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Los test PCR levantan un muro casi infranqueable de entrada a Canarias

Turistas, estudiantes y emigrados se quejan de la dificultad para viajar a las islas por el alto coste de las pruebas PCR y la falta de logística

Varios turistas visitan la isla de Lobos en Fuerteventura (Canarias), a principios de noviembre.
Varios turistas visitan la isla de Lobos en Fuerteventura (Canarias), a principios de noviembre.Santi Burgos

Aeropuerto de Madrid-Barajas, ocho de la mañana. Apenas tres pasajeros deambulan con sus maletas por la terminal 1 que se extiende como un páramo inusitadamente desierto. Ninguna tienda abierta, nadie en los mostradores de facturación. Hasta Ryanair, la aerolínea más resistente al virus, se ha mudado al centro de la terminal ante la ausencia de viajeros. Un aeropuerto fantasma: hay aproximadamente cinco empleados de seguridad por cada pasajero. En el control, tres empleados se encargan de cada viajero. “Perdone que le hagamos el test de explosivos. Pero es que apenas llega nadie y debemos estar ocupados. Hay muchos compañeros en ERTE”, dice una guardia. El panel luminoso certifica el desastre: una sola pantalla recoge los nueve despegues del día, frente al más de centenar que hubieran sido programados en circunstancias normales.

Pasado el control, Aena ha habilitado salas y personal para que los turistas procedentes del extranjero rellenen el formulario de control sanitario en cumplimiento de la orden del Ministerio de Sanidad que obliga a todos los pasajeros procedentes de países de riesgo (en la práctica casi todos) a presentar una prueba PCR negativa realizada en las 72 horas antes de entrar en España. Al tratarse de un vuelo a Canarias, no es preciso mostrar ese test, aunque las autoridades de la Comunidad Autónoma han impuesto su propia norma que obliga a los turistas —nacionales o extranjeros— a presentar un test que acredite que están libres del virus, aunque en este caso, también se admite la prueba de antígenos.

Apenas hay vuelos

Ya en las islas, Leah, una residente británica jubilada, atestigua que la tradicional avalancha invernal de compatriotas se ha cortado de raíz este año: “Apenas hay vuelos ya. En mi país hay que pasar cuarentena a la vuelta. Y encima tienes que pagar 145 libras por un test que no sabes si va a dar positivo antes de subirte al avión. ¿Quién demonios va a querer venir?”, dice mientras apura una pinta de cerveza en uno de los pubs de la calle Red de Corralejo (Fuerteventura). “Aquí se podían juntar en una noche más de 300 personas. Venían familias enteras a ver su equipo o estudiantes con ganas de juerga. Y ahora, ya ve. Apenas unos cuantos jubilados. Solo sirvo ya un grifo con cerveza española porque no vienen ingleses. Con tantos controles y tanto miedo, es imposible”, corrobora el camarero del pub The Underground.

Adrián, socorrista de las playas de Corralejo
Adrián, socorrista de las playas de CorralejoR. M.

El Gobierno canario del PSOE ha pedido al Ministerio de Sanidad que suavice la norma y valide los test de antígenos como documento de entrada. También suscriben la petición las aerolíneas y los hoteleros. Pero el Ejecutivo de Pedro Sánchez, que desde el inicio de la pandemia rechazó realizar ningún tipo de control en los aeropuertos alegando la baja incidencia de contagios por esta vía, ha cambiado de criterio y ahora se muestra inflexible: sin PCR no se entra en las islas. Ni siquiera eximirá de la prueba, que cuesta entre 120 y 150 euros, a los emigrados o los estudiantes canarios que puedan regresar a sus hogares por Navidad.

”El año pasado venían holandeses, alemanes, italianos a aprender surf. Ahora solo hay canarios. Con la crisis y las exigencias de papeles es muy difícil”, comenta resignado Adrián, uno de los socorristas de la Playa El Bajo Negro, en Corralejo.

El sector hotelero, a medio gas

Mientras tanto, el sector hotelero de la región sigue a medio gas —siendo muy generosos—. Y contiene la respiración con cada cambio normativo, restricción a la movilidad o exigencia en los principales mercados emisores (Reino Unido y Alemania). La incertidumbre golpea duramente a la ocupación y amenaza la temporada alta del turismo en la comunidad. Esta semana ha sido la primera en la que ha convivido la obligación de presentar pruebas de antígenos para los residentes en España que se hospeden en alojamientos turísticos canarios y de PCR para los que lleguen de países de riesgo: el resultado ha sido un número escaso de problemas significativos, según el sector.

Al inicio, coinciden encargados de varios hoteles del archipiélago, llegaron algunos turistas despistados sin la prueba. Pero ahora la tónica general es que todos aterrizan con los test. En el caso de los viajeros nacionales, además, las hoteleras son las encargadas de recoger esa información —en los aeropuertos, semivacíos, no existen controles para estos casos—. Una responsabilidad que muchas de estas empresas creen que no les corresponde. Pese a ello, indican, el proceso está siendo fluido.

“Está yendo bastante bien y las incidencias son mínimas. Ahora nuestra esperanza es que el Gobierno rectifique y dé validez a los antígenos también, como ha recomendado Bruselas, para los viajeros que llegan de países de riesgo”, sostiene Maru Araña, directora de contratación y ventas de Riu en Europa y África. Responsables de la hotelera Apple Leisure Group coinciden en esta lectura, y añaden: “No está habiendo problemas. Solo en los primeros días hubo algunos viajeros sin la prueba y les derivamos al hospital para hacérsela”.

Raúl González, consejero delegado de Grupo Barceló, insiste en la buena marcha de la entrega de los test, aunque recuerda: “Las ventas se han frenado desde que se han comenzado a exigir los PCR a los turistas. Las ocupaciones de los próximos meses apenas se mueven”. Fuentes de Meliá, otra de las grandes firmas presente en las islas, añaden en esta línea: “La ocupación sigue siendo muy baja. Y si solo se permite a los turistas extranjeros entrar con los test PCR, más caro que los de antígenos, es difícil que remonte la demanda internacional”.

De hecho, esta movilidad deprimida ha ayudado también a que no haya casi incidencias. “Sigue habiendo una movilidad bastante escasa. En su mayoría cumplen, sí, pero la realidad es que la demanda sigue por los suelos salvo alguna leve subida de turistas del Reino Unido tras el anuncio de reducción del tiempo de cuarentena obligatoria a la vuelta”, sostiene Santiago de Armas, consejero de la hotelera canaria Lopesan, que destaca asimismo la cooperación constante en este operativo con los turoperadores.

“Nosotros no podemos convertirnos en policías”

La imposición de los test diagnósticos de covid-19 también afecta a los apartamentos turísticos canarios, inusualmente desocupados en plena temporada alta. Los dueños de los inmuebles recelan de tener que ser ellos los encargados de tener que certificar que el inquilino está libre del virus. “Nosotros no podemos convertirnos en policías. Las pruebas deberían hacerse a todo el mundo en los aeropuertos y de forma rápida y barata. La gente que antes nos preguntaba si había buen wifi y estaba abierta la piscina, ahora quieren saber dónde se hacen los test, cuánto valen y qué pasa con su reserva si dan positivo”, se cuestiona Rodrigo, que alquila un apartamento en el complejo Dunasol.

“No nos han pedido nada en el aeropuerto, pero cuando contratamos el apartamento por Airbnb nos hicieron incluir una foto del test en el formulario online. El mío tenía en realidad más de 72 horas porque tuve que hacérmelo el viernes y he volado el martes. Espero que el casero me deje entrar”, bromea Jaime, un estudiante donostiarra de 25 años, que ha aprovechado las facilidades de la telenseñanza para pulir su tesis doctoral mientras práctica kitesurf en sus ratos libres en las playas de Corralejo.

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