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El factor humano como motor de cambio en las empresas

La tercera sesión del VIII Foro del Consejero aborda cómo la pandemia ha devuelto el foco al papel de las personas dentro de las organizaciones

Eduardo Dávila, Laura González-Molero, Socorro Fernández Larrea y Santiago Álvarez de Mon, durante la tercera sesión del VIII Foro del Consejero.
Eduardo Dávila, Laura González-Molero, Socorro Fernández Larrea y Santiago Álvarez de Mon, durante la tercera sesión del VIII Foro del Consejero.

La crisis del coronavirus ha obligado a millones de trabajadores a confinarse en sus casas. También a miles de directivos. El contacto personal ha dado paso a las reuniones a través de una pantalla, pero eso no significa que haya que desechar el factor humano como motor de cambio en las empresas. Simplemente los canales de relación son distintos. Al menos esa ha sido la conclusión de los participantes en la tercera sesión del VIII Foro del Consejero, dedicada íntegramente a un debate titulado Personas y talento en la organización. Laura González-Molero, consejera independiente de Bankia, Acerinox, Viscofan y Ezentis, lo ha dejado claro desde el principio: “Lo que marca la diferencia son las personas”. Y sobre ellas ha girado toda la discusión del encuentro organizado por KPMG, IESE Business School y EL PAÍS, con la colaboración de Aon y Gobertia.

Hasta hace no tanto tiempo, casi todos asumían que el valor añadido de una empresa estaba en la tecnología, pero esta se ha convertido en una materia prima más en la era de la digitalización, consolidada en los últimos tres meses por un teletrabajo masivo. La cuestión no es qué herramienta se use, sino quién la use, para poder sacarle el máximo partido.

Según Eduardo Dávila, consejero delegado de Aon Iberia & Middle East, estar preparado o no ha sido decisivo en esta pandemia, y lo seguirá siendo en la aceleración de los cambios que el coronavirus ha producido: “Saldremos de esta crisis más humanos, pero muchos se quedarán por el camino por no tener formación digital”. En ese nuevo entorno, los más jóvenes parten con ventaja, tal y como ha recordado Socorro Fernández Larrea, consejera de retribuciones de Red Eléctrica, Cementos Molins y Banco Caminos.

Paradójicamente, la lejanía física ha facilitado procesos, aplanado estructuras y mejorado la comunicación. La crisis ha destapado la cara más humana de las empresas, y sus máximos dirigentes han tenido que salir de su zona de confort para convertirse en líderes y ofrecer certezas en un momento de gran incertidumbre. Aunque a veces fueran malas noticias. Dávila ha recordado cómo tuvo que anunciar por videoconferencia a 1.500 empleados una reducción del 20% de su sueldo para asegurar un bien mayor: los 50.000 puestos de trabajo de su empresa, la aseguradora Aon. “Antes los consejeros delegados aparecían para dar un mensaje de Navidad, ahora son más visibles y más accesibles”, ha subrayado.

Mantener el empleo se convirtió en la segunda prioridad de las compañías tras la irrupción de la covid-19; la primera fue asegurar la salud de los empleados. En las últimas semanas, la desescalada ha generado un nuevo contexto en el que el largo plazo toma cada vez más relevancia. Los beneficios a corto son cosa del pasado y la sostenibilidad es el concepto que se impone. González-Molero ha reivindicado la plena vigencia del término propósito, más allá de las visiones cortoplacistas: “Hay poner a todas las partes interesadas en el centro, no solo a los accionistas. La responsabilidad social de una empresa empieza por la primera de ellas, que son sus empleados”.

El papel del empresario

Las compañías han cambiado y van a seguir cambiando, según han sostenido los participantes en el foro, pero a menudo la percepción social sigue marcada por algunos prejuicios negativos. Por eso todos han reivindicado la figura del empresario como creador de riqueza y pieza clave en una época marcada por la incertidumbre. “En situaciones de crisis se pone a prueba nuestro liderazgo, que es necesario para generar credibilidad”, ha destacado González-Molero. Para la consejera de Bankia, resulta urgente que las sociedades aprendan a comunicar y encuentren altavoces externos para combatir la actual “demonización” del emprendedor. Solo así podrán cambiar una imagen que, a su juicio, en nada se corresponde con la realidad.

Fernández ha recordado, a través del ejemplo de su padre, cómo muchos empresarios españoles se juegan sus ahorros para mantener los puestos de trabajo. “En estos momentos de crisis lo primero han sido las personas. Las hemos puesto por delante de lo segundo, que era la caja”. No todos lo han hecho, pero algunos han ido más allá que el propio Estado y han complementado el montante de los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), para que los trabajadores no perdiesen poder adquisitivo, o incluso adelantado el dinero cuando la Administración se retrasaba.

Frente a la lejanía física, se ha impuesto la cercanía emocional. Y en un contexto de urgencia, recuerda Fernández, todas las cartas han quedado boca arriba: “Ha sido el momento de la verdad. Nos hemos desnudado y ha salido a la luz lo que era realmente importante para nosotros”. La respuesta, esta vez, tiene rostro humano.

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