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Jack Ma: el perseverante profesor de inglés

El fundador de Alibaba se retira de la compañía que le dio el éxito y le convirtió en el hombre más rico de China tras una larga lista de fracasos

Jack Ma, fundador de Alibaba, en una imagen tomada el 10 de septiembre en Hangzhou (China). En vídeo, un encuentro con Elon Musk del pasado agosto.

Llegó el último día de Jack Ma al frente de Alibaba. El pasado miércoles dejó de dirigir la empresa que hace veinte años fundó en su apartamento y ahora es la séptima más valiosa del mundo. “No quiero morir en la oficina, quiero morir en la playa” afirmó el año pasado al anunciar su decisión de dedicarse por completo a la filantropía. Pese a sus orígenes humildes, Ma ha conseguido elevarse hasta convertirse en un icono global sin emplear otra arma que la persistencia frente al fracaso al que parecía condenado.

Ma vino al mundo en Hangzhou, China, en 1964 y desde el primer momento pareció empeñado en demostrar que, si el éxito era cuestión de voluntad, por él no iba a quedar. De niño empezó a estudiar inglés. Por aquel entonces solía recorrer en bicicleta la distancia entre su casa y uno de los hoteles internacionales de la ciudad, donde ofrecía visitas guiadas gratuitas a los turistas para poder practicar el idioma. Uno de ellos encontró su nombre chino, Ma Yun, demasiado difícil de pronunciar y optó por darle uno en inglés: Jack.

Pero el joven Ma todavía tendría que fracasar antes de que su nombre se hiciera famoso. Y mucho. Tardó cuatro años en aprobar el examen de acceso a la universidad, el exigente gaokao. Cuando comenzó a buscar empleo, fue rechazado una y otra vez en todos los procesos de selección a los que se presentó. Llegó a probar suerte en la policía local: de los cinco candidatos de su promoción, solo él quedó fuera. “Cuando KFC vino a mi ciudad también lo intenté. 24 personas fueron entrevistadas para el trabajo. 23 fueron aceptadas. Yo no”, recordaba al ser entrevistado durante la cumbre anual del Foro Económico Mundial en Davos en 2016. “Me acostumbré a ser rechazado, pero seguí peleando”.

Jack Ma optó, por fin, por el emprendimiento. En 1994 fundó su primera empresa, Hangzhou Haibo Translation Agency, en la que se desempeñó con poco éxito como traductor y profesor de inglés. Un año más tarde, durante una visita a Estados Unidos, todo cambió: descubrió Internet. Fascinado, su primer contacto con la red le llevó a realizar una búsqueda de cervezas del mundo. Le sorprendió no encontrar ninguna china. Siguió indagando y se dio cuenta de que apenas había información sobre su país. Ahí surgió su segunda tentativa, China Pages. Unas pocas horas después de crear su página web comenzó a recibir correos electrónicos de parte de varios inversores chinos: supo entonces que había encontrado su camino. En cinco años la empresa amasó 5 millones de yuanes —unos 725.000 euros de la época—. A los 33 años, el hombre que revolucionaría el mundo digital chino se compró su primer ordenador.

Los inicios de Alibaba

En 1999, tras un año trabajando en el ámbito de la tecnología de la información para una empresa pública, volvió a probar suerte por su cuenta. Se mudó de vuelta a Hangzhou y junto a un grupo de amigos puso en marcha su nuevo proyecto. Tal y como rememoraba en una entrevista con CNN en 2006, estaba en un café de San Francisco cuando se le ocurrió el nombre: Alibaba. Le preguntó a la camarera qué le venía a la mente al escuchar esa palabra. “Ábrete, Sésamo”, contestó ella. Una puerta secreta que conduce a un tesoro. “¡Exacto!”, replicó Ma. El resto es historia.

Alibaba comenzó como un punto de encuentro para proveedores chinos y empresas extranjeras interesadas en hacer negocio en China, la perfecta puerta de entrada —Ábrete, Sésamo— para un mercado en el que todo el mundo quería participar pero nadie sabía cómo hacerlo. A partir de ahí, la compañía fue expandiéndose hace convertirse en un gigante del comercio electrónico con ramas que cubren todo tipo de proyectos tecnológicos, desde servicios financieros hasta inteligencia artificial.

Por el camino, el tesoro que Alibaba guarda ha ido multiplicándose. La empresa que Jack Ma fundó hace veinte años en su apartamento es hoy la séptima más valiosa del mundo. Su capitalización bursátil alcanza los 416.000 millones de euros, una cifra superior al PIB de Tailandia, la 25ª economía mundial. Esto ha hecho de Ma la persona más rica de China y la 19º del planeta, según la lista Forbes, con un patrimonio valorado en 34.000 millones de euros. Según los cálculos de la publicación, se embolsó 26,5 millones de euros al día en 2018.

Por ello, el anuncio de su retirada el año pasado fue recibido con desconcierto. Jack Ma ha negado los rumores que apuntan a que la decisión responda a exigencias del Partido Comunista chino, del que es miembro —lo que está más cerca de ser un imperativo social que un hecho excepcional—. Parte de la fuerza de su historia radica, precisamente, en el hecho de que no logró su fortuna gracias a sus vínculos con el gobierno. Su retirada, en cualquier caso, no será total: aunque estará desconectado de la actividad diaria de Alibaba, formará parte de un órgano consultivo asociado a la junta directiva.

El día de su despedida, el pasado martes, también fue especial para Jack Ma por ser su 55º cumpleaños. En unas famosas declaraciones en las que dividió la carrera de todo profesional en diferentes etapas por cada década, afirmó que “de los 50 a los 60 hay que dedicarse a formar a la siguiente generación”. Eso es lo que pretende hacer: consagrarse a la filantropía, centrado en la protección medioambiental y la educación, en particular la de jóvenes emprendedores. “Podría dedicar el 90% de mi tiempo a eso”, aseguró en una entrevista reciente. “Cuando éramos jóvenes nadie nos dio una oportunidad. Ahora que somos poderosos, ha llegado nuestro momento de hacerlo”.

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