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Smartick: el negocio de enseñar a entender los números con una aplicación

Los creadores del programa han desarrollado un método digital que refuerza la enseñanza de las matemáticas

Javier Arroyo, a la derecha, y Daniel González, fundadores de Smartick.
Javier Arroyo, a la derecha, y Daniel González, fundadores de Smartick.

Valeria Corrales tiene todas las papeletas para ser considerada una genio. Tiene 10 años y ya sabe diseñar, montar y programar sus propios robots. Lo hace desde 2015. Aprendió a "cacharrear" a través de la pantalla: mirando vídeos en YouTube. Ahora es la niña más famosa de Huesca, su ciudad natal. Tiene su propio canal en Internet y se ha convertido en una inspiración para otras pequeñas que al igual que ella sueñan con ser ingenieras. Para lograr ese anhelo, Valeria se prepara día a día. Además de acudir al colegio, asiste con regularidad a una escuela de robótica para menores de edad y refuerza sus conocimientos en matemáticas mediante una aplicación dotada de inteligencia artificial y que ha conquistado a más de medio millón de usuarios en todo el mundo: Smartick.

"Más que una aplicación hemos creado un método online de enseñanza de matemáticas para niños de cuatro a 14 años", explica Javier Arroyo, cofundador de la start-up. Forjada en 2009 y lanzada al mercado dos años después, la herramienta cuenta con un sistema de inteligencia artificial que identifica de forma automática el nivel de cada usuario y adapta los ejercicios y las operaciones a resolver al ritmo de aprendizaje de cada niño. Valeria lleva seis años usando Smartick. Le dedica 15 minutos al día, que es lo que dura una sesión cada vez que se utiliza la aplicación, que llega ya a 112 países y que ha brindado a sus creadores una facturación de 4,8 millones de euros, con un beneficio bruto de explotación (ebitda) de 2,1 millones en 2018, un 40% más respecto a 2017.

Actualmente, cuenta con un equipo de 55 ingenieros, matemáticos, pedagogos, psicólogos y educadores. Todos ellos dan vida a Smartick, cuyo modelo empresarial ha llamado la atención de Harvard y del Institut Européen d'Administration des Affaires (Insead, una de las mejores escuelas de negocios del planeta). Ambas instituciones han publicado casos de estudio sobre el éxito de la compañía. Smartick no es gratis. El precio mensual por alumno ronda los 30 euros. "Sabemos que no es barato pero también que detrás de este método hay mucha investigación y todo un equipo mejorando el producto cada día, asesorando a los padres y dispuesto a escuchar el feedback de los usuarios", explica la empresa.

A nivel de usuarios, España es el país que concentra el mayor número: más de 385.000 niños utilizan la herramienta. Pero es en América Latina donde la firma avanza con fuerza desde 2013, cuando saltó el Atlántico. En México ya son 25.000 los clientes. En Colombia, la cifra ronda los 17.000, mientras que en Perú ya hay 7.700 usuarios. "El mercado latinoamericano genera con mucha diferencia el mayor tráfico, pero el ratio de conversión es mucho mayor en España y EE UU", explica Arroyo. Ha sido en esta última nación en donde la empresa ha recibido un gran espaldarazo. En 2015, el Massachussets Institute of Technology (MIT) seleccionó a esta start-up —tras haber sido elegida por la Comisión Europea como uno de los 30 proyectos más innovadores de Europa— para acelerar su expansión en el mercado norteamericano. "Smartick refleja todo lo que hemos estado investigando sobre la educación en matemáticas y, en general, sobre lo difícil que es aprenderlas", detalla Lori Breslow, fundadora del G-Lab, el laboratorio de aprendizaje y emprendimiento del MIT.

Ahora, la compañía cuenta con casi 10.000 usuarios en la primera economía del mundo y sigue sumando adeptos con su versión en inglés. Además, durante el verano pasado, el congreso estadounidense la reconoció con el galardón Eisenhower Fellows de 2018, gracias a su innovación en el campo de la enseñanza. Hoy su gran apuesta está en seguir expandiéndose y para ello reinvierte sus ganancias. La mira está puesta en el mercado asiático donde aterrizó el año pasado. Por el momento, solo está en Singapur y promete seguir ganando terreno. El avance no será sencillo. "Asia exige demasiado porque tienen un nivel altísimo en matemáticas. Eso requiere un trabajo de excelencia tanto en el producto como en la atención", concluye Arroyo.

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