Pulsos que carcomen la OMC
El organismo, envuelto en una crisis de confianza por la rivalidad entre sus miembros, busca nuevo director
Hace 25 años, el mundo entraba en una nueva era. En enero de 1995 nacía la Organización Mundial del Comercio (OMC), representada en su génesis por 124 países (actualmente son 164), con un cometido titánico: forjar y discutir las normas que regirían los intercambios de bienes y servicios entre los países. La tarea no fue sencilla. Para llegar a ese punto tuvieron que pasar siete largos años de negociaciones. “Estoy tan contento que me siento con ganas de bailar encima de la mesa”, dijo al firmar el acta de constitución el ya fallecido Peter Sutherland, entonces secretario general del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), precursor de la OMC. Hoy, poco o casi nada queda de esa euforia. El organismo afronta una crisis de credibilidad y confianza entre algunos de sus miembros (EE UU a la cabeza), que además buscan a un nuevo director tras el anuncio de dimisión, en plena pandemia, del brasileño Roberto Azevêdo, que dejará la silla a finales de agosto tras siete años en el cargo.
En síntesis: hace falta chapa y pintura para una institución anémica, que busca transformase en medio de una pandemia que amenaza con dar unos de los peores golpes de la historia al comercio internacional. En el meollo de esta transformación está el Órgano de Apelación de la OMC, que ha dejado de operar desde el pasado 11 de diciembre porque Washington se ha negado a avalar el nombramiento de los nuevos miembros una vez que iban acabando su mandato. Sin ello, el organismo queda cojo. EE UU, el mayor importador del globo, ha afirmado que ese órgano —una suerte de última instancia para recurrir los dictámenes sobre un conflicto— ha sido injusto y parcial en sus casos a pesar de que el país ha ganado más del 90% de los casos que ha presentado.
Mientras tanto, la UE, China y una veintena de países han establecido un sistema temporal para resolver las disputas comerciales que puedan surgir entre ellos. “La OMC no está muerta, el problema es que tenemos tensiones y conflictos geopolíticos entre las principales potencias comerciales, y la primera economía del planeta no ha estado dispuesta a utilizar a la institución como plataforma para resolverlos”, explica Bernard Hoekman, director de Economía Global del Instituto Universitario Europeo.
En esta búsqueda por la equidad comercial, la OMC hace frente a diversas batallas. Tokio y Bruselas, por ejemplo, argumentan que las reglas de la organización se han añejado, pues no contemplan el ascenso de algunas economías y los apoyos gubernamentales que estas dan a sus empresas. Tal es el caso de China, que no es reconocida como una economía de mercado, sino en desarrollo, lo que implica tener un trato distinto en la resolución de conflictos en el seno del organismo. “El nuevo director tendrá que ser una persona hábil, que intente dialogar con todos y que logre una posición en común... que demuestre que el comercio es algo positivo”, dice Óscar Guinea, economista del Centro Europeo para la Economía Política Internacional.
La carrera por suceder a Azevêdo se inició el pasado julio con la primera ronda de consultas entre los ocho candidatos procedentes de Kenia, México, Nigeria, Reino Unido, Moldavia, Arabia Saudí, Corea del Sur y Egipto. El proceso se extenderá solo hasta septiembre, un tiempo récord, pues en otras ocasiones dicho procedimiento solía durar nueve meses. Entre los contendientes sobresalen tres mujeres: Ngozi Okonjo-Iweala, de Nigeria; Amina Mohamed, de Kenia, y la surcoreana Yoo Myung-hee. “Las posibilidades de ver a una mujer nombrada por primera vez son altas... Okonjo-Iweala y Mohamed son las candidatas más fuertes”, explica Hoekman. “Es el turno de alguien calificado”, argumentó Okonjo-Iweala en la presentación de su candidatura el mes pasado. “Si además de eso, la persona es africana y mujer, ¿por qué no?”.
“El cargo es el de un director de orquesta que ayuda a que salgan un conjunto de negociaciones complejas”, dice el mexicano Jesús Seade, otro candidato a presidir la OMC y conocedor del organismo desde dentro: fue en el pasado su subdirector general y negoció el nuevo acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá. “Negociar es muy diferente a llevar una cartera en un ministerio”, añade. Para todos ellos, la prioridad es revivir el Órgano de Apelación, pero el reto es mayúsculo y la baza está en manos de EE UU. “El Órgano no se reactivará bajo la Administración de Trump, esta o la próxima”, comenta Uri Dadush, experto en gobernanza económica. Pero tampoco si Joe Biden gana las elecciones en noviembre, dice Dadush: “Las preocupaciones sobre el papel de China persistirán”, arguye.
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