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Enagás sale de su zona de confort

La compañía que preside Antonio Llardén multiplica sus proyectos verdes y se ve como un actor clave en la futura descarbonización de la economía europea

María Fernández
La planta de regasificación de Enagás en Huelva, situada en la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel.
La planta de regasificación de Enagás en Huelva, situada en la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel.Carlos Crespo

A Enagás le gusta ser una empresa confiable, estable. Incluso se podría decir que aburrida. Que no da grandes sustos en la retribución a sus accionistas (tampoco grandes alegrías en Bolsa), ni firma operaciones que no están planeadas con enorme antelación. Pero estos no son tiempos estables y la compañía presidida por Antonio Llardén lo sabe. Aclarado el marco de sus ingresos regulados, que tantos dolores de cabeza levantó antes de la covid —la CNMC indujo a una rebaja de la retribución del 11% para el periodo 2021-2026—, la empresa participada en un 5% por el Estado a través de la SEPI y que tiene como socio estable a Amancio Ortega se enfrenta ahora a cómo ser imprescindible en el proceso de descarbonización, algo que dependerá mucho del papel que la UE quiera dar a los Transmission System Operator (TSO, gestores de la red de transporte, en su caso de gas) en el marco del Green new deal continental. “Europa ha explicitado que quiere evitar inversiones cuantiosas si se pueden aprovechar las redes ya existentes. Y una posibilidad es que los TSO gasistas pongamos la red al servicio de ese proceso”, explica Llardén.

Pronto por las tuberías de Enagás podría circular, junto al gas natural, el hidrógeno. Con una inversión de entre 400 y 600 millones, la red española podría, sin un gran esfuerzo técnico, mezclar con el gas una proporción de hasta el 10% o 12% de hidrógeno verde producido desde plantas renovables, algo que podría ocurrir a partir de 2024 o 2025. Muchos condicionantes, sí, pero para recorrer un camino despejado. “Además de ser algo esencial, estoy convencido de que la descarbonización va en serio en el sector energético”, reflexiona el directivo.

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Y lo compara con la revolución de hace un cuarto de siglo que acercó mercados hasta entonces estancos (petrolero, eléctrico y gasista). “Ahora estamos en otro periodo de transición, y como empresa mediana que somos, hemos demostrado gran capacidad de adaptación”. Han reducido en un 63% sus emisiones entre 2014 y 2020 y se han fijado ser neutros en carbono en 2024. Y a más largo plazo, en 15 o 25 años, seguramente Enagás será distinta a la compañía actual. “No de golpe, claro”, sonríe Llardén, que explica que tienen más de medio centenar de proyectos alrededor del hidrógeno junto a otros socios (34) y el biometano (21) para descarbonizar, generar empleo, desarrollar la industria española y obtener una rentabilidad adecuada, como explicó el martes a los inversores.

En tiempos en donde separar la paja del trigo cuesta mucho trabajo, Enagás defiende que su enfoque es serio y en esencia, práctico. Por ejemplo, con su idea de extender a numerosas ciudades lo que hacen en el vertedero de Valdemingómez (Madrid), que inyecta biometano a la red ahorrando emisiones contaminantes. En España es la única planta que recupera este gas para reconducirlo, pero en otros países como Alemania hay cientos instaladas en vertederos.

Con Naturgy trabajan para levantar una factoría en León que produzca 9.000 toneladas al año de hidrógeno renovable a partir de una planta fotovoltaica de 400 Mw y un electrolizador de hasta 60 Mw para cubrir consumo local, inyectar a la red lo que sobre y, en el futuro, exportarlo a Europa. En el País Vasco estudian con Repsol y el ente vasco de la energía sustituir hidrógeno gris (generado a través de un proceso que contamina) por verde (generado a partir de energía limpia) en una planta piloto a escala industrial para generar combustibles sintéticos. Otro proyecto que lidera Repsol en el que participa Enagás, este con un componente 100% innovador, busca generar hidrógeno directamente desde los paneles solares, sin tener que recurrir a la electrólisis —algo que sería completamente revolucionario y que Llardén defiende que ya ha demostrado eficacia en el laboratorio—. Y en Mallorca coordinan un plan impulsado por Acciona, Cemex y Redexis llamado Green Hysland que generará, distribuirá y utilizará 300 toneladas de hidrógeno renovable al año. Con él se abastecerá una flota de autobuses.

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Son objetivos fantásticos que hay que aterrizar en España, donde hoy por hoy, no se produce ni un kilogramo de hidrógeno verde. Si se cumplieran, movilizarían una inversión (entre subvenciones europeas, inversión y financiación) de 6.000 millones de euros, de los que Enagás debería encargarse de poner hasta 600 millones. De nuevo, los condicionantes. Porque en el camino seguramente muchos planes no demostrarán su viabilidad, o terminarán fusionándose con los de otros operadores. “Lo cierto es que de aquí a 2025 habrá concreciones, y en ese momento se darán plazos definidos para llevar a cabo los proyectos que salgan adelante”, dice Llardén.

Negocio americano

Mientras el futuro llega, por ahora Enagás tiene pendiente cumplir objetivos más prosaicos. Hasta marzo su beneficio descendió un 22% (93 millones de euros) esencialmente por la caída de los ingresos regulados. Este año se han marcado como meta obtener un ebitda de entre 685 y 735 millones y un beneficio neto de alrededor de 380 millones gracias a un estricto plan de control de gastos generales. Por ahora creen que terminarán más cerca del objetivo mayor impulsados por un razonable buen comienzo del año y por la extensión de las vacunas, lo que mejora las previsiones de la economía en el segundo semestre. Hasta este momento, la demanda de gas en España está ligeramente por encima de la del año pasado. En especial por la necesidad de gas industrial (el 65% de su negocio), que ha crecido un 1%. Casi otro 25%, los cientos de miles de hogares que utilizan gas, se vieron afectados por la ola de frío de enero, y en ningún momento Enagás tuvo problemas de operación.

Tampoco los tuvo su filial estadounisense Tallgrass Energy, de la que tienen un 30,2%, que sufrió la gélida ola que afectó al país. Tallgrass ha cerrado una alianza para incrementar la capacidad de uno de sus gasoductos, llamado Pony Express, y diversificar el acceso a las cuencas de producción de gas. Además, Trans Adriatic Pipeline, una infraestructura clave para el suministro energético de Europa en la que Enagás tiene un 16% del capital, entró en operación al 100% en el último trimestre de 2020, así que ya ha comenzado a reportar resultados. Todo ello asegura que, pese a la caída de ingresos, suban un 1% el dividendo. “Vamos cumpliendo con todos los objetivos previstos”, resume el presidente.

Un consejo lleno de expolíticos

La pandemia no ha supuesto ni ERTE ni despidos en Enagás. Y por la parte alta, la empresa sigue fichando a expolíticos para su consejo de administración. Las últimas incorporaciones del año pasado han sido la de los exministros socialistas José Montilla y José Blanco, que se sientan en el órgano de dirección junto a las exministras populares Isabel Tocino, Ana Palacio; el expresidente de Alianza Popular Antonio Hernández Mancha y la exviceconsejera del Gobierno canario Rosa Rodríguez, que ultima su salida. Sus remuneraciones oscilan entre 160.000 y 190.000 euros anuales. El consejero delegado, el ingeniero Marcelino Oreja hijo del político del mismo nombre, fue eurodiputado por el PP. Llardén cree que se trata de “un consejo de administración plural, con una gran experiencia”, y señala que pronto se incorporarán dos nuevas consejeras: la catedrática Natalia Fabra y María Teresa Arcos, directora de Telecomunicaciones del Ministerio de Economía.


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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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