Berlín y París pactan un presupuesto de mínimos para la zona euro
El nuevo instrumento presupuestario estará ligado a las implementación de reformas y rebaja las aspiraciones del presidente Macron de crear una gran capacidad fiscal europea
Francia y Alemania han puesto por fin negro sobre blanco la esperada propuesta para dotar a la zona euro de una suerte de presupuesto con el que hacer converger a las economías de los países miembros. El texto de cuatro páginas que proponen París y Berlín, y al que ha tenido acceso este diario, es la propuesta más detallada hasta la fecha para crear un instrumento financiero destinado a impulsar, a partir de 2021, la competitividad de la zona euro en tiempos de turbulencias políticas y polarización social.
El documento rebaja drásticamente las ambiciones planteadas hace casi dos años por el entonces recién elegido presidente de Francia, Emmanuel Macron. París aspiraba entonces a un potente presupuesto, equivalente a varios puntos de PIB de la zona euro, con el que evitar que otra gran crisis vuelva a poner en peligro la supervivencia de la moneda única.
Sin embargo, Berlín ha diluido el proyecto hasta reducirlo a un mero "instrumento presupuestario", según el texto conjunto, integrado en el marco financiero de la UE y destinado solo a financiar proyectos de reformas estructurales o inversiones públicas ligadas a esas reformas.
El Gobierno francés se ha resignado finalmente a las tesis del gobierno de Angela Merkel. Y París ha preferido un acuerdo de mínimos que al menos permita llegar a las elecciones de mayo al Parlamento Europeo con un logro tangible en el programa europeísta de Macron. Los partidarios de un presupuesto común también confían en que el instrumento aceptado a regañadientes por Alemania sirva como embrión para un salto en la unión fiscal mucho mayor.
El "instrumento presupuestario" franco-alemán se dedicaría a apoyar “las reformas nacionales” para “impulsar la competitividad y la convergencia en la zona euro”, según reza el texto. El documento elude significativamente el término presupuesto de la zona euro, tabú para gobiernos como el de Alemania u Holanda, y precisa que el nuevo instrumento "formará parte del presupuesto de la UE". Y añade que "no se apoyará en créditos", lo que cierra el camino a una capacidad fiscal y estabilizadora como pretendían Francia o España.
El nuevo fondo, según la propuesta, se nutrirá de aportaciones nacionales y, cuando sea posible, de los fondos de la UE. También se menciona la posibilidad de generar recursos externos, como con el siempre postergado impuesto sobre las transacciones financieras.
La partida financiará costes ligados a los planes de reformas presentados por los Estados de la zona euro en el llamado Semestre Europeo o marco de coordinación económica. La Comisión Europea deberá aprobar esos planes.
En la actualidad, la mayoría de las reformas planteadas en esos planes nacionales se convierten en papel mojado. Pero, según el documento franco-alemán, en el futuro "la financiación [procedente del instrumento de la zona euro] fluirá dependiendo del progreso en la implementación [de las reformas]". El fondo también podrá utilizarse como aval para proyectos de inversión, en la línea del llamado plan Juncker puesto en marcha en esta legislatura.
El acuerdo franco-alemán advierte, sin embargo, de que "los Estados miembros estarían obligados a cofinanciar una parte sustancial de los proyectos de inversión", aunque contempla la posibilidad de reducir la tasa de cofinanciación "temporalmente" en el caso de que un país sufra una crisis severa.
La propuesta franco-alemana debe ser discutida ahora por los ministros de finanzas del resto de países de la zona euro. La condicionalidad impuesta por Berlín puede hacer más digerible el proyecto entre los socios del norte de la zona euro, reacios a cualquier canal financiero que pueda interpretarse como un trasvase de recursos hacia los socios más débiles.
A cambio, París logra que el control político de la nueva partida recaiga en el Eurogrupo (ministros de Economía y de la zona euro) y en las Eurocumbres (de presidentes del Gobierno). Esa fórmula de gobernanza, que se plasmaría en un acuerdo intergubernamental, permite esquivar a los socios de la UE que mantienen su propia divisa y refuerza el papel del Eurogrupo como contrapeso político a la autoridad monetaria del Banco Central Europeo, un objetivo siempre perseguido por Francia y frenado hasta ahora por Berlín.
Sin embargo, de la maraña de tecnicismos en los que se detiene la propuesta ya se desprende que han quedado lejos las ambiciones francesas de refundación de la zona euro con un presupuesto multimillonario.
El pasado verano, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, se conjuraron en el palacio de Meseberg para sacar adelante una potente agenda de reformas con las que hacer frente a los crecientes desafíos de la Unión.
Tras meses de parálisis y con las elecciones europeas a las puertas, el llamado eje franco-alemán presenta un documento rebajado, pero que a la vez diseña por primera vez un instrumento financiero específico para la eurozona. Al margen de su potencial efectividad, eso les permitirá a los líderes europeos tener por lo menos algo concreto que mostrar a los ciudadanos antes de las elecciones.
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