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El momento de repensar la movilidad

Los nuevos hábitos de trabajo, transporte y ocio tras la pandemia obligan a introducir cambios en las ciudades

José Luis Aranda
Arriba, desde la izquierda: Pedro Saura (Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana), Ricardo de Querol (EL PAÍS), Ramón Piñeiro (Acciona). Abajo, May López (Empresas por la Movilidad Sostenible), Andrés Boix (Universitat de València ) y Lola Ortiz (Ayuntamiento de Madrid).
Arriba, desde la izquierda: Pedro Saura (Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana), Ricardo de Querol (EL PAÍS), Ramón Piñeiro (Acciona). Abajo, May López (Empresas por la Movilidad Sostenible), Andrés Boix (Universitat de València ) y Lola Ortiz (Ayuntamiento de Madrid).

Nuevas normas para la nueva normalidad. La epidemia de coronavirus ha sacudido de forma notable el modo de vida de las sociedades de todo el planeta. Trabajar, divertirse o comprar ya no es como antes de que llegase la crisis sanitaria. Y esos cambios están transformando el espacio urbano, telón de fondo de la mayoría de las actividades humanas en países como España, donde cuatro quintas partes de la población vive en áreas metropolitanas. Ese panorama obliga a repensar la manera en que nos movemos por las ciudades y también entre ellas. Y a juicio de los expertos en la materia, hay que hacerlo más pronto que tarde porque la pandemia ha acelerado las tendencias que ya se apuntaban en la movilidad urbana.

“La pandemia nos lleva a acelerar los retos, los cambios y las políticas que la sociedad ya tenía previstos”, cree el secretario de Estado de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Pedro Saura, quien participó el pasado martes en un encuentro digital organizado por EL PAÍS y Acciona con el título El reto de la movilidad urbana tras la covid-19: sostenibilidad y salud.

Que el asunto es urgente genera el consenso de los especialistas que participaron en la charla virtual. Para el autor de Ciudad y movilidad, Andrés Boix Palop, “es evidente que esto [la crisis sanitaria provocada por la covid-19] cambia los hábitos de movilidad”. El teletrabajo, que ahorra desplazamientos y picos de tráfico en horas punta, y un trasvase de un número considerable de usuarios del transporte público hacia medios de transporte privado, son las dos caras de una misma moneda que ahora mismo gira en equilibrio sin caer de ningún lado. “Esto obliga a replantear las estrategias de transporte público y a repensar a qué tipo de políticas de movilidad privada vamos a dar prioridad”, puso sobre la mesa el también profesor de la Universitat de València.

Pacto de Estado

Tanto los representantes del sector público como del privado recogieron ese guante. Saura, número dos del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, insistió en el llamamiento que desde ese departamento se ha hecho para lograr un pacto de Estado en la materia. Un acuerdo “para construir un sistema nacional de movilidad” que forzosamente tiene que ser amplio: “Necesitamos a la academia y necesitamos al sector privado porque no hay un mapa de lo que tenemos que hacer, ese mapa lo tenemos que construir entre todos”, emplazó a sus contertulios.

Para Ramón Piñeiro, responsable de Movilidad de Acciona, la nueva ruta pasa necesariamente “por una aceleración del cambio hacia una movilidad baja en emisiones de carbono”. Cuanta más gente se mueva en bici, andando o en transporte público, mejor. Pero esas modalidades, recordó, no cubren todos los supuestos en que la población necesita desplazarse y de ahí surge la electrificación del transporte como una “necesidad acuciante” para luchar contra el cambio climático. En ese proceso, “la movilidad eléctrica compartida puede jugar un papel realmente relevante” a juicio de Piñeiro, quien recordó que un 20% de los 24.000 vehículos eléctricos que se matricularon el año pasado en España eran motocicletas gestionadas por Acciona. La firma de infraestructuras y energías renovables de la familia Entrecanales puso en marcha hace un par de años un servicio de motosharing (motos compartidas) que ya está presente en ocho ciudades.

Pero al igual que le sucede al transporte público, los servicios de vehículos compartidos comparten el doble reto de ser cada vez más verdes y a la vez superar el temor de los usuarios en un tiempo en que la profilaxis frente a la covid-19 domina las conductas sociales. Y según Piñeiro, corren el riesgo adicional de encontrarse con otro obstáculo mayor: “Los municipios tienen que entender cuál es su modelo óptimo de regulación, el elemento básico para la penetración de estos servicios es que haya un marco jurídico estable”, incidió el experto.

Al otro lado, los Ayuntamientos se ven obligados a trabajar en muchos frentes al mismo tiempo para atender todas las necesidades y cambios. “En una gran ciudad, el transporte público tiene que ser el vector de comunicación para la movilidad”, dijo Lola Ortiz, directora general de Planificación e Infraestructuras de Movilidad del Ayuntamiento de Madrid. Pero a la vez, añadió, “se aboga por la intermodalidad”. En la capital, el tráfico ya alcanza el 80% del nivel previo a la pandemia, pero el uso de transporte público va algo más retrasado y se sitúa entre un 50% y un 60% del de la era precovid. El mensaje más positivo para la también decana del Colegio de Caminos de Madrid es que “el teletrabajo y la flexibilización horaria nos van a permitir tener una movilidad más sostenible y con mejor calidad del aire”.

Aunque los atascos en hora punta sean actualmente cosa del pasado (y probablemente también en el futuro haya menos embotellamientos que antes de la crisis sanitaria), el presente ha puesto de manifiesto que la movilidad urbana va mucho más allá de salir de casa por la mañana para ir a trabajar o estudiar y hacer el camino inverso por la tarde. Los transportes son fundamentales también para garantizar el flujo de mercancías dentro de la ciudad y con ello los suministros básicos. Con la pandemia, “por primera vez se ha considerado la movilidad como algo esencial”, destaca May López Díaz, directora de Empresas por la Movilidad Sostenible. Pero esa tendencia convive con otra, la eclosión del comercio electrónico y toda la logística que conlleva, que también “tiene un impacto en la calidad del aire”. Por eso la especialista aboga por “crear las sinergias necesarias para sensibilizar al consumidor, que al final es la pieza clave que con su decisión de compra puede minimizar el impacto no solo en el transporte, también en el embalaje”.

Aliado tecnológico

Para ayudar a ciudadanos, empresas y poderes públicos a tomar mejores decisiones en materia de movilidad dentro de las ciudades aparece una clásica aliada del siglo XXI: la revolución tecnológica. Ortiz, del Ayuntamiento de Madrid, apuesta por “jugar con las tecnologías” para que estas “faciliten al ciudadano qué modalidad de transporte quieren utilizar a través de aplicaciones”. Y de la misma manera que el smartphone nos dice cuál es la mejor manera de llegar a otro punto de la ciudad, también nos puede ayudar a encontrar una tienda en el barrio que haga la compra más sostenible.

La plataforma de empresas que dirige López Díaz ha puesto en marcha la aplicación denominada EMS GO para ayudar al comercio local a conectar con potenciales compradores y gestionar entregas de una manera más eficiente. Son ideas que ya existían, pero como ejemplifica la experta de Empresas por la Movilidad Sostenible, el empujón definitivo ha llegado con la epidemia: “Estamos viendo colaboraciones y proyectos muy innovadores que se han visto acelerados por la necesidad y de los que seguro que podemos sacar un impacto muy positivo en las ciudades”.

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Sobre la firma

José Luis Aranda
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS, diario donde entró a trabajar en 2008. Escribe habitualmente sobre temas de vivienda y referentes al sector inmobiliario. Es licenciado en Historia por la Universitat de València y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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