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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La era de los bancos públicos de desarrollo

Con activos por 11 billones de dólares, estas entidades deberían elevar su actividad de cara a la recuperación

Stephany Griffith-Jones Régis Marodon José Antonio Ocampo
Ilustración Negocios
Tomás Ondarra

Las importantes amenazas globales —entre ellas la pandemia de la covid-19, el cambio climático y la creciente desigualdad— exigen una acción concertada de gran escala. El desafío que enfrentan los responsables de las políticas hoy es respaldar grandes transformaciones estructurales que puedan hacer que las economías, simultáneamente, sean más productivas, más inclusivas y consuman menos carbono. Los bancos públicos de desarrollo (BPD) —a escala local, nacional, subregional, regional o interregional— son esenciales para ayudar a los Gobiernos a financiar una rápida recuperación de la crisis de la covid-19, y garantizar que las economías sirvan mucho mejor a la gente y al planeta en el largo plazo.

Al ofrecer financiamiento público directo y movilizar financiamiento privado, los BPD deberían seleccionar y respaldar inversiones productivas de largo plazo, que incluyan a aquellas que hagan hincapié en proyectos de bajo consumo de carbono, así como a aquellas que beneficien a regiones y poblaciones más pobres. Y deberían basar su selección en criterios que antepongan el impacto en el desarrollo, considerando los retornos financieros como un objetivo importante pero secundario.

El papel de los BPD fue el foco de una importante conferencia de investigación el 9-10 de noviembre como parte de la primera Cumbre de Finanzas en Común. Esta cumbre, que cuenta con el respaldo del presidente francés, Emmanuel Macron, del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, y de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, reunió a jefes de Estado y a los directores ejecutivos de muchos de los 450 BPD que existen en el mundo.

Lo que está en juego no es nada menos que cambiar la manera en que los servicios financieros sustentan la economía real para alcanzar un crecimiento más equitativo y sustentable. Los BPD pueden ser actores cruciales en ese esfuerzo, entre otras cosas al financiar la provisión de bienes públicos.

La investigación internacional preparada para la conferencia contiene numerosas recomendaciones para ayudar a quienes toman decisiones a promover una transformación estructural sostenible e inclusiva. Alcanzar estos objetivos es una tarea difícil pero crucial, y los investigadores resaltan varias condiciones que podrían permitirles a los BPD desempeñar un rol vital.

Primero, los Gobiernos deberían garantizar que los BPD existentes tengan una escala suficiente como para llevar a cabo sus funciones. Dada la crisis de la covid-19, los bancos de desarrollo multilaterales subregionales en particular necesitan con urgencia una nueva capitalización significativa. Los bancos de desarrollo nacionales también necesitan capital adicional. Los países sin un BPD, por su parte, deberían considerar seriamente crear uno.

Luego, la mayoría de los BPD necesitan mejorar las herramientas analíticas que utilizan para monitorear y evaluar los impactos de su financiamiento. Las salvaguardas de estos bancos, incluido el impacto ambiental de sus inversiones, son valiosas. Pero deben hacer más para incorporar el imperativo de la transición a economías equitativas, de bajo consumo de carbono y resilientes en todas las decisiones de financiamiento y las etapas de los proyectos. Como dice el refrán, “lo que se puede medir se puede gestionar”.

Tercero, los BPD deberían apuntar a forjar el futuro y pasar de ser simples “tomadores de proyectos” a “hacedores de proyectos”. Una vez que hayan definido los objetivos —acción climática, por ejemplo—, deben desempeñar un papel proactivo y mover la primera pieza para ayudar a superar incertidumbres y riesgos, y definir misiones, programas y proyectos.

Combinar recursos

Como cuarta prioridad, los BPD deberían hacer más para combinar sus recursos con los del sector privado, y ayudar a movilizar financiamiento comercial para proyectos que el mercado por sí solo muchas veces no financiará. Estos incluyen mitigar el cambio climático, promover la innovación, construir infraestructura, financiar a pequeñas empresas y ofrecer vivienda asequible. Una estrategia de estas características puede unir a todos los actores para maximizar el impacto en el contexto de objetivos de desarrollo sostenible.

Quinto, los reguladores financieros deberían sopesar adaptar sus reglas prudenciales para considerar las características específicas de los aportes de los BPD al desarrollo, y fomentar inversiones que mitiguen el cambio climático, porque esto también mejorará la futura estabilidad financiera.

Sexto, los BPD deberían conformar una coalición unida y global comprometida con la transición a un desarrollo equitativo y sustentable y con el cumplimiento del acuerdo climático de París. Resulta esencial ir más allá de las iniciativas aisladas y enfrentar los problemas en una escala global. Una mejor cooperación entre bancos de desarrollo multilaterales y nacionales es crucial, y también garantizará un mejor acceso al sistema internacional de subvenciones y fondos globales.

Finalmente, maximizar los efectos de los BPD en el desarrollo exige que se concentren en la economía real e inviertan en proyectos innovadores y de alto impacto. Si bien los BPD principalmente otorgan préstamos, las garantías pueden desempeñar un papel útil en la gestión del riesgo financiero en momentos de alta incertidumbre como estos. Y para los proyectos tecnológicos innovadores y de alto riesgo con un desarrollo potencialmente alto y una potencial ganancia, los BPD deberían considerar el uso de más instrumentos de capital para captar mayores réditos.

Las políticas y el financiamiento contracíclico para respaldar la recuperación deberían estar alineados más explícitamente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, a la vez que se le debería dar prioridad a respaldar el desarrollo equitativo y la mitigación y adaptación del cambio climático. Los Gobiernos deberían mejorar el papel de los BPD a la hora de respaldar a los países y a las regiones que quedan rezagados, promoviendo la innovación y la transformación estructural, financiando el desarrollo social y aumentando la inclusión financiera, la infraestructura adecuada y la provisión de bienes públicos globales.

Con activos combinados de más de 11 billones de dólares, los BPD ya juegan un papel importante en la economía global. Ahora deberían aumentar aún más sus actividades individuales y conjuntas, para financiar inversión en infraestructura y respaldar la provisión de bienes públicos globales, especialmente la mitigación y adaptación climática. Una recuperación global justa y verde necesita con urgencia toda la ayuda que podamos concitar.

Stephany Griffith-Jones es catedrática emérita del Institute of Development Studies at the University of Sussex. Régis Marodon es asesor en finanzas sostenibles. José Antonio Ocampo es exministro de Finanzas de Colombia. Jiajun Xu es decano del Instituto de Nuevas Estructuras Económicas en la Universidad de Pekín.

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