

María Fernández
Baremetro de Deloitte
Un soldador trabaja en la factoría de la empresa ferroviaria Talgo en Las Rozas (Madrid).Ricardo Rubio (Europa Press)

El estado de ánimo de las empresas es asombroso. Quizá sí, esta vez, el optimismo esté recorriendo los despachos tras 17 meses de angustia pandémica. El Barómetro de Empresas elaborado por Deloitte, y que desde 1999 publica este diario, nunca se había llenado con tantas respuestas decididas sobre el porvenir inmediato de la economía: mejorará para un 82% de los encuestados en lo que queda de año y 2022 será incluso más positivo (lo piensa el 90%). Trasladado a las propias empresas, el 65% de los encuestados creen que mejorarán su balance en el segundo semestre y en 2022 un 74% esperan crecer en producción y facturación. En el sondeo, que ofrece una amplia radiografía sobre producción, exportaciones, beneficios, inversiones y empleo, han participado 224 empresas cuya facturación conjunta supera los 950.000 millones de euros y emplean a medio millón de personas, tanto en España como fuera.

Atrás parecen haber quedado los días terribles en los que la ocupación en las UCI se convertía en un indicador adelantado de actividad. Estamos en pleno rebote: 7 de cada 10 empresas consultadas entre junio y principios de julio, cuando ya impactaba la variante delta del virus, ven la luz tras el fin del estado de alarma. La incertidumbre por el aumento de los contagios (la incidencia roza los 700 casos por cada 100.000 habitantes) no hace mella en las previsiones. Y si los sentimientos son el combustible con el que se cargan las encuestas, en esta hay munición a raudales. “Podemos ver que este avance se da al mismo tiempo que la mejora en la confianza de los consumidores, que ha vuelto a niveles precovid. Esto, junto con el buen ritmo de vacunación y relajación de restricciones, está causando una revisión al alza de las proyecciones del PIB”, sostiene Ana Aguilar, directora de Financial Advisory en Deloitte. Funcas publicaba esta semana que el PIB crecerá un 6,1% en 2021 y 2022 en otra encuesta donde las opiniones positivas superaban a las negativas por primera vez desde el comienzo de la pandemia. En el Barómetro de Deloit­te, un 47% de los consultados admiten que su empresa ya está en niveles de 2019 (eran un 27% en el sondeo de enero) y un 46% creen que lo estará a partir de 2022. Algo que también se nota en los beneficios: en los primeros seis meses de este ejercicio, la rentabilidad ha aumentado para la mitad de los panelistas gracias al viento de cola de la demanda interna.

La situación tiene efectos positivos indudables sobre el empleo. “Que las empresas vuelvan a contratar son buenas noticias y así se refleja en los últimos datos de afiliación a la Seguridad Social, con un incremento de más de 230.000 personas en junio”, subraya Aguilar. Ya hay tantos afiliados (19,5 millones) como antes de la crisis. En el estudio también se trasladan esas buenas sensaciones, aunque el optimismo está más encapsulado: pese a los fuertes incrementos de ventas percibidos, solo el 38% de los encuestados harán contrataciones antes de fin de año mientras que la mitad mantendrán el empleo y un 11% esperan disminuirlo. También se observa una disminución de empresas con trabajadores acogidos a ERTE, un asunto que, sin embargo, genera preocupación, ya que una abrumadora mayoría (72%) cree que el Gobierno debería mantener esta medida extraordinaria hasta finales de año.

Suspenso al Gobierno

Las opiniones sobre la gestión económica del Gobierno son diáfanas: el 67% de las empresas suspenden al Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez. Cuando se trata de valorar la gestión de las ayudas por parte de la administración el castigo se modera: un 29% la evalúa como buena, un 44% considera que ha sido mala o muy mala y para otro 27% es indiferente. El fomento de las exportaciones, la mejora de la competencia en el mercado, la liberalización del mercado laboral y la disminución del gasto público son las principales demandas corporativas.

Alérgicos a subidas impositivas, los responsables de las empresas (suelen contestar al cuestionario directores generales, consejeros delegados o responsables de la dirección financiera) sí admiten mayoritariamente que se necesitarían subir los impuestos para sufragar un mejor sistema educativo y apoyar la investigación. No lo tienen tan claro cuando se trata de sufragar los gastos del sistema sanitario (un 46% piensa que está bien financiado) o las infraestructuras. Tampoco creen que sea necesario un nuevo sistema para sufragar las pensiones. La mitad de los panelistas está satisfecho con el ritmo de vacunación del país (solo un 20% cree que va demasiado lento).

Los ERTE son, señala Yolanda Fernández Jurado, profesora de Economía Aplicada en Comillas-Icade, “un arma de doble filo, porque han permitido amortiguar el impacto de la pandemia, pero hay un problema: muchas empresas no se han reconvertido y muchos trabajadores no se han dado cuenta de que el panorama ha cambiado. Hay posibilidades de que los ERTE se conviertan en ERE”. Y añade otro dato inquietante: “Se habla mucho de que la pandemia afecta a la hostelería, pero va a exigir ajustes en muchos sectores con un uso intensivo de mano de obra”.

La “gran incógnita”

Esa es una de las grandes dudas no resueltas que también aborda el Barómetro: si tras todo ese optimismo habrá una recuperación equiparable en puestos de trabajo. Junio terminó con 447.800 trabajadores en ERTE, un 43,1% de ellos concentrados en los servicios de comidas y bebidas y alojamientos. Y hay, con datos de paro registrado, 360.000 parados más que antes de la crisis sanitaria. De modo que, si la contratación se ralentiza, puede haber más de medio millón de parados reales originados por la crisis conforme avancen los meses y se terminen los estímulos.

Antonio Pedraza, presidente de la comisión financiera del Consejo General de Economistas, también señala el empleo como la “gran incógnita” después de un mes de junio excepcional. “No sabemos cuál es el efecto tapón de los ERTE, cuántos de ellos se convertirán en despidos definitivos. Y tampoco sabemos cómo se van a colocar las personas que se están quedando sin empleo”, reflexiona. Añade que la moratoria concursal está amortiguando los cierres de compañías no viables, y aunque la destrucción de empresas haya crecido desde enero, también lo hacen las aperturas: hasta mayo se abrieron un total de 46.353 sociedades, un 2,8% más que en el mismo periodo de 2019. “Creo que ambas medidas [la moratoria concursal y los ­ERTE] son acertadas porque están reteniendo el desempleo hasta que cambien las circunstancias, pero la realidad es que el mercado laboral depende de las pymes en un porcentaje elevadísimo. Creo que hay que alabar la actitud de la ministra Nadia Calviño sobre el salario mínimo. Una subida ahora, con la estructura empresarial que tenemos, tendría el efecto de exacerbar el desempleo”, considera Pedraza. Un desempleo que va a costar eliminar porque han cambiado muchas cosas. Grant Thornton publicó el pasado miércoles otro informe desarrollado por Oxford Economics sobre pymes y traslada que hay un desequilibrio claro entre lo que las empresas demandan y lo que ofrece el mercado de trabajo. Carlos González, socio de consultoría de la firma, cree que se debe a dos razones: la rápida reactivación de actividades que han estado mucho tiempo paradas, como el turismo, hace que haya muchas vacantes que en ocasiones no se pueden cubrir fácilmente. Y, por otro lado, aprecia un gap entre las habilidades que necesitan las empresas en un contexto de rápida digitalización y las que se ofrecen.

Vuelta a la oficina

En la empresa de recursos humanos Trivu, que dirige Pablo González, no paran de trabajar preparando planes de formación y reciclaje de personal para otras compañías. “El empleo repunta, pero en una dirección distinta a la que veíamos hasta ahora. La demanda se centra en perfiles con habilidades digitales muy bien desarrolladas. También se buscan líderes más preparados para entornos cambiantes y se readaptan otros puestos hacia nuevas funciones que antes no existían o no se consideraban tan importantes”, observa. Algo que será fundamental si, como parece, el teletrabajo va a permanecer: el 36% de los panelistas tienen a un tercio de sus plantillas teletrabajando (que, según la definición legal, consiste en estar más de dos días fuera de la oficina) y otro tercio trabaja en remoto un día a la semana.

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En sintonía con lo anterior, el 42% de los consultados estiman que aumentarán sus inversiones con la mirada fijada en la digitalización de procesos (un 30%), la inteligencia artificial (20%), robotización (20%), ciberseguridad (17%) y el análisis de datos (11%). La seguridad de las operaciones en la Red trae de cabeza a las corporaciones, aunque la práctica totalidad ya dispone de un responsable en esa materia. Tres de cada cuatro panelistas han sufrido al menos un incidente de seguridad en el último año y el 28% admiten incluso que han padecido más de cinco incidentes recientemente.

Pero la economía se calienta y por momentos quema. Casi 7 de cada 10 consultados piensan que la inflación aumentará y que el barril de petróleo no bajará de los 60-70 dólares o incluso estará por encima de ese nivel (esta semana cotizaba a 72 dólares). Suben los costes energéticos y de materias primas, y escasean algunos productos, como semiconductores o metales. Circunstancias que hacen que el avance por sectores sea desigual.

En la asociación de proveedores de automoción Sernauto trasladan que el desabastecimiento de chips no se resolverá “hasta bien entrado 2022”. La logística se ha puesto patas arriba. Juan José Novoa, jefe del área económico-financiera del Puerto de A Coruña, uno de los participantes en el sondeo, admite que en su caso la caída de los tráficos (centrados en combustibles, graneles y turismo de cruceros) ha sido profunda y les ha obligado a reorientarse para conseguir ser un puerto enfocado en energías limpias. No recuperarán sus mejores cifras de negocio hasta, al menos, 2024.

Desde el sector inmobiliario, Luis Guijarro, director de Hi Real Estate, también habla del repunte de precios por el encarecimiento de los costes de construcción: “Hay que estar atentos a la evolución de los contratos cerrados antes de la covid, que en algunos casos tendrán problemas para mantener los precios fijados”. Sigue preocupando también el sector turístico, donde una buena parte no tiene capacidad para trasladar al consumo el incremento de sus costes y donde solo un tercio de las empresas confía en que los ingresos se recuperen este año. La inflación, además, corroe el ahorro y el poder adquisitivo de los salarios pese a que los economistas no ven el fenómeno como algo preocupante.

La fiscalidad es otro de los quebraderos de cabeza corporativos. Ahora que el G7 se ha puesto de acuerdo para conseguir un suelo global en el impuesto de sociedades (15%) y parece haber cierto consenso mundial en que solo así se pagará la factura de esta crisis, 6 de cada 10 respuestas van en esa dirección, pero a un tipo muy reducido: de entre el 10% y el 15% de los beneficios. Por pedir que no sea.

Las peticiones de rebajas continúan por este orden, con las cotizaciones sociales, el IVA, el IAE (que pagan las empresas que facturan más de un millón de euros) y, en mucha menor medida, en el IRPF. A los empresarios también les irrita la disparidad fiscal autonómica y piden impuestos similares en todo el territorio. Aunque en este punto las respuestas que llegan desde Madrid son mayoritariamente contrarias a las del resto.

En cuanto al desgarro que supuso el Brexit, parece haber quedado atrás para una amplia mayoría de sociedades. También se relaja la preocupación por los tipos de cambio frente al dólar y por la política monetaria, con la confianza de que el BCE mantendrá a corto plazo su política ultraexpansiva. ¿Lo hará? Parece que sí para Kyle Thomson, responsable de Financial Advisory en Deloitte. Porque la misma pandemia que ha disparado el uso de sedantes y antidepresivos entre la población ha ayudado a que las instituciones económicas administren sus propios tratamientos contra el dolor. “Los bancos centrales consideran la subida de precios como algo temporal. No esperamos subidas de tipos, especialmente teniendo en cuenta el reciente cambio de decisión del BCE de fijar el objetivo de inflación en el 2% en vez de ‘por debajo’ del 2%”.

Fondos europeos

“Salir de esta salimos, la cuestión es cómo”, medita la profesora de Icade. El partido todavía no está ganado, pese a ese estado mental de confianza que orilla la incertidumbre de estos meses. El miedo a la vuelta de las restricciones por el auge de los contagios sigue ahí. Los fondos europeos pueden ser fabulosos para rematar la recuperación o un monumental fiasco. El 94% de los consultados opinan lo primero y la mitad de las empresas esperan beneficiarse de ellos directamente. Pero, como recuerda Pedraza, del último ciclo (entre 2014 y 2020) España aprovechó solo un tercio de los fondos comunitarios. Mal presagio si ahora hay que gestionar 140.000 millones en ayudas y préstamos de golpe. Fernández Jurado añade que el problema de las ayudas comunitarias no está en la cantidad, “sino en lo que haces con ellas”. Por lo pronto, harán que los próximos dos años sean relativamente tranquilos, según el consenso de expertos. Aunque esa palabra, tranquilidad, sea justo la que nadie se atreva a utilizar, visto lo visto.

Exportaciones no tan importantes

Gran salvavidas de la economía española en crisis pasadas, las exportaciones crecen ahora a doble dígito. Entre enero y mayo, España vendió bienes por valor de 125.351 millones, dato que está ligeramente por encima del registrado en 2019 (en 2020 descendieron un 10%). Pero la contribución al crecimiento del sector exterior no está siendo la misma que tras la Gran Recesión por el fuerte incremento de las importaciones, como señala el director del Servicio de Estudios de la Cámara de España, Raúl Mínguez. Tampoco ha variado demasiado el número de exportadores (unas 68.000 empresas en total, de las que 30.360 exportan más de 50.000 euros al año). Era previsible que una economía abierta como la española, integrada en las cadenas de valor mundiales, recuperase rápidamente el flujo exportador, pero para los consultados por el Barómetro de Empresas la situación, más allá de volver casi a la normalidad, no les ha facilitado nuevos mercados ni un apoyo extra para atravesar los momentos difíciles. Los panelistas sí se muestran optimistas sobre qué pasará en los próximos meses: hasta un 57% espera que sus ventas al resto de la UE se vean incrementadas, mientras que solo un 6% responde que disminuirán, y un 38%, que se mantendrán igual. La Unión Europea sigue siendo el destino favorito de las empresas españolas (un 61% de las ventas) y el temor a nuevos rebrotes del virus continúa siendo la principal amenaza para los intercambios comerciales. Todavía hay una gran parte de compañías (el 42% de la muestra del estudio) que no exportan. Por destinos, preocupa especialmente Latinoamérica.

El colapso

Todavía es pronto para calcular qué cicatrices dejará 2020 en el sector exterior. En un trabajo de hace unos meses publicado por Funcas, varios economistas comparaban la caída de las exportaciones durante el confinamiento con el periodo bautizado como “colapso”, observado durante esos mismos meses de 2009. Y alertaban de que la covid-19 había tenido un impacto negativo aún mayor que el surgido a partir de la crisis financiera internacional por un deterioro más profundo de la cartera de productos y destinos.

Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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