Boeing suspenderá la producción del 737 MAX, implicado en dos accidentes mortales
La empresa vive su mayor crisis tras los siniestros que costaron la vida a más de 300 personas
La crisis de Boeing se agrava. A la espera de saber cuándo recibirá el permiso de vuelo del 737 MAX, el fabricante estadounidense decidió este lunes por la noche suspender la fabricación de su avión estrella de corto y medio radio. Camino de cumplirse 10 meses desde la prohibición global de volar del modelo, el calendario para levantar el veto es incierto. Este impedimento ha llevado a la junta directiva de la firma aeroespacial estadounidense, reunida el domingo y lunes, al extremo de parar por completo la producción desde enero hasta que consiga la autorización de los reguladores de la aviación civil, que no se espera hasta entrado 2020.
La suspensión en la fabricación es la primera que decide Boeing en más de dos décadas. La compañía estadounidense ya tuvo que recortar en abril su producción de 52 a 42 unidades mensuales, semanas después del siniestro de un 737 MAX operado por Ethiopian Airlines. Era el segundo desastre que sufría este modelo en menos de seis meses, tras otro registrado en Indonesia. El anuncio de la suspensión de la producción, con el que ya se especulaba en los últimos días, se produjo al cierre de Wall Street. Ello no impidió su caída un 4,29% al cierre de la Bolsa.
Antes de los dos accidentes, la pregunta que se hacían los inversores era cómo podría Boeing acelerar la producción. El plan era alcanzar las 57 unidades este año. La dirección de la empresa confiaba en recuperar el ritmo a lo largo de 2020 conforme volviera la normalidad tras superar el proceso de nueva certificación del sistema de estabilización del MAX. El fabricante advirtió, en cualquier caso, de que un recorte ulterior que no podía descartarse si se prolongaba más de lo previsto el examen de los cambios e incluso una pausa temporal. Ese extremo resulta ahora inevitable en un agravamiento de la crisis.
El aprobado de la agencia que regula la aviación civil en EE UU (FAA, en sus siglas en inglés) se sigue retrasando y en el exterior de la fábrica de Boeing en Renton (Washington) se amontonan ya cerca de 450 aparatos listos para ser entregados. La compañía debe ahora replantearse cómo ajustar la cadena de producción y no solo por una cuestión de espacio. Los aviones aparcados tienen un coste de mantenimiento que les resta valor.
La suspensión, explica la empresa, busca priorizar la entrega de los aviones que se le están almacenando. “Creemos que esta decisión es la menos perjudicial para mantener el sistema de producción a largo plazo y preservar la cadena de suministro”, reza un comunicado publicado este lunes. Al mismo tiempo, asegura que informará a las aerolíneas y a las compañías que le suministran componentes sobre las acciones que decida adoptar en el futuro.
El consejero delegado de Boeing, Dennis Muilenburg, ya dijo en octubre que este parón en la producción sería más “eficiente” que un recorte. Lo que se debía decidir es a qué precio. En los resultados del segundo trimestre, la empresa estimó en 5.600 millones de dólares (unos 5.000 millones de euros) el agujero financiero provocado por los problemas del 737 MAX, lo que originó las mayores pérdidas en la historia de la compañía. En octubre sumó a esa cuenta otros 2.700 millones.
El jefe de la FAA, Steve Dickson, avisó la semana pasada de que el calendario de Boeing para el retorno a los cielos del 737 MAX “no era realista”, aunque evitó entrar en detalles sobre los motivos del retraso. La agencia consideró “preocupante” que los directivos de la compañía daban a entender con sus declaraciones que forzaban a la FAA a adoptar una decisión rápida.
“Continuaremos evaluando las decisiones de producción en función de los plazos y las condiciones de retorno al servicio”, se limitó a decir Boeing mientras se reunía su consejo. American Airlines anunció que apartará el polémico modelo de su flota al menos hasta comienzos de abril. También lo ha hecho Southwest Airlines. Incluso si se cumpliera ese plazo, el 737 MAX habrá estado un año fuera de servicio.
La dirección de la firma se enfrenta además a un serio problema de credibilidad ante aerolíneas e inversores. Muilenburg confiaba en conseguir el permiso para retomar las entregas antes de acabar el año, pero los reguladores dejaron claro que son los encargados del proceso y que el avión solo volverá a volar cuando resulte completamente seguro.
Boeing suma 4.912 pedidos para el 737 MAX en sus diferentes variantes. Antes de la prohibición entregó 387 unidades. Es su modelo más vendido y su principal generador de efectivo, por lo que cualquier obstáculo a la producción afectará a los resultados de la compañía, la mayor empresa exportadora de EE UU.
La prioridad, insiste el fabricante, es “el retorno seguro del 737 MAX”. Añade que el proceso de aprobación de los cambios en el sistema de vuelo está siendo “extraordinariamente exhaustivo y sólido”. “Nuestro deber es asegurarnos de que se cumplen todos los requisitos y se responda a todas las preguntas de los reguladores”, reitera en su comunicado. El sector no espera que el aparato vuelva a volar como pronto hasta mediados de febrero.
El efecto dominó en la industria aeronáutica
La suspensión decidida por Boeing está teniendo consecuencias en toda la industria aeronáutica, con costes adicionales también para las aerolíneas. La semana pasada se supo que la empresa estadounidense va a compensar a Southwest Airlines con 125 millones de dólares por los problemas del 737 MAX. Es su principal cliente. La suspensión provocará, además, un efecto dominó en las compañías que le suministran componentes como Spirit Aerosystems, General Electric, Honeywell o United Tecnologies. Además, podría afectar al empleo.
En la cadena de producción del MAX participan 12.000 empleados. De momento, la compañía indica que no tiene intención de recortar la plantilla como consecuencia de la suspensión. El plan es recolocarlos en otras líneas de producción, lo que indicaría que la fabricación se pararía varias semanas y que el ensamblaje de este modelo se hará de forma gradual.
El riesgo es que sus clientes miren hacia su rival Airbus y aprovechen la crisis para diversificar su flota. Este año el fabricante europeo ya ha mejorado sus cuentas: en el primer semestre de 2019, cuando el avión 737 MAX se quedó sin permiso para volar, Airbus registró un beneficio neto de 1.197 millones de euros, un alza del 141% en comparación con el mismo periodo de 2018. El principal competidor de Boeing también consiguió cerrar jugosos contratos tanto en el salón aéreo de Le Bourget, celebrado en París en junio, como en la feria de aviación en Emiratos Árabes del pasado noviembre.
Boeing no va a hacer previsiones sobre el impacto financiero de esta última decisión hasta que publique los resultados del cuarto trimestre a final de enero, cuando se cierra el ejercicio fiscal de 2019.
Una crisis que dura ya más de un año
- Accidente en Indonesia. En octubre de 2018, un 737 MAX de Lion Air tuvo un accidente con 189 personas a bordo.
- Segundo siniestro. En marzo de este año, otro Boeing 737, esta vez de la aerolínea Ethiopian Airlines, se estrelló. A bordo iban 157 personas. Todas fallecieron.
- Prohibición. El pasado de marzo, poco después de la segunda catástrofe, más de 40 países prohibieron los vuelos de los 737 MAX y numerosas aerolíneas anunciaron que ya no operarían ese modelo. También la UE y EE UU cerraron su espacio aéreo al 737 MAX.
- Daño económico. Boeing ha cifrado el impacto en sus cuentas en unos 8.300 millones de dólares.
- Retraso de certificados. La empresa esperaba reanudar el permiso de vuelo para el 737 MAX entre noviembre y diciembre. Ahora se demora, al menos, a febrero de 2020.
- Evolución de la acción. Boeing tiene una capitalización de 184.000 millones de dólares. La acción de la compañía estadounidense alcanzó su máximo anual antes del segundo accidente, situándose en los 446 dólares. Después cayó un 20%, pero en lo que va de año logró subir 6%. Este lunes cerró la jornada con una caída del 4,29% en Wall Street.
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