Por una Europa alemana
La deuda entraña siempre culpa, ambas equivalen, en alemán. Quien se endeuda es peligroso para quien no necesita hacerlo y debe purgar su pecado antes de ser tratado como los demás
La insolidaria Europa alemana del austeritarismo ligaba “la concesión de crédito a la disciplina presupuestaria y a reformas neoliberales”, denunció el llorado profesor de Múnich Ulrick Beck (Una Europa alemana, Paidós, 2012). Los ordoliberales alemanes parten del horror al gorrón, al aprovechado, al polizón. A quienes practican el riesgo moral: individuos o países que toman decisiones asumiendo muchos riesgos, sabiendo que si estos se materializan, su perjuicio lo acarreará un tercero: se entiende, Alemania.
La base del síndrome es el concepto moralista de culpa exportado a la economía. La deuda entraña siempre culpa. Ambas equivalen, en alemán: schuld, schulden. Quien se endeuda es peligroso para quien no necesita hacerlo y, pues, debe purgar su pecado antes de ser tratado como los demás. Este prejuicio se aplicó como receta a los sospechosos del Sur desde los virtuosos del Norte. Y aún torturan con él los siniestros halcones del Bundesbank. Pero esto empieza a cambiar. Abrió fuego la canciller Angela Merkel al afirmar que no nos vamos a “preguntar continuamente el efecto de una medida sobre el déficit” en esta “situación extrema, y haremos todo lo que sea necesario” (11-3-2020).
El gigantesco programa de autorrescate de los ministros Olaf Scholz y Peter Altmaier esculpió la idea sobre el papel (protective shield for employees and companies, MBWi, 13-3-2020). Así: “Muchas empresas están ahora sufriendo reducciones de sus resultados de las que no son culpables”, escriben; en alemán, unverschuldeten, inocentes, libres de deudas. Por eso el volumen de ayudas de liquidez arbitrado es “ilimitado”.
Se ha roto un tabú. Por ese resquicio se ha colado el apoyo en avales a las empresas alemanas, el plan modelo para los otros países: 460.000 millones de euros a los que añadieron otros 93.000. Un total de vértigo, 553.000. El plan español sigue su pauta. Equivale, a tamaño, al alemán: supone más/menos un tercio del mismo, porque la economía española es un tercio de aquella. O sea, que es tan ambicioso como el más ambicioso de todos los planes nacionales europeos. Y, de momento, suficiente: como totaliza un 20% del PIB español, eso significa que este país sobreviviría dos meses y medio con la economía paralizada al 100%.
Lo fantástico de la ruptura del tabú es que no deja obstáculo lógico a aplicarla también en la política económica de la Unión Europea. En el límite, creando eurobonos, porque ya no hay culpa, ni riesgo moral, y los gorrones son excepción irrelevante. O diseñando un presupuesto todo lo contundente “que sea necesario”, como ahora también dice defender Merkel. Y en el BCE, eliminando los límites a la compra de bonos del BEI y de los bancos públicos de inversión tipo ICO. O al menos rebajando sus topes sobre el total de lo emitido que el banco central puede adquirir. Porque no son culpables, aunque les pese a los halcones, refugiados tras las alas de dubitativo búho de Christine Lagarde. Así que esta vez sí: ¡por una Europa que se autoaplique las recetas de esta Alemania!
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.