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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

España no es Italia, ni falta que le hace

El FMI tiene una ventaja, es previsible. Siempre mete dos dedos en los ojos

Xavier Vidal-Folch
El ministro de Desarrollo Económico italiano,Luigi Di Maio (i), y el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini (d).
El ministro de Desarrollo Económico italiano,Luigi Di Maio (i), y el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini (d).ANGELO CARCONI (EFE)

El FMI tiene una ventaja, es previsible. Siempre mete dos dedos en los ojos. En este caso, una alerta sobre el coste de la mejora de las pensiones y otra sobre la conveniencia de no revertir del todo la reforma laboral.

Es lo que destacan los titulares, faltaría más. Pero el aliento de fondo de la misión entraña optimismo. El mensaje central consiste en que el déficit previsto (1,8% para 2019) tiene sentido: “Es crucial y apropiado”, dicen los redactores. Y el ritmo de ajuste estructural que supone (medio punto del PIB) “debería persistir”.

El segundo mensaje es árnica para el atribulado Gobierno. Garantizado que el déficit sigue bajo control, “recaudar ingresos superiores” a los que se necesitan para ello (traducción libre: aumentar impuestos selectivamente) “puede ayudar a financiar gastos adicionales”. Sociales.

Más concretamente, “proteger a los más vulnerables, apoyar las perspectivas de empleo de jóvenes y parados de larga duración, fomentar la capacidad de innovación y la protección del medio ambiente, así como lograr objetivos distributivos”.

Toma castaña, ¡esto viene de la catedral del rigor! ¡Esto es del FMI! Escrito en modo san Agustín: “Ama y haz lo que quieras”; o “peca” e ídem. Pues parecido: controla el déficit y podrás subir impuestos con los que hacer política social. Más significativo: se trata del FMI sobre el terreno, mucho más exigente que la sede de Washington, ligeramente socialdemocratizada desde el infausto (pero genial) DSK.

El pronóstico que se mantiene ahí (y que la misión ratifica) es que tenemos aún por delante un par de años, quizá incluso tres, de crecimiento fuerte.

El lamento es que no se hayan empleado los tres últimos ejercicios de la era Mariano en rebajar más el déficit (y, pues, la deuda, que es déficit acumulado).

Para que cuando llegue la próxima crisis hubiese “espacio” o “colchón” fiscal disponible para combatirla: emitiendo deuda. ¿Cómo pagar sus plazos, si se comen cada vez más parte de la tarta presupuestaria? Esa es la alarma de fondo. Útil para casi toda Europa. Rescatar en el entorno de 2010, con endeudamientos pequeños (España llegó a reducirlo al 37% del PIB), era efectivo. ¿Cómo sería ahora? Quizá exigiera sacrificios muy superiores a los activados cuando la Gran Recesión.

Incluso con ello, la impresión global en el organismo multilateral de Washington es que España está bien “anclada” en el marco de la unión monetaria.

De forma que todos sus Gobiernos acaban actuando (más o menos) correctamente. Y que volverían a hacerlo, incluso si urgiese otra devaluación interna.

En suma, España no es Italia. Ni falta que le hace. Pero Italia tampoco es Grecia, donde fue relativamente expeditivo atajar los populismos e implantar sacrificios.

En Italia, la pertinaz receta peronista no es fácil de reconducir. De momento ha aplastado ya a quien tenía ese encargo, el ministro de Economía, Giovanni Tria, ¿respira aún? Veremos qué dirimen los mercados. Pero en todo caso habrá espasmos.

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