No basta con volver a 2019
Es un error aspirar a alcanzar niveles de PIB previos a la pandemia; eso reafirmaría los daños permanentes de la crisis económica
Basta el objetivo de recuperar el tamaño de la economía al nivel de 2019, justo antes de la pandemia? La política económica europea —y la española— se han diseñado según ese propósito. Así que tareas como la consolidación de las finanzas públicas, el acercamiento a los niveles de déficit y deuda ortodoxos (3% del PIB y 60% del PIB), se han interrumpido temporalmente, aplazadas hasta el retorno de la economía “al nivel precovid”.
Algunas voces han levantado sus críticas a ese objetivo, por insuficiente. Una alerta temprana la lanzó el catedrático emérito de Hacienda Antoni Castells, el 10 de mayo, en un seminario del laboratorio de ideas europeG. “La referencia más adecuada debería consistir en cuándo se recupera el nivel que habríamos alcanzado de haber continuado la tendencia del crecimiento previo a la pandemia”, advirtió. Porque de lo contrario, consagramos “los daños permanentes” infligidos a la economía, al menos durante el trienio 2020-21-22 “¿Y quién los paga?”, apostillaba.
O sea, perseguir solo la estricta recuperación del PIB de 2019 es dar por perdidos los tres años siguientes en términos de crecimiento: de riqueza colectiva y su consiguiente capacidad de maniobra para dirigir nuevos ingresos a reducir la deuda y/o aumentar el bienestar.
El líder italiano, Mario Draghi, dio carta de naturaleza política al asunto el 18 de junio, ante el Cercle d’Economia: “Nuestro objetivo debe ser devolver la actividad económica al menos a la trayectoria que exhibía antes de la pandemia, incluso superarla”, postuló. Un nivel “al que no llegaremos sin estímulos adicionales”.
¿Con qué fin? “Compensar el aumento de la deuda pública que emprendimos durante la crisis sanitaria” y proyectar un “crecimiento más rápido del empleo”. Si en 2020 se actuó sobre la oferta (proteger empresas y empleos en riesgo) “ahora debemos asegurar que la demanda aumenta a esos niveles de la oferta”.
Y el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, recogió la antorcha en el seminario anual de los periodistas económicos, el día 25, en Santander. Limitarse a retornar a 2019, lo que se prevé para finales de 2022, salvo imprevistos sanitarios —más tarde que nuestros mejores vecinos—, “no es un objetivo muy ambicioso”; hay que proponerse el nivel “al que estaríamos si no hubiera existido la crisis”, pues esa “brecha” podría durar demasiado tiempo.
Se trata de que la recuperación sea “sólida” y “esté completamente asentada”. Para lo que urge mantener (o aumentar), los estímulos fiscales y monetarios, y emprender las reformas pendientes. Y ello no se logrará en España antes de 2024, calcula el Banco de España.
En palabras coloquiales de Castells, eso indica que “la instrucción de gastar, gastar, gastar, no se ha agotado”, como revela EEUU. El profesor cifra para España esa brecha entre el crecimiento tendencial precovid para el trienio 2020-2022 siguiendo la trayectoria del trienio 2017-2019 y el previsto (según la media de FMI, OCDE, Banco Mundial y Eurostat), en un trabajo por publicar. A final de 2022, le faltarán 7,4 puntos de PIB para llegar al nivel que habría logrado de haber seguido la pauta de progreso del trienio anterior a 2020. Sería, pues, siete puntos largos menos rica respecto de sí misma que lo que habría acumulado sin la crisis.
Y tan o más preocupante como eso (pese a los próximos trimestres, que serán rutilantes), habrá perdido comba respecto a sus socios y competidores, que en conjunto saldrían mejor parados, pues aunque ahora el rebote de España sea mayor, su caída fue aún peor. La eurozona le ganaría a final de 2022 en 3 puntos; Italia, en 3,5; Alemania, en 5, y EEUU en 6,5. De modo que el país no solo perdería tamaño en relación consigo mismo. También potencia relativa respecto de los demás.
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