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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Recalculando el rumbo de la movilidad y el futuro sostenible de la ciudad

No tiene sentido que el 75% de las calles de los núcleos urbanos esté ocupado por coches, en su mayoría estacionados

Ilustración Negocios
Maravillas Delgado

En las últimas semanas se han abierto más de 1.500 kilómetros de carriles bici, en decenas de ciudades del sur, centro y norte de Europa. París ha anunciado su objetivo de convertirse en una ciudad de 15 minutos, Londres ha limitado el acceso de automóviles y furgonetas a su “zona de bajas emisiones” con nuevas tasas, y ciudades como Ámsterdam o Hamburgo continúan reduciendo zonas de aparcamiento para alejar el vehículo privado del centro.

Estamos en un momento determinante de transformación de la vida en la ciudad y la movilidad debe ser objeto de cambios, teniendo en cuenta aprendizajes de lo vivido. En los últimos meses, distintas actividades económicas han reaccionado de forma diferente a las consecuencias del coronavirus, según su desarrollo en cada país o región. Sin embargo, desde la perspectiva de la movilidad urbana en grandes centros de población, hemos llegado a conclusiones muy parecidas sobre cómo pueden ser, y queremos que sean, nuestras ciudades en cualquier lugar del mundo. Por ejemplo, todos hemos comprobado los beneficios de moverse en patinete, bicicleta o caminando, sin competir duramente por el espacio con cientos de vehículos particulares.

Porque si hay un punto que reúne consenso global es que durante este parón quien ha ganado ha sido el medio ambiente. En un escenario de pandemia, donde el vehículo privado podría postularse como una opción aparentemente segura para evitar contagios, encontramos una realidad non grata: según los expertos, bastaría con que un 10% de los viajeros del transporte público utilice su coche para colapsar una ciudad. Según el estudio El futuro de movilidad urbana, de Arthur D Little, más del 64% de los kilómetros los recorremos en tramos urbanos y podría triplicarse en 2050. Eso sin contar con el tiempo sufrido en atascos, que podría alcanzar las 106 horas anuales y, algo mucho más grave, que la exposición a la polución de las ciudades supone 4,2 millones de muertes cada año, según la Organización Mundial de la Salud.

Parar y recalcular es siempre una opción para repensar el rumbo del viaje y, si creemos que la nueva normalidad puede ser mejor que la antigua, debemos tener claro que esta mejora depende de las decisiones que tomemos ahora. En este sentido, y por todo lo vivido, debería existir un germen que nos hiciera repensar cómo transformar la movilidad urbana para mejorar de forma ambiciosa lo que teníamos, con soluciones que huyan de lo conocido y sean más sostenibles y satisfactorias para los ciudadanos.

Es el momento de apostar de verdad por una movilidad sostenible que redefina el espacio urbano y que complemente el transporte colectivo con múltiples alternativas, accesibles e inclusivas. En nuestras ciudades hay espacio de sobra para fomentar soluciones más sostenibles y compartidas, solo hay que equilibrar el espacio que destinamos al coche privado. Si la ciudad debe estar al servicio de las personas, la movilidad debe estar al servicio de la ciudad. Hasta ahora, hemos vivido la situación inversa. Lo que no tiene sentido ni a medio ni a largo plazo es el actual reparto: entre el 70% y el 80% de nuestras calles están ocupadas por vehículos, que además permanecen aparcados el 95% del tiempo.

Nueva ruta

Diseñar esta nueva ruta urbana y, sobre todo, avanzar realmente en su transformación va a ser posible si logramos que la tecnología, la innovación y la conectividad sean fundamentales en las ciudades del futuro. Son herramientas necesarias, que nos permiten medir y tomar decisiones para crear un entorno de multimovilidad capaz de garantizar la mejor opción de desplazamiento inteligente para cada momento. De la mano de la tecnología, la movilidad se convierte en servicio, y alternativas como el taxi, las VTC, el carsharing, las bicicletas, motos y patinetes eléctricos pueden redefinir el transporte discrecional de punto a punto para descongestionar las calles, moviendo a más personas con muchos menos vehículos.

A medida que aumenta la población de los grandes núcleos urbanos se refuerza el poder de la ciudad como centro de decisión. Equilibrar los recursos para fomentar opciones de movilidad sostenibles requiere del acuerdo y del empuje de todos los que conformamos este ecosistema: ciudadanos, pequeñas y grandes empresas, instituciones civiles, partidos políticos, Administraciones Públicas, etcétera. El futuro de la movilidad por y para las personas, así como la concepción de las ciudades inteligentes que buscan devolver espacio a los ciudadanos, es un gran reto y una responsabilidad para nuestro sector. Ahora está en nuestras manos hacer que este desafío sea una realidad y conseguirlo juntos es la única vía.

Juan de Antonio es fundador y consejero delegado de Cabify.


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