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Europa busca su hueco para vender algas

Con apenas un 1% de la producción global, las empresas del continente venden el producto silvestre orientado al segmento de calidad

Jörg Ullmann, director general de Roquette Klötze, en un granja de algas en Alemania.
Jörg Ullmann, director general de Roquette Klötze, en un granja de algas en Alemania.Jens Büttner/picture alliance/Getty Images (otros)

Con diferentes aplicaciones y usos, una huella de carbono limitada y aún con margen para crecer, la producción de algas en Europa se perfila como una apuesta prometedora para la bio­economía de la UE. La Comisión Europea quiere desbloquear el potencial del continente en un sector dominado por Asia que aporta menos del 1% de la producción total, según los últimos datos disponibles de 2016. Esta industria, que engloba la producción de macro y microalgas y productos derivados, generó ventas de entre 1.100 y 1.300 millones de euros en 2020, de acuerdo con la Asociación Europea de Biomasa de Algas (EABA, por sus siglas en inglés).

“Las macroalgas son las que vemos en el mar, las que las mareas sacan a la orilla”, dice por teléfono Gabriel Acién, vicepresidente de la EABA. Las microalgas son cultivadas en tierra en sistemas abiertos, como balsas o canales, o cerrados, usando fotobiorreactores. “En capacidad de producción, Europa está muy por detrás de Asia”, comenta. Entre 2006 y 2015, de China salió el 54% de toda la producción de biomasa de algas, por delante de Indonesia, Filipinas, Corea del Sur y Japón. En cuanto a las macroalgas, China e Indonesia lideran su cultivo, mientras que Chile, seguido por China, es la más potente en recolección, según el Centro Común de Investigación de la Comisión.

Las compañías europeas suelen ser pequeñas o medianas, generalmente jóvenes, aunque hay operadores con más de 20 años de experiencia. “La facturación está entre uno y 20 millones de euros”, señala Acién. Hay entre 450 y 600 firmas. Francia, Irlanda y España tienen un mayor número de empresas de macroalgas; Alemania e Italia, de microalgas.

La Patrona comenzó su actividad hace dos años y medio y colabora con pescadores de las Rías Baixas que recolectan a mano algas, como wakame o kombu, que luego deshidratan o salan para uso gastronómico. “He trabajado siempre en acuicultura y me interesaba una especie nueva, algo que tuviese potencial, que no estuviera ya explotado”, cuenta Cristina García, fundadora y directora general. “A pesar de que ya hay empresas que llevan 20 años, sigue siendo una novedad y es un recurso que no necesita pienso, que ya consume los nutrientes del medio marino. También reduce el dióxido de carbono, mitiga el cambio climático, tiene muchas potencialidades…”, añade.

Algamar es una de esas empresas que llevan más de dos décadas en el sector. En 1996 vieron el interés del mundo gastronómico por las macroalgas y fundaron en Pontevedra la primera empresa dedicada a su recogida y tratamiento en España. “Hay otros países que sí cultivan, por ejemplo, Japón, China, Corea…, la mayor parte que tienen es cultivada”, dice Clemente Fernández, fundador de la compañía. “Nosotros todavía tenemos el lujo de recoger algas que da el mar directamente. Hay variedad y cantidad como para recoger alga silvestre”, añade. En Europa, al contrario de la tendencia global, la mayor parte se obtiene de esta manera.

En la actualidad, las macroalgas dominan el panorama eu­ropeo con alrededor de 50.000 toneladas y ventas de entre 700 y 800 millones de euros en 2020. Las microalgas, por su parte, rondaron las 500 toneladas, con un valor de entre 400 y 500 millones, según la EABA.

Neoalgae comenzó en 2012 en Gijón como asesora y consultora, pero acabó dando el salto a la producción. “Gracias a una financiación europea tenemos una planta de cultivo de, aproximadamente, 1.500 metros cuadrados”, explica por teléfono Fidel Delgado, codirector ejecutivo. Comercializan productos de diferentes usos elaborados con los principios activos que extraen de las microalgas que cosechan. “El interés que tenemos es producir más ingredientes nutracéuticos y farmacéuticos, porque entendemos que es hacia donde va el mercado”, asevera.

Aunque la biomasa de algas puede tener otras aplicaciones, como estimulantes agrícolas o piensos para acuicultura, y se estudia su potencial como biocarburante, su principal destino es la alimentación, seguida de la cosmética. Pueden ser utilizadas como ingrediente, como materia prima para gelificantes y colorantes o para usos nutracéuticos, entre otros.

“Como otras innovaciones, al principio son muy caras”, dice por videollamada Jörg Ullmann, director general de Roquette Klötze, una empresa alemana pionera especializada en el cultivo de diferentes microalgas. Cuenta que al principio se podían usar principalmente como suplemento por el alto valor del mercado. “Pero ahora nos hemos movido al segmento del colorante alimentario o al pienso para peces. Y el próximo paso podría ser usarlas como proteína alternativa”. La revolución del sector, para Ullmann, es en realidad una evolución.

“La competencia con países donde el coste de la mano de obra es muy bajo, así como sus salvaguardas, es imposible”, apuntan en Spireat, una compañía italiana que produce espirulina biológica desde 2016. La industria europea hace de la especialización y la calidad su principal arma. “Sobre todo, tenemos producción de especies que ellos no producen tanto, más delicadas, de mayor valor…”, asevera el vicepresidente de la ­EABA. Fuentes de Severino Becagli, una empresa también italiana dedicada al mismo producto, coinciden en que hasta el momento ha sido imposible competir con China, pero confían en que los consumidores más concienciados apuesten por la espirulina de calidad. “Ciertamente más cara, pero mejor en términos de sabor, olor y, sobre todo, propiedades nutricionales”, afirman.

Crecimiento del 10%

La mayoría coincide en que el sector está en crecimiento. La EABA lo sitúa en torno a un 10% anual, aunque los últimos datos disponibles indican que la producción europea, al menos hasta 2015, se había mantenido estable frente a un crecimiento global más pronunciado. “Ha crecido dentro de lo que es un alimento desconocido aún para la gente de a pie. Queda mucho camino, pero podemos estar satisfechos de la evolución que ha tenido”, señala Fernández, de Algamar. En cuanto a los beneficios, Acién explica que, como en otros sectores, hay compañías que desaparecen, pero que la cantidad de empresas, el volumen y el nivel de facturación en incremento indican que son rentables.

Sin embargo, a pesar de las buenas perspectivas, quedan desafíos que superar, como la complejidad de los procesos administrativos y las barreras regulatorias. “Hay poca conciencia sobre este producto y sus necesidades de producción, y así, para cada pequeño paso burocrático, tuvimos que dedicar mucho esfuerzo para alcanzar los resultados”, aseguran en Spireat. Otro de los retos es el desconocimiento por parte del público y el tamaño reducido del mercado. “No solo tienes que encontrar tu modelo de negocio, sino también tus propias estrategias de comunicación”, aprecia Ullmann. “Tuvimos que aprender a comunicar de una manera popular, para que todos entendieran por qué las algas eran buenas o prometedoras”, argumenta. “Y eso sostuvo nuestras ventas”.

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