La importancia de la selección
Para invertir en los países emergentes hay que tener en cuenta que no son un grupo homogéneo
No es novedoso advertir que las economías emergentes no pueden considerarse como un grupo homogéneo. Tratar de agruparlas en acrónimos más o menos pronunciables es un ejercicio de simplificación útil, pero condenado al error, y debemos utilizarlo con cautelas. La más famosa de todas estas siglas es “BRIC”. Creada por Jim O’Neill en 2001, tuvo que enfrentarse a un primer envite con la gran crisis financiera global, de la que salió muy tocada. La covid-19 puede ser la puntilla, pues el saldo en 2020 del crecimiento del PIB de las cuatro economías va a volver a ser muy diferente. China y la India podrían mantener una expansión (crecerán entre el 1% y el 2%), mientras que Rusia y Brasil sufrirán una recesión que llevará a la actividad a contraerse en torno a un 5%-6%.
Si extendemos este análisis a otros emergentes, comprobaremos que las diferencias se amplifican por varios motivos. Además de por el impacto desigual de la pandemia, por variables macroeconómicas (posición de la balanza por cuenta corriente, inflación) y microeconómicas (importancia del sector tecnológico, de las materias primas).
Desde el punto de vista de los mercados financieros, las diferencias también son notables. La renta variable de China (CSI 300) apenas pierde en lo que va de año un 4%, mientras sus homólogas rusa e india caen un 12% y un 24%, respectivamente, y el Bovespa brasileño cede un 32%. Si además consideramos la evolución del tipo de cambio, las diferencias en euros son aún mayores. Las divisas emergentes se deprecian de media un 15% desde el 4 de febrero, aunque el yuan chino logra apreciarse frente al euro, pero el real brasileño se deprecia más de un 20% (la rentabilidad del Bovespa es de un -50% en 2020 en euros).
Estos contrastes también se observan en el mercado de renta fija, tanto en dólares como en moneda local. En el primer caso, el riesgo país (EMBI) tras el repunte oscila entre los 250 puntos básicos de Indonesia y los 700 de Turquía, con México y Brasil en el punto intermedio (400). Pero en el segundo caso, el abanico se amplía, pues las diferencias en los niveles de inflación (y otras variables) tienen su reflejo en los tipos de interés. La deuda a 10 años en esloti polaco apenas renta un 1,53%, mientras los bonos en yuanes o pesos chilenos se sitúan en el rango del 2% al -5%. En un escalón superior (entre el 6% y el 8%), destacan las referencias en rublos, pesos mexicanos o reales, y aquellas en liras turcas o rand sudafricanos, que superan el 10%. La heterogeneidad de las economías emergentes es aún más intensa en los mercados financieros. La creciente importancia de estas economías (55% del PIB mundial y un 15% de la capitalización de las Bolsas) hace que cada vez más inversores tengan exposición a estos países. No obstante, la aproximación debe ser muy selectiva, teniendo en cuenta los factores macroeconómicos y microeconómicos específicos.
David Cano y Nereida González son profesores de Afi Escuela de Finanzas.
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