Las ‘palomas’ vencen a los ‘halcones’
El ala moderada del BCE ha aceptado incluir la vivienda en el cálculo de la inflación, mientras se espera que en la reunión del 22 de julio se apruebe mantener los tipos muy bajos durante largo tiempo
No solo en política fiscal —con el arranque del plan de recuperación—, sino también en la monetaria, las palomas vencen a los halcones. La prioridad al crecimiento y la inversión, los bajos tipos de interés y los estímulos fiscales y monetarios se imponen.
La nueva estrategia monetaria aprobada el día 8 por el BCE supone su segunda refundación, tras la emprendida por Mario Draghi priorizando la lucha contra la Gran Recesión. Bajó tipos y lanzó masivas compras de activos, públicos y privados, pese a los frenos del Bundesbank y del Tribunal Constitucional alemán y los ataques de la ultraderecha local... y de Donald Trump.
El nuevo objetivo del BCE arrincona el de una inflación por debajo “pero cercana al 2% en el medio plazo”. Aunque el draghismo lo rompió de hecho, ese corsé era restrictivo: asimétrico, impelía a actuar más cuando la inflación subía que si bajaba.
Ahora se apunta al 2% como “un objetivo simétrico, o sea, que las desviaciones del mismo son igualmente indeseables”. La expansión goza ya de igualdad constitucional con la restricción.
Obtiene además un mandato legal más favorable: el de una actuación “especialmente persistente” cuando los tipos, como ahora que son negativos, estén en su suelo bajo. El objetivo es siempre el 2%, la política diferirá en intensidad, pues es más automático bajar una alta inflación (aplicando tipos altos) que hacerla subir.
“Ello puede también implicar un periodo transitorio en el que la inflación sea moderadamente superior al objetivo”, reza el BCE. Ganan las palomas, el 2% no es un techo infranqueable. Como ganaron cuando la Reserva Federal consagró “aspirar a lograr una inflación que sea un promedio del 2% a lo largo del tiempo”, el 27-8-20.
Atención al fraseo. Para Fráncfort el desbordamiento es una posibilidad; para Washington, un propósito. Es este matiz —de resultado, no de obligación— lo que al fin ha inclinado a los halcones europeos a completar la unanimidad de la decisión. Dan su brazo a torcer, al justificar ante su público —muchos ahorradores sufrientes por los bajos tipos— que la resignación aquiescente no implica entusiasmo militante.
El momento era clave. Aunque sea temporalmente, la inflación supera en la eurozona el 2%; y en EE UU, el 5%. Había que contrarrestar la agitación de los ultras que reclamaban subir tipos (con la consiguiente ruina de los países más endeudados).
Las concesiones a los austeritarios de incorporar la vivienda al índice de inflación (que lo acrecentará) y de recordar que el primer instrumento monetario es el manejo del tipo de interés (por encima de la expansión cuantitativa) son, en la práctica, retóricas. La de la vivienda, porque tardará años en acordarse un cálculo homologado. La de los tipos, porque ya lo son.
Ahora queda la batalla de la concreción. Apuesten a esta tesis: el día 22, el Consejo de Gobierno del BCE aprobará la promesa (forward guidance) de mantener los tipos muy bajos durante largo tiempo, ojalá que más allá de 2023. Quizá solo por mayoría.
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