Alemania augura un crecimiento raquítico en 2019: baja su previsión al 0,5%
Las tensiones comerciales, el Brexit y la caída de la demanda global lastran una economía que mira al exterior
La economía alemana no remonta. El Gobierno vuelve a rebajar sus previsiones de crecimiento: la economía solo avanzará en 2019 un 0,5%, lo que supone dejar en la mitad las anteriores pronósticos, que ya habían sufrido también recortes. El Brexit, las tensiones comerciales con Estados Unidos y la débil demanda China son algunas de las causas que explican el enfriamiento de la economía alemana, según explicó el ministro de Economía, Peter Altmaier, que ha calificado el momento de "fase de debilidad".
La falta de tracción de la locomotora alemana preocupa en toda Europa, donde se temen las reverberaciones de la gran potencia económica de la zona euro. Alemania no espera un buen año, pero frente a la previsión de medio punto del PIB para este año, Altmaier cifró en 1,5% el crecimiento para 2020 y consideró que “la actual fase de debilidad será superada”. Aún así, admitió que la ralentización debe servir de “señal de alerta”. La previsión de crecimiento supone un punto porcentual menos que el año pasado y la peor cifra en seis años.
El ministro de Economía interpretó que la economía alemana experimenta una “evolución lenta, pero sólida” y explicó que la rebaja de la previsión se debe principalmente a la coyuntura exterior. Con cifras de empleo récord, subida de salarios, una fuerte demanda del consumo interna y una importante inversión en infraestructuras y vivienda, Berlín centra su preocupación en los factores externos de una economía expuesta como pocas otras al comercio internacional. Altmaier aseguró que invierten ahora cifras récord en infraestructuras, educación, investigación e inteligencia artificial.
La actual rebaja de las previsiones de crecimiento sucede a otra anterior y se produce después de que en febrero trascendiera que Berlín esquivó la recesión técnica por la mínima en el último trimestre del año pasado. El Gobierno alemán y numerosos economistas justifican el bache de finales del año pasado con dos circunstancias coyunturales y superadas: la adaptación a la nueva normativa de emisiones para automóviles y la sequía que interrumpió el transporte comercial en el Rin. Superada la coyuntura, los indicadores no acaban de mostrar la recuperación esperada. Las últimas cifras de producción industrial muestran un crecimiento debido sobre todo al sector de la construcción, favorecido por la demanda y los tipo de interés, pero registran también la mayor caída de pedidos en la industria en dos años para el mes de febrero.
“Es una cifra muy baja, que coincide con nuestros pronósticos”, interpreta Timo Wollmershäuser, jefe de predicciones y análisis del Instituto Ifo de Múnich. Este economista explica que el arranque débil de principios de año se verá superado por una ligera aceleración a partir de mitad de año. Pero advierte también de que la recuperación anunciada para el año que viene obedece en buena medida a que habrá cuatro días laborales más, comparado con el calendario de 2019, lo que inflará sustancialmente el crecimiento.
Las previsiones para 2020 podrían además saltar por los aires de agravarse alguno de las múltiples incertidumbres que acechan en el horizonte. De qué tipo de Brexit acabe por materializarse, de la posible aplicación de tarifas estadounidenses a los europeos, de cómo se resuelva la crisis italiana y también del resultado de las elecciones europeas, dependerá en buena medida que la previsión del 1,5% acabe por cumplirse.
“Las buenas noticias es que hay muchos indicadores, sobre todo domésticos, que apuntan a que no habrá recesión”, analiza Wollmershäuser, quien centra el problema en la debilidad de la producción, sobre todo en el sector del automóvil. La caída de la demanda global del automóvil afecta a muchos países, pero especialmente a Alemania por ser un gran productor mundial. También en Alemania ha caído la demanda de automóviles, en un contexto de caída de la reputación de los fabricantes, afectados por el llamado Dieselgate, y de crecientes restricciones a los modelos más contaminantes. La caída de la venta de automóviles impacta de manera directa en numerosos países de la UE, sobre todo del este de Europa, de donde proceden numerosos componentes para la fabricación.
El enfriamiento actual se produce después de casi una década de un crecimiento económico ininterrumpido en Alemania, que obliga ahora a un Gobierno acostumbrado a abultados superávits a apretarse el cinturón.
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